Autocronograma

AUTOCRONOGRAMA

2008: 23 años deseando esta carrera.

2010: Bitácora de quien estudia en Puán porque la vida es justa y (si te dejás) siempre te lleva para donde querés ir.

2011: Te amo te amo te amo, dame más: Seminarios y materias al por mayor.

2012: Crónicas de la deslumbrada:Letras es todo lo que imaginé y más.

2013: Estampas del mejor viaje porque "la carrera" ya tiene caras y cuerpos amorosos.

2014: Emprolijar los cabos sueltos de esta madeja.

2015: Pata en alto para leer y escribir todo lo acumulado.

2016: El año del Alemán obligatorio.

2017: Dicen que me tengo que recibir.

2018: El año del flamenco: parada en la pata de la última materia y bailando hacia Madrid.

2019: Licenciada licenciate y dejá de cursar mil seminarios. (No funcionó el automandato)

2020: Ya tú sabes qué ha sucedido... No voy a decir "sin palabras" sino "sin Puán".

2021: Semipresencialidad y virtualidad caliente: El regreso: Onceava temporada.

2022: O que será que será Que andam sussurrando em versos e trovas 2023: Verano de escritura de 3 monografías y una obra teatral para cerrar racimo de seminarios. Primer año de ya 15 de carrera en que no sé qué me depara el futuro marzo ni me prometo nada.

15 de febrero de 2015

Poéticas de la frontera

Poéticas de frontera:
observaciones sobre la escritura de Héctor Tizón y Antonio Di Benedetto
Ana Sofía Príncipi - Univ. Nacional de La Plata

Introducción
La periferia como coincidencia externa
La escritura en las fronteras de la mímesis
La escritura desde fronteras genéricas
Notas
Bibliografía teórica general
Bibliografía sobre literatura argentina y latinoamericana contemporánea relacionada con la producción literaria de Héctor Tizón y Antonio Di Benedetto
Bibliografía sobre Héctor Tizón
Bibliografía sobre Antonio Di Benedetto



En los intentos crítico-descriptivos de la literatura argentina del siglo XX, las categorías que incluyen semas ligados a coordenadas espaciales han sido ampliamente utilizadas. Así, se organizó un mapa de la literatura argentina que habilitó la creación de sintagmas como: producciones del río de la plata (literatura metropolitana, fantástico rioplatense), formación de El litoral, literatura regionalista y emergieron los análisis de orillas, arrabales y riberas en tanto objetos de representación y/o principios constructivos. En algunos casos, la caracterización obedecía exclusivamente a criterios contextuales de producción: el denominador común se limitaba a la coincidencia geográfica de los escritores antes que a similitudes poéticas. Tal el caso de las producciones del Río de la Plata, que agruparon estéticas divergentes como las de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar o Roberto Arlt. Otro es el caso de los escritores de Santa Fe (Juan José Saer, J.L.Ortiz, Hugo Gola, Jorge Conti), que, además de mostrarse como un grupo de amigos y mantener correspondencias espaciales y poéticas, exponen, en tanto formación, una ideología de la literatura y del escritor.
Bajtín percibió el carácter activo de la praxis literaria respecto de las ideologías. Una "realidad bruta" que no haya sido tamizada ideológicamente, no puede ser material literario. El cuerpo ideológico es denominado ideologema y es un elemento de naturaleza doble: por un lado pertenece al horizonte ideológico y, por otro, al textual. Esta categoría, en tanto versión estructurada de ideología, articula los contenidos de la conciencia social, posibilitando su circulación y su manifestación discursiva en, por ejemplo, las obras literarias. Así, el ideologema es un significado que se inscribe como contenido social en los textos y, al mismo tiempo, es significante, una forma de las ideologías sociales que da estructura al texto. Desde esta perspectiva, la frontera, en tanto ideologema, recorre y configura las poéticas de Tizón y Di Benedetto.
En este sentido, por lo tanto y a diferencia de otros grupos ya citados vinculados a y por categorías espaciales, éste se define no sólo por coincidencias geográficas externas de producción, sino que, por un lado la región fronteriza es material de representación recurrente, por otro, estructuras poéticas fronterizas son convocadas por el grupo: estrategias experimentales e hibridación genérica. Al mismo tiempo, tampoco presenta la dinámica de una formación en sentido estricto.
En este trabajo proponemos leer Cuentos del exilio (1983) de Di Benedetto, La casa y el viento (1984) La mujer de Strasser (1997) de Héctor Tizón a la luz de una categoría espacial, la de frontera geopoética, en tanto ideologema.
En sus momentos inaugurales, las determinaciones estructurales y figurativas de estas escrituras del interior fueron tomas de posición (Bourdieu) decididamente alejadas de las poéticas del centro del sistema literario argentino, ubicación que se correspondió con un contexto provinciano de producción y, en este sentido, el concepto de frontera geopoética adquiere matices institucionales. Estas innovaciones inadvertidas o ignoradas, periféricas hasta mediados de la década del ´60, fueron reconocidas más tarde por el cambio de configuración del campo posterior al boom que les otorgó nuevos significados y valor simbólico. Por otro lado, entendemos que la proliferación de estéticas antimiméticas de los ‘80 en Argentina (Aira, Laiseca, Cohen, Guebel) también coadyuvó al reposicionamiento de las poéticas que nos ocupan.
Tizón y Di Benedetto, son escritores vinculados por coincidencias menos evidentes aún que las de una formación en términos de Williams. No han compartido manifiestos, ni trabajado para una publicación común, ni han compartido reuniones o cofradías. Sin embargo, se mencionan en reportajes, se saben escritores de provincia, y de provincias fronterizas (salvo durante el exilio, Antonio Di Benedetto escribe en Mendoza, y Héctor Tizón en Jujuy), encuentran sus influencias en escritores más latinoamericanos que argentinos, la experiencia del exilio los reunió en Europa y presentan características poéticas y una ideología del escritor similares.

  1. Aunque carecen de publicaciones programáticas coinciden en mantener una relación distante con las instituciones metropolitanas y en evitar las regulaciones de asociaciones profesionales o académicas y las hipocresías del "te leo si me lees" (Tizón) de la vida literaria.
    Se han mantenido física e institucionalmente apartados de las zonas canónicas de consagración.
    Porque, dicho de una vez, esto es lo que somos los escritores que hemos decidido emboscarnos en el desierto del Interior: narradores furtivos, francotiradores, aguafiestas desconfiables y sospechosos, perturbadores de la larga y embotante siesta que intelectualmente nos asfixia; apenas tolerados a regañadientes en la medida en que el país del centro nos otorga el halo equívoco de una suerte de consagración nominal.[1]
    En reportajes e intervenciones esgrimen cierta relación de amistad (continuada y reforzada en el exilio). A propósito comenta Daniel Moyano:
    En los cinco años largos que llevo aquí en España, he tenido mucho más tiempo de estar con Di Benedetto y Tizón, que viven en Madrid (...) Y aquí, finalmente, he podido dialogar largamente con Juan Rulfo, ese maestro que desde México nos apoyaba cuando en nuestras provincias nosotros escribíamosnuestros primeros cuentos.[2]
    Se identifican con tradiciones poéticas similares y se rebelan explícita y literariamente contra el regionalismo más ortodoxo anulando el pintoresquismo e incorporando materiales universales.
    Que los dioses me libren de la prosa poblada simplemente de color local. Creo que lo meramente folklórico, regional, superficialmente costumbrista lleva a la autolimitación y al aniquilamiento.[3]
    Di Benedetto propone resolver cuestiones universales a partir de "fallas" individuales "lo que me falla le falla a la humanidad y yo tengo que corregirla de modo ideal escribiendo una novela"[4] mientras Tizón explica en Tierras de frontera que los temas en literatura son universales y siempre los mismos ¿por qué el amor y el desamor, la piedad, la guerra, la violencia y el odio?, ¿por qué el hombre canta y llora?, ¿por qué tememos a lo desconocido y lo desafiamos?[5]. Estos alcances y apropiaciones desregionalizan y reformulan el pacto de lectura de esta narrativa.



  2. Por otro lado, exhiben, mediante la incorporación de una serie de estrategias antimiméticas, un posicionamiento por negatividad respecto de las estéticas del realismo vigentes en el campo intelectual argentino cuando se iniciaban como escritores.
    Di Benedetto publica Mundo animal, su primer libro de cuentos, en 1953 y Tizón se inicia como escritor con los cuentos de A un costado de los rieles en 1960. El sistema literario argentino a mediados de la década del ‘50 se encontraba presidido por la poética de Eduardo Mallea, un lugar que, paradójicamente, ninguna promoción posterior de escritores buscó ocupar. Los contundentes ataques de los jóvenes de Contorno confirman este dominio.
    A principios de la década del 60, el realismo, en diferentes modalidades, era la tendencia más notoria del campo. Los ejercicios culturales de Sur (Victoria Ocampo, Eduardo Bullrich, Ortega y Gasset, y otros) que proponía una literatura en la que la reflexión moral ocupe un lugar decisivo y, como lo anticipamos, los de Contorno (Verbitsky, Sábato, Viñas, Guido, Lynch, y otros) que introducen en la Argentina la problemática sartreana, impiden pensar en una literatura desvinculada de la serie histórica, política y social. Tizón y Di Benedetto no atienden a esos modos transitivos de entender la literatura.
    Una nueva configuración del campo comienza a consolidarse a partir de 1963, con la publicación de Rayuela de Julio Cortázar, se afianza en 1967 con la publicación deCien años de soledad de Gabriel García Marquez, hechos sobredimensionados por los efectos del llamado "boom" de la literatura latinoamericana. Así, nuevos corrimientos se producen en el campo literario. Cortazar permite la lectura de sus precursores y Borges pasa a ocupar un lugar central, reconocido internacionalmente, además. El "realismo" en literatura pierde capital simbólico y abandona su posición central.
    En este contexto de efervescencia cultural, crecimiento del público y de la industria editorial, los textos de Tizón y Di Benedetto muy lentamente comienzan a obtener algún tipo de repercusión[6].



  3. Ambos mantienen una relación de semi-exclusividad con la literatura: Tizón es abogado y juez, Di Benedetto fue periodista y director del diario mendocino "Los Andes". Así, presentan una merma de la autonomía del escritor. Por tanto, nuevamente se inscriben en una región fronteriza pues sus experimentaciones narratológicas discuten el compromiso que en el ‘60 se le reclamaba al arte en Argentina, mientras que su praxis profesional desestabiliza la noción de autonomía del arte ubicándolos en zonas fronterizas de la esfera estética.



  4. Los escritores tuvieron, en su período de formación, una colocación bastante excéntrica en el sistema literario argentino, ya que nunca estuvieron efectivamente integrados a los centros de consagración, ni a las instituciones y su ideología del escritor reivindica para el artista el lugar del marginal o "francotirador".
    Éste es el imaginario de autor que despliegan: la escritura descentrada revela la convicción de que el trabajo creativo es solitario, aunque no desmarcado de tradición, y se ubica fuera de las instancias otorgadoras de capital simbólico. Por lo demás, habría una contradicción manifiesta entre formalizar la agrupación, que es una forma ubicarse en un centro que legitima tendencias artísticas y sostener la imagen de narradores furtivos o excéntricos.
    Éste es el imaginario de autor que despliegan: la escritura descentrada revela la convicción de que el trabajo creativo es solitario, aunque no desmarcado de tradición, y se ubica fuera de las instancias otorgadoras de capital simbólico. Por lo demás, habría una contradicción manifiesta entre formalizar la agrupación, que es una forma ubicarse en un centro que legitima tendencias artísticas y sostener la imagen de narradores furtivos o excéntricos.



  1. Saer publica En la zona recién en 1960, por tanto, en los comienzos de escritor de Tizón y Di Benedetto, toda propuesta antimimética en literatura todavía es centrífuga, fronteriza e ignorada por los mecanismos de consagración del campo.
    Como anticipáramos, los convoca un posicionamiento por negatividad respecto de las estéticas del realismo vigentes en el campo intelectual argentino.
    Estas experimentaciones narratológicas que, aunque desdramatizadas, se mantienen en obras posteriores, manifestarán una nueva tendencia y configuración del campo.
    La preocupación por la representación en Di Benedetto se aproxima a los postulados del objetivismo francés. Los Cuentos del exilio, breves, elípticos y densos en enigmas, postergan o minimizan la historia, reescriben la espera de Zama, invierten la jerarquía narración/descripción, y alteran las categorías literarias clásicas de personaje y el paradigma temporal ("Volver").
    El errar de un mozo en las tres horas de descanso de su primer día de trabajo se constituye en la anécdota principal del cuento "Extremadura". La ausencia de explicaciones mantiene recuerdos, sueños y hechos en zonas de indeterminación. La elipsis campea en los cuentos, saltando los eslabones de la diégesis necesarios para hilvanar las absurdas muertes que interrumpen la rutina ("Así de grande"; "Hombre de escasa vida"). "Ortópteros" y "De cómo nacen los hombres libres" incorporan legalidades fantásticas vinculadas al mito.



  2. Los momentos de mayor intensidad diegética no se reproducen, se ubican en el pasado o en el futuro de la narración.
    En La casa y el viento, el exilio se encuentra en futuro de la narración. La novela narra los prolegómenos de una peripecia que se vislumbra como principal aunque no se narra, y de esta manera presenta de manera ostensible la irremediable asimetría entre el orden del lenguaje y el de la realidad. De esta manera, Tizón se ubica en una posición de cuestionamiento de las ambiciones totalizantes del género, posición que nos recuerda a la de Macedonio en sus prólogos de prólogos a una novela jamás escrita en Museo de la novela de la eterna.
    En La mujer de Strasser, el clímax narrativo se posiciona en el pasado de la narración. Los momentos intensos en la relación de Hilde y Strasser ya han sido vividos e ingresan al texto sólo con referencias fragmentarias y como recuerdos.



  3. En Tizón, la representación se problematiza por la construcción de una instancia narradora que exhibe una marcada artificiosidad. La casa y el viento y La mujer de Strassereligen narradores múltiples o poco fiables, privilegiando las primeras personas parciales antes que terceras externas. Abusan del procedimiento narrativo del punto de vista, apelando a los recortes de la memoria a la hora de narrar.
    El abogado narrador de La casa y el viento decide emprender el exilio pero antes de partir, realiza un archivo del adiós internándose en pueblos casi abandonados de la puna.
    Sin embargo, parece no haber garantías para el recuerdo: el narrador que no sabe distinguir entre recuerdos y sueños, trata afanosamente de reconstruir vidas ajenas (Belindo) que ofrecen, al menos, una apariencia de objetividad, pero el resultado es también en este caso fragmentario e insatisfactorio, jamás se conoce el motor principal de la búsqueda: la copla que Belindo pronunciara al morir.
    La referencia, como otorgadora de funcionalidad respecto del lenguaje, queda reducida a una reconstrucción de la memoria de la experiencia, meramente discursiva. La experiencia del sujeto con lo real también deconstruye y reconstruye lo vivido en su forma verbalizada que es el recuerdo. La apelación a la memoria interrumpe la narración de la débil anécdota.
    En La mujer de Strasser, las reminiscencias del hijo de Janos (la identidad de la voz referida se presenta sobre el final de la novela) abren la narración. En otros párrafos, una narración en tercera persona introduce, con abundancia de verbos de enunciación, reflexiones en primera persona con foco en la mujer de Strasser (Hilde piensa:, Hilde recuerda:).
    Esta dialogismo estructural que caracteriza a la instancia narradora, reaparece en el efecto que producen los malentendidos lingüísticos entre Strasser y sus peones, y entre todos los sujetos en general.



  4. Las poéticas de Di Benedetto y Tizón, más que narrar episodios nítidamente concatenados, prefieren relatos que se sostengan y avancen por la descripción de atmósferas y escenas, y el retrato de zonas experienciales (R. Williams), esto es, zonas de la narración poco discursivisadas que suelen definir vivencias, sentimientos, prácticas.
    El recuerdo, la consciencia del recuerdo lindando con la alucinación o el sueño (Di Benedetto, "Orden de matar", "Hombre en un agujero"; Tizón, La mujer de Strasser) son las únicas instancias capaces de aprehender esas realidades inasibles que son materia de la literatura: el tiempo, el espacio, los seres, las cosas.



  5. La historicidad como totalización de la experiencia intersubjetiva aparece fragmentada y como una ilussio referencial pues la escritura propone la imposibilidad de narrar linealidades. Como adelantamos, se narran escenas más que episodios concatenados. Escenas que narradas desde múltiples focalizaciones, interrumpidas por incrustaciones de otras temporalidades (recuerdos, sueños, alucinaciones) y entrecortadas por los silencios y elipsis coadyuvan a la fragmentación diegética, resistencia que los textos ofrecen a estructuras totalizantes o sumarias. Esto remite a la desconfianza de la capacidad representativa del lenguaje: la literatura no puede representarlo todo sino algunos fragmentos y es problemática la cuestión de qué es lo que se debe representar.



  6. Las condiciones políticas entre 1975-1983 obligaron a ambos a abandonar el país. Inevitablemente, la serie de textos que escriben luego del ‘76 están atravesados por la experiencia del exilio.
    Así, Di Benedetto en "En busca de la mirada perdida" figura por allegoresis y en clave de ciencia ficción, la importancia de recuperar el cuerpo del hijo muerto. "Recepción" retrata las impresiones de un narrador que estuvo ausente ¿fue por esa época que no logro establecer cuándo comenzaron los días que he olvidado?[8] y que al regresar experimenta los gestos de desprecio del que había sido su entorno.
    El exilio aparece representado en La casa y el viento, marcado por los desplazamientos territoriales.
    Continuando líneas estéticas inauguradas en sus proyectos creadores, ni en uno ni en otro se dará privilegio a una representación "realista", sino que se utilizarán modalidades de figuración elípticas o alegóricas.
    Si bien, Beatriz Sarlo[9] demostró cómo la narrativa inmediatamente posterior a la dictadura se resistió a representar la historia reciente según los cánones onmicomprensivos y totalizantes del realismo, optando, en cambio, por un modo de referencia más oblicuo e indirecto, los escritores que nos ocupan parecen limitar el alcance de esta afirmación ya que esos modos de representación en ellos se remontan a sus inicios de escritor.



  7. Los Cuentos del exilio y las novelas de Tizón eligen como materiales de representación subjetividades insatisfechas, incompletas, vacías, lunáticas, expatriadas que se mueven por el deseo de conocer, disfrutar o poseer algo que no se tiene o que se va a perder. Se narran los acontecimientos ligados al deseo junto con la abulia y el vacío provocados por el deseo insatisfecho. Esta insatisfacción descentra la identidad de los sujetos, retratando formas fronterizas de subjetividad.
    El narrador de La Casa y el viento se detiene en el recuerdo de lo que se añora pero no se tiene y se debe intentar archivar en la memoria, y así plasmarlo en una escritura que permite seguir luchando contra el olvido y el viento.
    El exilio es vivido por los personajes como un vacío y una desintegración de su identidad. Saberse deseada es, para Hilde, que se ha exiliado de Alemania, renacer, recuperar algo de la integridad perdida, acceder a algún tipo de certeza.
    En este sentido, se destacan en la economía de La mujer de Strasser, una serie de breves y perfectas escenas voyeurísticas: Hilde quitándose la blusa frente a su marido y frente a Janos, Hilde sorprendida bañándose en el río por Tilo, con quien huirá finalmente, y arrancando de su camisa una serpiente; Hilde siguiendo a su marido hacia el prostíbulo del pueblo para regresar más tarde con un vestido nuevo, Hilde que al despertar desnuda se sabe observada; Hilde, de niña, observando una escena sexual de su tía.
    Resulta interesante notar cómo la línea de sentido privilegiada en el texto, sino la única, tiene que ver con lo inasible, con poseer lo que no es propio, mirar lo que no se posee, ser lo que no se es.
    Se trata también del deseo frustrado de la escritura por captar la experiencia, los recuerdos de la experiencia y el habla de los sueños. Así lo describe/desea H.T. en la antesala de la novela:
    Hubiese querido imitar en la narración el lenguaje o la forma vaga de los sueños. Pero esto no es posible porque un escritor trabaja con palabras, que podemos acomodar, redistribuir, pero nunca abstraer, ya que las palabras tienen una inevitable carga histórica y la narrativa no puede desobedecer a leyes tan inexorables como las de la física. De este modo toda narración será siempre un acercamiento posible, sólo una guía, una propuesta conjetural de la imaginación del otro. Y el resultado para el autor, siempre será una forma de frustración y un incentivo para volver a intentarlo, una y otra vez.[10]
    La escritura de los textos de Di Benedetto y Tizón es deliberadamente indecisa y tenue y se sostiene por el gesto de capturar algún contorno de la experiencia; sus personajes dicen poco o mantienen diálogos inconduscentes y lo que dicen siempre suena deliberadamente inadecuado a la situación. Los Cuentos del exilio y las novelas de Tizón parecen transcurrir en los intersticios de las escenas intensas que casi no se narran.



La narrativa de nuestro corpus de escritores realiza ejercicios de manipulación genérica, forzando los límites de las estructuras tradicionales del género narrativo o haciendo convivir más de un código genérico de modo de ofrecerse incómodos a las clasificaciones.
  • La casa y el viento y La mujer de Strasser incorporan a la economía de los textos recursos que Piglia, recuperando observaciones de Borges, identifica como rasgos distintivos propios de los cuentos
    Borges considera que la novela no es narrativa, porque está demasiado alejada de las formas orales, es decir, ha perdido los rastros de un interlocutor presente que hace posible el sobreentendido y la elipsis, y por la tanto, la rapidez y la concisión de los relatos breves y orales.
    La presencia del que escucha el relato es una suerte de extraño arcaísmo, pero el cuento como forma ha sobrevivido porque tuvo en cuenta esa figura que viene del pasado. [11]
    Una retórica de la alusión y el enigma recorre sus textualidades. Lo no dicho se muestra trascendental (nombres de narradores, contenidos de cartas que desvían los acontecimientos, anécdotas que corresponden al pasado pero involucran al presente de la narración, explicaciones didácticas de elementos locales) y eso no hace más que cifrar, diría Piglia, la situación de enunciación pero en las novelas. El narratario construido, que pertenece a la misma comunidad de actantes que el narrador pues no necesita demasiadas explicaciones, revela su existencia asomándose a la superficie textual y se resiste al secuestro. Las estabilizaciones del sentido se debilitan por la inclusión de multiplicidad de sobreentendidos y por los rasgos vanguardistas antimiméticos ya reseñados.


  • Los Cuentos del exilio ("Feroces") y las novelas de Tizón si bien retratan la topografía mendocina y puneña, subvierten los códigos regionalistas a través de estrategias que problematizan la representación clásica.


  • Tanto los Cuentos del exilio, como La casa y el viento y La mujer de Strasser incorporan modalidades del fantástico centrífugas en el sentido de que no se corresponden con las del fantástico rioplatense vigente en el contexto de emergencia sino con las formas del mito, y descentradas en tanto operan lateralmente en los textos, sin pretensiones de dominio constructivo.
La apelación a fronteras genéricas confirma el funcionamiento de la categoría en tanto ideologema, estableciendo un modo de presentación formal/estructural de la frontera geográfica e institucional que inauguran sus poéticas.
Esta misma manipulación/experimentación genérica es una de las estrategias de Di Benedetto y Tizón que más tarde anulará/compensará la posición marginal original, por el contacto prestigioso con las vanguardias y explicará su corrimiento en el campo.
En ambos casos la condición de escritores del interior y la emigración , esto es, la triple periferia (exiliados de una región periférica de un país periférico) ha condicionado la construcción y los materiales de sus producciones. Tizón y Di Benedetto, recorren un camino inverso al de escritores provincianos como Lugones o Sarmiento, que de acuerdo con Tizón:
fueron posibles ausentándose del desierto del Interior para buscar abrigo e insertarse en aquella otra infraestructura (la del centro o área de influencia portuaria) que, apropiándoselos, los nacionalizó, los rescató[12]
Ellos, en cambio, emigran por necesidad, mantienen estrategias estéticas centrífugas y periféricas que los apartan del "país del centro" y, cuando llegan a ocupar un lugar si no central, al menos de referencia en el campo cultural local, aquello se debe, primordial y paradójicamente, a que las poéticas latinoamericanas consagradas a fines de los años sesenta fueron las que los centralizaron en el campo literario local.

[1] Tizón, Héctor. Tierras de frontera, Buenos Aires, Alfaguara, 2000, pág.47.
[2] Moyano, Daniel (entrevistado por Jorge Boccanera) "Diálogos" en Boccanera, Jorge. Tierra que anda, Rosario, Ameghino, 1999, pág.228.
[3] Tizón, Héctor (entrevistado por Jorge Boccanera) "Una especie de agujero que está pensando siempre en regresar" en Boccanera, Jorge. Tierra que anda, Rosario, Ameghino, 1999, pág.87.
[4] Zelarayán, Ricardo. "Luchar contra la palabra Diálogo con Antonio Di Benedetto" (en Di Benedetto, A. Cuentos Claros, Bs.As., Adriana Hidalgo editora, 1999, (1969).
[5] Tizón, Héctor. Tierras de frontera, Buenos Aires, Alfaguara, 2000, pág.29.
[6]Similar corrimiento en el campo experimenta el escritor cordobés Juan
[7] Filloy (1894-2000) que, aunque comenzó su actividad literaria en la década del ‘30, obtuvo el reconocimiento de la crítica en 1967, hecho que favoreció la reedición de su novelasOpoloop (1934) y Estafen (1932) un año más tarde.
[8] Di Benedetto. Cuentos del exilio, Bs.As., Bruguera, 1983.
[9] Sarlo, Beatriz. "Política, ideología y figuración literaria" en Balderston, Daniel y otros. Ficción y política. La narrativa argentina durante el proceso militar, Buenos Aires, Alianza , 1987.
[10] Tizón, Héctor. La mujer de Strasser, Buenos Aires, Perfil, 1997, pág.7.
[11] Piglia, Ricardo. Formas Breves, Buenos Aires, Temas, 1999, pág.111-112.
[12] Tizón, Héctor. Tierras de frontera, Buenos Aires, Alfaguara, 2000, pág.47.


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Bourdieu, Pierre. Campo de poder y campo intelectual, Buenos Aires, Folios, 1983.
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Sarlo, Beatriz "Experiencia y lenguaje I" en revista Punto de Vista Nº51, Año XVIII, Abril 1995, Buenos Aires.
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Saer, Juan José. "El silenciero" en La narración-objeto, Buenos Aires, Seix Barral, 1999.

Actas 1º Congreso Internacional CELEHIS de Literatura
Mar del Plata, 6 al 8 de diciembre del año 2001 / ISBN 987-544-053-1
Centro de Letras Hispanoamericanas - Facultad de Humanidades - UNMDP

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