Shuvia Dorada en Puan
El miércoles 5 de julio inaugura la galería Shuvia Dorada, situada en los baños de planta baja y primer piso de la Facultad de Filosofía y letras (UBA).
En este caso, la propuesta curatorial de la exposición QUAJADXS, indaga acerca del tecnomeo, el derecho a ser un monstruo, la mutantxz y los (ser)vicios.
En esta experiencia participan lxs artistxs:
Maia Judith,
Susy Shock,
Pao Lunch y
X (equis).
Lxs esperamxs!
La cita es en Puán 480 (CABA) a las 18 hs.
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20 de junio de 2017
20 de marzo de 2017
Inicio de cursada 2017
Puán estaba que explotaba hoy. Cómo amo esos pasillos que se caen a cartelazos, los militantes que te tiran el afiche en medio del paso, la gente que se amucha delante de la cartelera del segundo piso, los perdidos que buscan aulas de un lado y del otro, el café con leche y la pastaflora del puestito del primer piso. (Además de lo actitudinal estuvo muy buena mi clase final de Poesía del renacimiento inglés y la primera de literatura italiana y seminario de arte verbal en lenguas aborígenes de Sudamérica)
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Bitácora,
Momentos Ilustrativos
3 de enero de 2017
Hacer un resumen del argumento
Enseñar literatura (¡en Puan!). Qué grande Piglia. (Gracias por el obsequio, querido Hernán Franco).
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Docencia puanera,
Momentos Ilustrativos
22 de octubre de 2016
Ponele un nombre a la nena
Simone Lucie Ernestine Marie Bertrand de Beauvoir y mi parcial de prácticos de Filosofía feminista.
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Bitácora,
Momentos Ilustrativos
18 de octubre de 2016
Diversidad no es disidencia
Ayer, en la clase que dio Virginia Cano en el teórico de Filosofía feminista, me gustó, entre tantas cosas que me gustaron, su diferenciación de los "diversidad sexual" y "disidencia sexual": podés ser diverso pero querer incluirte y ser incluido como aquelles que se casan con sus parejas diversas del mismo modo que las parejas heteronormadas, o podés ser disidente y mostrar con tu cuerpo y tus prácticas todo aquello que necesita ser denunciado y deconstruido en el sistema sexo-genérico binarizado que nos rige.
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Bitácora,
Ideas geniales y de las otras,
Momentos Ilustrativos
30 de mayo de 2016
Cine alemán
- clockMartes, 7 de junio a las 19:00 en UTC-03La próxima semana · 4-12° Soleado
- pinClub Alemán en Buenos AiresAvenida Corrientes 327, C1043AAD Buenos Aires

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Información
El primer martes de cada mes se puede disfrutar de películas alemanas actuales con la moderación de la cineasta alemana Nele Wohlatz. ►http://goo.gl/GbAQIa
Martes 7 de junio a las 19 h - La mujer y los cinco elefantes (Die Frau mit den 5 Elefanten) en el Club Alemán Buenos Aires (Av. Corrientes 327 - Piso 21 - Salón Berlín)
Entrada general: $ 50.-
Entrada socios y alumnos del Goethe-Institut: $ 30.-
LA MUJER Y LOS CINCO ELEFANTES
Director artístico: Vadim Jendreyko, color, 97 min., 2009
La película entreteje la historia de la vida de Svetlana Geier con su obra literaria –ella realizó las prestigiosas traducciones del ruso al alemán de las novelas de Dostoievski, los “cinco elefantes” del título- y sigue el rastro del secreto de esta infatigable mediadora entre idiomas. Habla de un gran dolor, de ayudantes silenciosos y oportunidades inesperadas. Y de un amor por los idiomas que lo ilumina todo. Pero al mismo tiempo Svetlana es uno de esos personajes, sobrevivientes del horror del siglo XX, que parecen haber vivido varias vidas. Sin abrumar con información textual, Jendreyko ha conseguido abordar la historia en toda su complejidad y ha logrado un retrato sensible de una mujer octogenaria extraordinaria.
Contacto: Patricia o Mirta
Tel: 4311-0716
eventos@clubaleman.com.ar
www.clubaleman.com.ar
Martes 7 de junio a las 19 h - La mujer y los cinco elefantes (Die Frau mit den 5 Elefanten) en el Club Alemán Buenos Aires (Av. Corrientes 327 - Piso 21 - Salón Berlín)
Entrada general: $ 50.-
Entrada socios y alumnos del Goethe-Institut: $ 30.-
LA MUJER Y LOS CINCO ELEFANTES
Director artístico: Vadim Jendreyko, color, 97 min., 2009
La película entreteje la historia de la vida de Svetlana Geier con su obra literaria –ella realizó las prestigiosas traducciones del ruso al alemán de las novelas de Dostoievski, los “cinco elefantes” del título- y sigue el rastro del secreto de esta infatigable mediadora entre idiomas. Habla de un gran dolor, de ayudantes silenciosos y oportunidades inesperadas. Y de un amor por los idiomas que lo ilumina todo. Pero al mismo tiempo Svetlana es uno de esos personajes, sobrevivientes del horror del siglo XX, que parecen haber vivido varias vidas. Sin abrumar con información textual, Jendreyko ha conseguido abordar la historia en toda su complejidad y ha logrado un retrato sensible de una mujer octogenaria extraordinaria.
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Material de trabajo,
Momentos Ilustrativos
13 de abril de 2013
La novela de Borges
La novela involuntaria
El escritor y ensayista Aníbal Jarkowski arriesga la hipótesis de que “Otras inquisiciones” fue la novela que Borges nunca escribió: la historia de un lector, en primera persona, y su imaginación razonada.
POR AnIbal Jarkowski
BORGES. La mayoría de los críticos consideran "Otras inquisiciones" como su mejor colección de ensayos.
Es conocido por todos que Borges no publicó novelas, aunque es probable que intentara escribir alguna. Más allá de que hacia 1941 desdeñara las escrituras extensas –“desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos”–, en un reportaje de 1945, y ante la pregunta sobre qué preparaba por entonces, respondió: “Para el remoto y problemático porvenir, una larga narración o novela breve, que se titulará ‘El Congreso’ y que conciliará (hoy no puedo ser más explícito) los hábitos de Whitman y los de Kafka”.
Diez años más tarde, en otra entrevista, se entiende que no había abandonado el proyecto, aunque tampoco había avanzado en su escritura: “Deseo igualmente escribir una novela de la que ya ha nacido por lo menos el título: ‘El Congreso’. Sería una novela fantástica, no de fantasmas ni una fantasía científica, sino psicológicamente. Cuando ya tenía ese libro encontré su primera página no escrita en la primera página de Viaje de Oriente, de Herman Hesse, lo cual, por supuesto, no me hace desistir de mi proyecto. ‘El Congreso’ –un Congreso ideal– comenzaría como una novela y terminaría como un cuento de hadas. Sería un libro en el que estarían implicados todos los anteriores míos, un libro nuevo, pero que resumiría y sería además la conciliación de todo lo que hasta ahora he escrito.”
Un resumen de su obra
Sabemos que el proyecto de escribir aquella novela devino en el relato homónimo publicado de manera autónoma en 1971 –extendido a más de treinta páginas con el socorro de la tipografía– y luego incluido en El libro de arena. Es la ficción más extensa de Borges –aunque no excede en mucho a “El aleph” o “El inmortal”– pero acaso no la más feliz. “No ha agradado a mis amigos, quienes dicen que todo lo que digo ahí lo he contado mejor en libros anteriores y que su único valor es el de ser una especie de resumen de mi opera omnia.”
Efectivamente, el tema de la sociedad secreta ya había aparecido, por ejemplo, en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” o “La secta del Fénix”, pero de todos modos Borges parecía satisfecho con el resultado: “‘El Congreso’ es uno de los cuentos que más quiero. Hace treinta, cuarenta años que lo empecé a imaginar, a elaborar en mi mente. Pero no lo escribía; se lo contaba a mis amigos, y así, de tanto contarlo, poco a poco lo iba enriqueciendo”. Como se ve, el proyecto de escribir la novela se había desvanecido y la extensión de “El Congreso” se redujo a la de un cuento.
Juan José Saer razonó en más de una oportunidad las causas por las cuales Borges no escribió novelas. Propuso la influencia de Valéry y Macedonio Fernández, en tanto críticos del “realismo banal, inmediato”, que alucina una relación punto a punto entre lenguaje y mundo; propuso el rechazo de Borges hacia la novela canónica en función de su preferencia, a cambio, por la epopeya, precisamente el género que la novela había venido a desplazar en un mundo vaciado de heroicidad; propuso, en tercer lugar, que el rechazo de la novela estaba en el corazón mismo de la teoría de la narración borgeana, desconfiada de la “causalidad natural”, “de la inteligibilidad histórica”, de tal manera que en esa teoría el “acontecimiento” es desplazado por los “detalles”. Por último, Saer propuso que la “actividad múltiple” de Borges, en particular sus incesantes colaboraciones para diarios y revistas, debería “ser tenida en cuenta para explicar la característica principal de su obra, que se constituye exclusivamente a través de la forma breve”; así, “en medio de todas sus actividades debieron de faltarle el tiempo y la paciencia para escribir una [novela]”.
Algunas de las formulaciones de Saer son interesantes; otras son poco convincentes. Es evidente que Borges no habría escrito novelas como las de Balzac, Zolá o Manuel Gálvez; pero ¿por qué no otras muy diferentes, como las de Kafka o Faulkner? Por otro lado, son numerosos los escritores que, muy ocupados con las acotadas maneras discursivas de diarios y revistas, de todos modos escribieron novelas. El caso de Arlt se puede ofrecer de inmediato.
Pero será el propio Saer quien, involuntariamente, ofrezca otra idea respecto a la cuestión: “Una de las primeras dificultades que se me presentan cuando estoy preparándome a escribir algo, es saber si ese nuevo texto podrá o no adaptarse a mi ‘manera’. La idea sola, por buena que me parezca, no basta para justificar un relato. Es necesario que esa idea tenga alguna afinidad con los textos que la han precedido.”
Estas palabras de Saer, refiriéndose a las insistencias dentro de su propia obra, también podrían explicar la dedicación exclusiva de Borges a las formas breves, en el sentido de que esas formas fueron su manera.
En 1933 Borges escribió: “la literatura es fundamentalmente un hecho sintáctico”. Esa afirmación, que no ha perdido nada de su aire escandaloso, al cabo resulta acertadísima para señalar que no es en las ideas, los temas, los contenidos ni las intenciones del autor donde se realiza lo literario, sino en la sintaxis, sea en formas breves o extensas.
En este sentido, basta con revisar cualquier página escrita por Borges para reconocer de inmediato, por ejemplo, su manera de adjetivar: “la noche lateral de los callejones”, “el íntimo cuchillo en la garganta”, “lámparas estudiosas”, “el desierto confuso y embarrado”, “continuos aniversarios”, “una inmejorable ignorancia”, “la pública y secreta representación”, “había en su andar (si el oxímoron es tolerable) una como graciosa torpeza”.
Este modo de adjetivar, inusitado por lo sistemático, se ajusta perfectamente a la normativa sintáctica, aunque produce, en lo semántico, una intensa perturbación intelectual. La mirada recorre la línea del discurso, pero el pensamiento experimenta continuos sobresaltos que transtornan la fluidez de la lectura. Esos sobresaltos –como advertía Saer– se llevan bien con una poética del detalle, pero no con la del aconteciendo, propia de la narración extensa. Es lo habitual leer de manera ininterrumpida cincuenta o cien páginas de una novela convencional, pero ¿es posible leer de ese modo cincuenta o cien páginas de Ficciones o El aleph? En verdad, sólo parece posible leerlas a condición de no leerlas; es decir, anulando la emoción y la inquietud estéticas que producen las soluciones retóricas –hipálage, oxímoron, lítote, paradoja, enumeraciones– que definen la manera de Borges.
Una revelación inesperada
Hace algún tiempo, preparando una clase, releí Otras inquisiciones de un modo en que hasta ahora nunca lo había hecho: de la primera a la última página. El libro volvió a parecerme extraordinario –la mayoría de los críticos entienden que es la mejor colección de ensayos de Borges– pero al terminarlo experimenté algo así como una epifanía según la cual ese libro –de cuya publicación se cumplen ahora sesenta años– se me revelaba como una novela; la única –e involuntaria– novela de Borges.
¿Cómo es esa novela? Está narrada en primera persona y su narrador, lo sabremos en la última línea, se llama “Borges” – “El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges”. En su edición original se componía de 38 capítulos de regular extensión –por momentos se asumen como simulacros de géneros: “nota”, “artículo”, “clase”–; en general son breves, con la excepción de los llamados “Nathaniel Hawthorne” y “Nueva refutación del tiempo”.
¿Qué narra esa novela de unas 230 páginas? La historia de un lector a través de la exposición de sucesivas imaginaciones razonadas. Su primera línea define la motivación de la narración entera: “Leí, días pasados...”
Como corresponde a una novela borgeana, está alejada del realismo convencional pero, a la vez, sentimos la intensa realidad de su narrador, desatento a los accidentes del presente más inmediato a la escritura, con excepción de tres breves capítulos: “Anotación al 23 de agosto de 1944” y “Dos libros”, ambos dedicados al nazismo, y “Nuestro pobre individualismo”, que comienza así: “Las ilusiones del patriotismo no tienen término.” Curiosamente, el peronismo es invisible a lo largo de la obra.
La trama opera por acumulación; es sencilla y también monótona, para hacer evidente la monotonía que gobierna la vida del narrador: “Consideremos una vida en cuyo decurso las repeticiones abundan: la mía, verbigracia. No paso ante la Recoleta sin recordar que están sepultados ahí mi padre, mis abuelos y trasabuelos, como yo lo estaré; luego recuerdo ya haber recordado lo mismo, ya innumerables veces; no puedo caminar por los arrabales en la soledad de la noche, sin pensar que ésta nos agrada porque suprime los ociosos detalles, como el recuerdo; no puedo lamentar la perdición de un amor o de una amistad sin meditar que sólo se pierde lo que realmente no se ha tenido; cada vez que atravieso una de las esquinas del Sur, pienso en usted, Helena; cada vez que el aire me trae un olor de eucaliptos, pienso en Adrogué, en mi niñez...”
También se repiten nombres –Kafka, Dante, Pascal, Quevedo, Kipling, Coleridge, Chesterton–, líneas o párrafos –“Observa Coleridge que todos los hombres nacen aristotélicos o platónicos”; “cada escritor crea a sus precursores”– pero tal vez más notable sea otra insistencia, la de la idea de que “acaso la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas”, y numerosos capítulos se dedican a verificarla. El pensamiento del narrador, su percepción del mundo, tiene la particularidad de que, donde otros sujetos verían novedades, cambios, cortes, él percibe repeticiones, continuidades que, como si fuese natural, ponen en relación de contigüidad hechos y objetos distantes en el tiempo y en el espacio. Esta costumbre mental es uno de los mayores encantos del narrador de la novela.
Una idéntica actitud –ya observada por Enrique Pezzoni en 1952– hacia la numerosa materia inquirida domina la narración; apenas alguna vez se abandona el tono mesurado y amable y se practica la diatriba: en el capítulo “Las alarmas del Doctor Américo Castro”, el narrador le atribuye al filólogo una “poderosa tiniebla” intelectual y lo descalifica como “lector inexplicable” o “incoherente redactor”. Pero es apenas uno de los capítulos y tiene el efecto de desconcertar al lector, como ocurre en muchas novelas modernas.
Otras inquisiciones ocupó a Borges durante quince años, entre 1937 y 1952 –algo menos de lo que demoró Dante en componer La Comedia–, aunque la mayor parte de los capítulos la escribió luego de febrero de 1946, cuando fue llevado a renunciar a su puesto como auxiliar en la biblioteca Miguel Cané, en el barrio de Boedo. En algún sentido, la única novela escrita por Borges la debemos al peronismo.
El escritor y ensayista Aníbal Jarkowski arriesga la hipótesis de que “Otras inquisiciones” fue la novela que Borges nunca escribió: la historia de un lector, en primera persona, y su imaginación razonada.
POR AnIbal Jarkowski
BORGES. La mayoría de los críticos consideran "Otras inquisiciones" como su mejor colección de ensayos.
Es conocido por todos que Borges no publicó novelas, aunque es probable que intentara escribir alguna. Más allá de que hacia 1941 desdeñara las escrituras extensas –“desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos”–, en un reportaje de 1945, y ante la pregunta sobre qué preparaba por entonces, respondió: “Para el remoto y problemático porvenir, una larga narración o novela breve, que se titulará ‘El Congreso’ y que conciliará (hoy no puedo ser más explícito) los hábitos de Whitman y los de Kafka”.
Diez años más tarde, en otra entrevista, se entiende que no había abandonado el proyecto, aunque tampoco había avanzado en su escritura: “Deseo igualmente escribir una novela de la que ya ha nacido por lo menos el título: ‘El Congreso’. Sería una novela fantástica, no de fantasmas ni una fantasía científica, sino psicológicamente. Cuando ya tenía ese libro encontré su primera página no escrita en la primera página de Viaje de Oriente, de Herman Hesse, lo cual, por supuesto, no me hace desistir de mi proyecto. ‘El Congreso’ –un Congreso ideal– comenzaría como una novela y terminaría como un cuento de hadas. Sería un libro en el que estarían implicados todos los anteriores míos, un libro nuevo, pero que resumiría y sería además la conciliación de todo lo que hasta ahora he escrito.”
Un resumen de su obra
Sabemos que el proyecto de escribir aquella novela devino en el relato homónimo publicado de manera autónoma en 1971 –extendido a más de treinta páginas con el socorro de la tipografía– y luego incluido en El libro de arena. Es la ficción más extensa de Borges –aunque no excede en mucho a “El aleph” o “El inmortal”– pero acaso no la más feliz. “No ha agradado a mis amigos, quienes dicen que todo lo que digo ahí lo he contado mejor en libros anteriores y que su único valor es el de ser una especie de resumen de mi opera omnia.”
Efectivamente, el tema de la sociedad secreta ya había aparecido, por ejemplo, en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” o “La secta del Fénix”, pero de todos modos Borges parecía satisfecho con el resultado: “‘El Congreso’ es uno de los cuentos que más quiero. Hace treinta, cuarenta años que lo empecé a imaginar, a elaborar en mi mente. Pero no lo escribía; se lo contaba a mis amigos, y así, de tanto contarlo, poco a poco lo iba enriqueciendo”. Como se ve, el proyecto de escribir la novela se había desvanecido y la extensión de “El Congreso” se redujo a la de un cuento.
Juan José Saer razonó en más de una oportunidad las causas por las cuales Borges no escribió novelas. Propuso la influencia de Valéry y Macedonio Fernández, en tanto críticos del “realismo banal, inmediato”, que alucina una relación punto a punto entre lenguaje y mundo; propuso el rechazo de Borges hacia la novela canónica en función de su preferencia, a cambio, por la epopeya, precisamente el género que la novela había venido a desplazar en un mundo vaciado de heroicidad; propuso, en tercer lugar, que el rechazo de la novela estaba en el corazón mismo de la teoría de la narración borgeana, desconfiada de la “causalidad natural”, “de la inteligibilidad histórica”, de tal manera que en esa teoría el “acontecimiento” es desplazado por los “detalles”. Por último, Saer propuso que la “actividad múltiple” de Borges, en particular sus incesantes colaboraciones para diarios y revistas, debería “ser tenida en cuenta para explicar la característica principal de su obra, que se constituye exclusivamente a través de la forma breve”; así, “en medio de todas sus actividades debieron de faltarle el tiempo y la paciencia para escribir una [novela]”.
Algunas de las formulaciones de Saer son interesantes; otras son poco convincentes. Es evidente que Borges no habría escrito novelas como las de Balzac, Zolá o Manuel Gálvez; pero ¿por qué no otras muy diferentes, como las de Kafka o Faulkner? Por otro lado, son numerosos los escritores que, muy ocupados con las acotadas maneras discursivas de diarios y revistas, de todos modos escribieron novelas. El caso de Arlt se puede ofrecer de inmediato.
Pero será el propio Saer quien, involuntariamente, ofrezca otra idea respecto a la cuestión: “Una de las primeras dificultades que se me presentan cuando estoy preparándome a escribir algo, es saber si ese nuevo texto podrá o no adaptarse a mi ‘manera’. La idea sola, por buena que me parezca, no basta para justificar un relato. Es necesario que esa idea tenga alguna afinidad con los textos que la han precedido.”
Estas palabras de Saer, refiriéndose a las insistencias dentro de su propia obra, también podrían explicar la dedicación exclusiva de Borges a las formas breves, en el sentido de que esas formas fueron su manera.
En 1933 Borges escribió: “la literatura es fundamentalmente un hecho sintáctico”. Esa afirmación, que no ha perdido nada de su aire escandaloso, al cabo resulta acertadísima para señalar que no es en las ideas, los temas, los contenidos ni las intenciones del autor donde se realiza lo literario, sino en la sintaxis, sea en formas breves o extensas.
En este sentido, basta con revisar cualquier página escrita por Borges para reconocer de inmediato, por ejemplo, su manera de adjetivar: “la noche lateral de los callejones”, “el íntimo cuchillo en la garganta”, “lámparas estudiosas”, “el desierto confuso y embarrado”, “continuos aniversarios”, “una inmejorable ignorancia”, “la pública y secreta representación”, “había en su andar (si el oxímoron es tolerable) una como graciosa torpeza”.
Este modo de adjetivar, inusitado por lo sistemático, se ajusta perfectamente a la normativa sintáctica, aunque produce, en lo semántico, una intensa perturbación intelectual. La mirada recorre la línea del discurso, pero el pensamiento experimenta continuos sobresaltos que transtornan la fluidez de la lectura. Esos sobresaltos –como advertía Saer– se llevan bien con una poética del detalle, pero no con la del aconteciendo, propia de la narración extensa. Es lo habitual leer de manera ininterrumpida cincuenta o cien páginas de una novela convencional, pero ¿es posible leer de ese modo cincuenta o cien páginas de Ficciones o El aleph? En verdad, sólo parece posible leerlas a condición de no leerlas; es decir, anulando la emoción y la inquietud estéticas que producen las soluciones retóricas –hipálage, oxímoron, lítote, paradoja, enumeraciones– que definen la manera de Borges.
Una revelación inesperada
Hace algún tiempo, preparando una clase, releí Otras inquisiciones de un modo en que hasta ahora nunca lo había hecho: de la primera a la última página. El libro volvió a parecerme extraordinario –la mayoría de los críticos entienden que es la mejor colección de ensayos de Borges– pero al terminarlo experimenté algo así como una epifanía según la cual ese libro –de cuya publicación se cumplen ahora sesenta años– se me revelaba como una novela; la única –e involuntaria– novela de Borges.
¿Cómo es esa novela? Está narrada en primera persona y su narrador, lo sabremos en la última línea, se llama “Borges” – “El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges”. En su edición original se componía de 38 capítulos de regular extensión –por momentos se asumen como simulacros de géneros: “nota”, “artículo”, “clase”–; en general son breves, con la excepción de los llamados “Nathaniel Hawthorne” y “Nueva refutación del tiempo”.
¿Qué narra esa novela de unas 230 páginas? La historia de un lector a través de la exposición de sucesivas imaginaciones razonadas. Su primera línea define la motivación de la narración entera: “Leí, días pasados...”
Como corresponde a una novela borgeana, está alejada del realismo convencional pero, a la vez, sentimos la intensa realidad de su narrador, desatento a los accidentes del presente más inmediato a la escritura, con excepción de tres breves capítulos: “Anotación al 23 de agosto de 1944” y “Dos libros”, ambos dedicados al nazismo, y “Nuestro pobre individualismo”, que comienza así: “Las ilusiones del patriotismo no tienen término.” Curiosamente, el peronismo es invisible a lo largo de la obra.
La trama opera por acumulación; es sencilla y también monótona, para hacer evidente la monotonía que gobierna la vida del narrador: “Consideremos una vida en cuyo decurso las repeticiones abundan: la mía, verbigracia. No paso ante la Recoleta sin recordar que están sepultados ahí mi padre, mis abuelos y trasabuelos, como yo lo estaré; luego recuerdo ya haber recordado lo mismo, ya innumerables veces; no puedo caminar por los arrabales en la soledad de la noche, sin pensar que ésta nos agrada porque suprime los ociosos detalles, como el recuerdo; no puedo lamentar la perdición de un amor o de una amistad sin meditar que sólo se pierde lo que realmente no se ha tenido; cada vez que atravieso una de las esquinas del Sur, pienso en usted, Helena; cada vez que el aire me trae un olor de eucaliptos, pienso en Adrogué, en mi niñez...”
También se repiten nombres –Kafka, Dante, Pascal, Quevedo, Kipling, Coleridge, Chesterton–, líneas o párrafos –“Observa Coleridge que todos los hombres nacen aristotélicos o platónicos”; “cada escritor crea a sus precursores”– pero tal vez más notable sea otra insistencia, la de la idea de que “acaso la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas”, y numerosos capítulos se dedican a verificarla. El pensamiento del narrador, su percepción del mundo, tiene la particularidad de que, donde otros sujetos verían novedades, cambios, cortes, él percibe repeticiones, continuidades que, como si fuese natural, ponen en relación de contigüidad hechos y objetos distantes en el tiempo y en el espacio. Esta costumbre mental es uno de los mayores encantos del narrador de la novela.
Una idéntica actitud –ya observada por Enrique Pezzoni en 1952– hacia la numerosa materia inquirida domina la narración; apenas alguna vez se abandona el tono mesurado y amable y se practica la diatriba: en el capítulo “Las alarmas del Doctor Américo Castro”, el narrador le atribuye al filólogo una “poderosa tiniebla” intelectual y lo descalifica como “lector inexplicable” o “incoherente redactor”. Pero es apenas uno de los capítulos y tiene el efecto de desconcertar al lector, como ocurre en muchas novelas modernas.
Otras inquisiciones ocupó a Borges durante quince años, entre 1937 y 1952 –algo menos de lo que demoró Dante en componer La Comedia–, aunque la mayor parte de los capítulos la escribió luego de febrero de 1946, cuando fue llevado a renunciar a su puesto como auxiliar en la biblioteca Miguel Cané, en el barrio de Boedo. En algún sentido, la única novela escrita por Borges la debemos al peronismo.
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Momentos Ilustrativos
2 de septiembre de 2012
Teatro del absurdo en Prolilat
“Señor, sobre todo nada de filología. La filología lleva a lo peor…”
Eugene Ionesco. La lección
Eugene Ionesco. La lección
1 de julio de 2012
Tropos de la teoría literaria en Revista Luthor
Dándole a un paquete
En boxeo, se califica de "paquetes" a los boxeadores mediocres, de escaso nivel físico, poco populares o a punto de dejar el deporte, y que se usan para que los jóvenes en ascenso o los campeones acomodados tengan a alguien para ganarle fácil y mejorar su record.
En el difuso (pero de todas formas competitivo) ámbito de la teoría, en donde cada uno puede construir su ascendencia con las fuentes más variadas, también cada uno puede elegir contra quién pelearse para ganar un poco de fama o dar al menos la impresión de que está diciendo algo importante. Y a la hora de elegir un rival, muchos prefieren apuntar bien abajo, a donde seguro acertarán antes que arriesgarse a un KO en el primer round.
Afortunadamente, la mayoría de las escuelas y corrientes de pensamiento tienen conocidos puntos débiles, epígonos(a menudo profanadores semi encubiertos), textos que salieron mal (tal como sus mismos autores señalan), períodos de obvia decadencia, etc. Entonces, si vamos a atacar al estructuralismo, no vayamos a los libros más sólidos de Levi-Strauss: siempre será más fácil pegarle a algún texto perdido de Bremond. Si vamos a criticar al marxismo en los estudios literarios, nos cuidaremos del uppercut culturalista de Jameson: mucho más fácil va a ser cuestionar algún texto del período cuadrado de Lukács, etc. etc.
Está emparentado con defoliando el rizoma y puede ser la vía de entrada a una refutación agujero negro.
Ejemplos
L. Funes hace algo de esto cuando critica a Derrida por su texto en defensa a Paul de Man y a Deleuze por su estilo retórico en Rizoma.
Epíteto crítico
"En este ensayo querría reflexionar acerca de lo que considero el perdurable aporte de Northrop Frye a los estudios culturales. Una vez escribí acerca de él definiéndole como el más grande historiador nato de la cultura de nuestro tiempo..." - H.White
Así como en la Ilíada no deja de repetirse que Aquiles es el de los pies ligeros y en el Poema del Mío Cid que este último en buena hora çinxo espada, hay ciertos textos críticos que nos agotan con lugares comunes un tanto menos elaborados, como el "maravilloso" Mímesis de Auerbach, el "ineludible" S/Z de Barthes o la "imperecedera" Historia de la Locura de Michel Foucault. Su uso laudatorio es frecuente entre aquellos que se proclaman enanos sobre los hombros de los gigantes o entre grupos de amigos/aliados.
Pero en otros casos, estos cargosos adjetivos sirven más para eludir que para mostrar: no es raro usarlos para elogiar obras y autores que en rigor no se toman en cuenta, pero que queda bien mencionar para evitar una omisión misteriosa.
Ejemplos:
Frecuente en relación a Auerbach, Bajtin y en ocasiones en relación a N.Frye también. Un uso más original nos ofrece Daniel Link cuando se refiere a Lukacs como el "comisario búlgaro" o Leonardo Funes que nunca menciona a Piglia sin acusarlo de "ladrón".
Defoliando el rizoma
Una forma de ganarse la simpatía del público es acusar lo entrevesado de irracional, lo asistemático de inútil. Siempre es agradable que nos digan que eso que nos cuesta entender es inentendible, o que no vale la pena entenderlo. Si está acompañado de una crítica pormenorizada puede ser un Iluminando las cavernas, pero a menudo este recurso se utiliza simplemente para saltear lo incómodo o lo raro enumerando rápidamente dos o tres conceptos sacados de contexto (“no nos vamos a meter con toda esa pavada de desterritorialización, formaciones discursivas y zoopolítica”) y dar por sentado que si hubiera tiempo sería posible defoliar esos rizomas hasta la nada misma... pero ¿para qué?.
Ejemplos
Leonardo Funes, el Grupo Luthor.
Esquilax
"Jefe Gorgory: Uhhh, y aquí, de las tinieblas de la historia, aparece el legendario Esquilax: un caballo con cabeza de conejo y... cuerpo de conejo."
¿Qué es algo que tiene cuatro patas, ladra y mueve la cola? El crítico nos demostrará que no se trata de un perro. Cuando todo indique X evidentemente estamos frente a un caso de ¬X. Las apariencias engañan y el crítico es el encargado de develar la verdad del asunto. El padre de Hamlet en realidad no está muerto y es homosexual, Conan Doyle jamás escribió un policial, la literatura argentina no existe. Todo depende de poder demostrarlo, o de dar la impresión de que, eventualmente, se podría. Puede tratarse de un caso atenuado de 2500 años de imbecilidad.
Ejemplos
L. Funes opinando sobre literatura argentina, D. Link en su lectura de El Principito, M. Vedda sobre lo trivial en Kafka.
Tomado de http://revistaluthor.com.ar/TLtropes/index.php/Esquilax
En boxeo, se califica de "paquetes" a los boxeadores mediocres, de escaso nivel físico, poco populares o a punto de dejar el deporte, y que se usan para que los jóvenes en ascenso o los campeones acomodados tengan a alguien para ganarle fácil y mejorar su record.
En el difuso (pero de todas formas competitivo) ámbito de la teoría, en donde cada uno puede construir su ascendencia con las fuentes más variadas, también cada uno puede elegir contra quién pelearse para ganar un poco de fama o dar al menos la impresión de que está diciendo algo importante. Y a la hora de elegir un rival, muchos prefieren apuntar bien abajo, a donde seguro acertarán antes que arriesgarse a un KO en el primer round.
Afortunadamente, la mayoría de las escuelas y corrientes de pensamiento tienen conocidos puntos débiles, epígonos(a menudo profanadores semi encubiertos), textos que salieron mal (tal como sus mismos autores señalan), períodos de obvia decadencia, etc. Entonces, si vamos a atacar al estructuralismo, no vayamos a los libros más sólidos de Levi-Strauss: siempre será más fácil pegarle a algún texto perdido de Bremond. Si vamos a criticar al marxismo en los estudios literarios, nos cuidaremos del uppercut culturalista de Jameson: mucho más fácil va a ser cuestionar algún texto del período cuadrado de Lukács, etc. etc.
Está emparentado con defoliando el rizoma y puede ser la vía de entrada a una refutación agujero negro.
Ejemplos
L. Funes hace algo de esto cuando critica a Derrida por su texto en defensa a Paul de Man y a Deleuze por su estilo retórico en Rizoma.
Epíteto crítico
"En este ensayo querría reflexionar acerca de lo que considero el perdurable aporte de Northrop Frye a los estudios culturales. Una vez escribí acerca de él definiéndole como el más grande historiador nato de la cultura de nuestro tiempo..." - H.White
Así como en la Ilíada no deja de repetirse que Aquiles es el de los pies ligeros y en el Poema del Mío Cid que este último en buena hora çinxo espada, hay ciertos textos críticos que nos agotan con lugares comunes un tanto menos elaborados, como el "maravilloso" Mímesis de Auerbach, el "ineludible" S/Z de Barthes o la "imperecedera" Historia de la Locura de Michel Foucault. Su uso laudatorio es frecuente entre aquellos que se proclaman enanos sobre los hombros de los gigantes o entre grupos de amigos/aliados.
Pero en otros casos, estos cargosos adjetivos sirven más para eludir que para mostrar: no es raro usarlos para elogiar obras y autores que en rigor no se toman en cuenta, pero que queda bien mencionar para evitar una omisión misteriosa.
Ejemplos:
Frecuente en relación a Auerbach, Bajtin y en ocasiones en relación a N.Frye también. Un uso más original nos ofrece Daniel Link cuando se refiere a Lukacs como el "comisario búlgaro" o Leonardo Funes que nunca menciona a Piglia sin acusarlo de "ladrón".
Defoliando el rizoma
Una forma de ganarse la simpatía del público es acusar lo entrevesado de irracional, lo asistemático de inútil. Siempre es agradable que nos digan que eso que nos cuesta entender es inentendible, o que no vale la pena entenderlo. Si está acompañado de una crítica pormenorizada puede ser un Iluminando las cavernas, pero a menudo este recurso se utiliza simplemente para saltear lo incómodo o lo raro enumerando rápidamente dos o tres conceptos sacados de contexto (“no nos vamos a meter con toda esa pavada de desterritorialización, formaciones discursivas y zoopolítica”) y dar por sentado que si hubiera tiempo sería posible defoliar esos rizomas hasta la nada misma... pero ¿para qué?.
Ejemplos
Leonardo Funes, el Grupo Luthor.
Esquilax
"Jefe Gorgory: Uhhh, y aquí, de las tinieblas de la historia, aparece el legendario Esquilax: un caballo con cabeza de conejo y... cuerpo de conejo."
¿Qué es algo que tiene cuatro patas, ladra y mueve la cola? El crítico nos demostrará que no se trata de un perro. Cuando todo indique X evidentemente estamos frente a un caso de ¬X. Las apariencias engañan y el crítico es el encargado de develar la verdad del asunto. El padre de Hamlet en realidad no está muerto y es homosexual, Conan Doyle jamás escribió un policial, la literatura argentina no existe. Todo depende de poder demostrarlo, o de dar la impresión de que, eventualmente, se podría. Puede tratarse de un caso atenuado de 2500 años de imbecilidad.
Ejemplos
L. Funes opinando sobre literatura argentina, D. Link en su lectura de El Principito, M. Vedda sobre lo trivial en Kafka.
Tomado de http://revistaluthor.com.ar/TLtropes/index.php/Esquilax
11 de febrero de 2012
Arguedas y el Cuzco

CHARLA/CONFER.
ARGUEDAS Y EL CUZCO
EL 16/02/2012 A LAS 19:00 HS.
CCEBA SEDE FLORIDA 943
POR LUIS NIETO
Como todas las ciudades cargadas de historia y dueñas además de un encanto particular, el Cuzco ha motivado eso que podríamos llamar una "mitología literaria"; es decir, diversas representaciones que son reflejo del hondo impacto que la urbe causa entre poetas, narradores y ensayistas, sean o no nativos de la ciudad imperial.
Esta mitología literaria nos muestra a lo largo del siglo XX la imagen de una ciudad sagrada, cuna de la más alta civilización que floreció en suelo peruano hasta antes de la llegada de los europeos y, por lo mismo, centro del mundo andino o, como se suele decir, atribuyéndole ese significado al topónimo quechua Qosqo, "ombligo del mundo".
En este coro de voces que ha ido construyendo una imagen estereotipada del Cuzco, sobresale nítidamente, por la originalidad y profundidad de sus planteamientos, la voz de José María Arguedas. La charla aborda tres textos del autor de Todas las sangres para realizar un análisis de la imagen que construye del Cuzco, dos de corte ensayístico y uno de ficción.
Organiza: EMBAJADA DE PERÚ EN LA ARGENTINA
/feb2012/cuzco.jpgLUIS NIETO (Cuzco, 1955). Ha publicado los libros de cuentos Harta cerveza y harta bala (1987), La joven que subió al cielo (1988), Como cuando estábamos vivos (1989) y Señores destos reynos (1994). Con cuentos de corte histórico incluidos en este último volumen ganó dos de los más importantes premios literarios del Perú, el Copé concedido por Petroperú, y el César Vallejo, que otorgaba el suplemento Dominical del diario El Comercio. El 2003 publicó su primera novela, Cuzco después del amor; el 2007, Asesinato en la gran ciudad del Cuzco (Ed. Norma) y el 2008, El guachimán y otras historias (Alfaguara). La novela corta que da título a este último conjunto ha sido llevada al cine en 2010 por el director Gastón Vizcarra. Actualmente es el coordinador de la Unidad de Difusión del Centro Guaman Poma de Ayala, ONG cuzqueña que publica las revistas Parlante y Crónicas Urbanas.
14 de julio de 2011
Turismo sexual y variedad femenina
Ulises, el primer turista sexual
Un desmitificador ensayo propone veinte lecturas distintas de la 'Odisea'
JOSÉ ANDRÉS ROJO
Ulises pudo volver a Ítaca porque Poseidón, su feroz enemigo, no asistió a la asamblea en la que los dioses discutieron si permitían al héroe volver a casa. Faltó su voto, y ganó la facción de Atenea, su benefactora. Así que Ulises regresó a su país y se enfrentó a los pretendientes que acosaban a Penélope, su mujer, y dilapidaban sus riquezas. Es curioso que pudiera regresar a Ítaca sólo porque Poseidón se hubiera corrido una gran juerga con comilona incluida de toros y corderos. Eran alimentos que estaban prohibidos para los dioses.
El viaje de Ulises fue olvidado y sólo volvió a fascinar en el siglo XX
A las feministas les disgusta el papel de Penélope, ama de casa más que reina
Los marxistas ven en el episodio de las sirenas la lucha de clases
Núria Perpinyà cuenta la historia durante una conversación en Madrid y explica que procede de la lectura que los estructuralistas hicieron de la Odisea, el poema trágico que cuenta las aventuras de Ulises después de la guerra de Troya. Esta es sólo una de las 20 interpretaciones del clásico que la escritora analiza en Las criptas de la crítica (Gredos), donde revela que los posmodernos, por ejemplo, consideran a Ulises el primer turista de la historia y, teniendo en cuenta sus ardientes relaciones con Circe y Calipso y su promiscuidad, se le podría considerar, escribe, "el primer turista sexual que satisface sus deseos eróticos en tierras exóticas".
Veinte interpretaciones que son otros tantos viajes alrededor de una obra inagotable. "Los estructuralistas se acercaron a la Odisea a partir de la comida y desde allí buscaron comprender cuanto allí se narraba", comenta Perpinyà (Lleida, 1961). Pero hay quienes la han leído atendiendo al ritmo de sus versos, otros lo han hecho para entender la personalidad de Homero y los de más allá han pretendido explicarse la sociedad griega de aquella época.
Está la crítica biográfica, la psicológica, la temático-moral, la social, la filológica, la historiográfica. La que hicieron los marxistas y las feministas, la de la escuela formalista y la deconstructiva, la impresionista, la del nuevo historicismo y la del new criticism...
Profesora de Teoría de la Literatura en la Universidad de Lleida, Núria Perpinyà ha publicado cuatro novelas en catalán y un ensayo sobre las lecturas críticas de la obra de Gabriel Ferrater. Hay mucha sabiduría e información en su libro sobre la Odisea, pero también hay sentido del humor. Cada capítulo desentraña las claves de las distintas maneras de leer el texto (sus referentes teóricos, sus maestros y logros, sus objetivos y desafíos). Y termina con un pastiche: la autora remeda a la corriente que acaba de analizar y nos cuenta desde sus esquemas su interpretación de la Odisea. Y es ahí donde los posmodernos consideran a Ulises el primer turista sexual.
A la crítica feminista no le gusta mucho el papel de Penélope, que es más ama de casa que reina. Pero celebran la variedad de papeles femeninos que hay en la obra: Atenea, la diosa de la inteligencia; Nausica, con su dulzura e inocencia; la apasionada Calipso; Circe y sus malas artes, y las sirenas. "Tanta variedad de caracteres femeninos desaparece de la literatura desde los griegos hasta por lo menos finales del XVIII", dice Perpinyà. "Las mujeres quedaron durante ese largo periodo reducidas a ser o santas o fulanas".
Entre los marxistas, T. W. Adorno y M. Horkheimer, de la Escuela de Francfort, se centran en el episodio de las sirenas para diagnosticar la lucha de clases. "Ulises puede permitirse no trabajar y escuchar el canto de las sirenas, aunque por estar atado no tenga capacidad de intervenir. A los marineros, la clase trabajadora, se les pone en cambio cera en los oídos para que sigan pringando". Perpinyà señala que hay que tener en cuenta que la Odisea es anterior a la polis, a la democracia, a la filosofía.
En el pastiche que la escritora catalana ha escrito para el capítulo sobre la crítica biográfica, la que pone el acento al interpretar las obras en la vida de sus autores, defiende apasionadamente que Homero existió, cuando se admite desde hace ya tiempo que hubo por lo menos dos autores detrás de la Ilíada y la Odisea y que trabajaron además sobre unos versos que procedían de la tradición oral. "Hay que leer la Odisea en verso", dice. "Así fue concebida y así se fue recitando en su tiempo, siguiendo la tradición oral. No tendría sentido acercarse hoy sólo a las letras de las canciones de los Beatles. Sin la música no son nada".
Igual que hay corrientes que se acercan al texto clásico con las anteojeras propias de una escuela de pensamiento determinada, y muchas veces sus lecturas chirrían, hay otras interpretaciones que ofrecen una información muy sofisticada ("te pueden dar pistas sobre toda la literatura viajera, por ejemplo") o invitan a relativizar tópicos que se dan por hechos. Es lo que ocurre con la crítica comparada o con la crítica historiográfica. "La Odisea dejó de interesar al llegar la Edad Media y sólo volvió a levantar pasiones en el siglo XX", explica. "Hasta entonces la consideraron un poco folclórica y vulgar. Las cosas no son tan estables como imaginamos, hay cambios bruscos y las opiniones y los valores pueden transformarse radicalmente".
No parece ser eso lo que ha ocurrido con esta joven profesora y novelista. Sus pasiones son duraderas. Hace unos quince años leyó la interpretación estructuralista de la Odisea, la que analiza la obra a través de la comida, y le fascinó. Desde entonces lleva trabajando en Las criptas de la crítica, un libro que a la postre es una ardiente defensa del perspectivismo. No hay una verdad única, no existe la lectura definitiva: hay variaciones. No hay por tanto una Odisea: hay muchas.
Un desmitificador ensayo propone veinte lecturas distintas de la 'Odisea'
JOSÉ ANDRÉS ROJO
Ulises pudo volver a Ítaca porque Poseidón, su feroz enemigo, no asistió a la asamblea en la que los dioses discutieron si permitían al héroe volver a casa. Faltó su voto, y ganó la facción de Atenea, su benefactora. Así que Ulises regresó a su país y se enfrentó a los pretendientes que acosaban a Penélope, su mujer, y dilapidaban sus riquezas. Es curioso que pudiera regresar a Ítaca sólo porque Poseidón se hubiera corrido una gran juerga con comilona incluida de toros y corderos. Eran alimentos que estaban prohibidos para los dioses.
El viaje de Ulises fue olvidado y sólo volvió a fascinar en el siglo XX
A las feministas les disgusta el papel de Penélope, ama de casa más que reina
Los marxistas ven en el episodio de las sirenas la lucha de clases
Núria Perpinyà cuenta la historia durante una conversación en Madrid y explica que procede de la lectura que los estructuralistas hicieron de la Odisea, el poema trágico que cuenta las aventuras de Ulises después de la guerra de Troya. Esta es sólo una de las 20 interpretaciones del clásico que la escritora analiza en Las criptas de la crítica (Gredos), donde revela que los posmodernos, por ejemplo, consideran a Ulises el primer turista de la historia y, teniendo en cuenta sus ardientes relaciones con Circe y Calipso y su promiscuidad, se le podría considerar, escribe, "el primer turista sexual que satisface sus deseos eróticos en tierras exóticas".
Veinte interpretaciones que son otros tantos viajes alrededor de una obra inagotable. "Los estructuralistas se acercaron a la Odisea a partir de la comida y desde allí buscaron comprender cuanto allí se narraba", comenta Perpinyà (Lleida, 1961). Pero hay quienes la han leído atendiendo al ritmo de sus versos, otros lo han hecho para entender la personalidad de Homero y los de más allá han pretendido explicarse la sociedad griega de aquella época.
Está la crítica biográfica, la psicológica, la temático-moral, la social, la filológica, la historiográfica. La que hicieron los marxistas y las feministas, la de la escuela formalista y la deconstructiva, la impresionista, la del nuevo historicismo y la del new criticism...
Profesora de Teoría de la Literatura en la Universidad de Lleida, Núria Perpinyà ha publicado cuatro novelas en catalán y un ensayo sobre las lecturas críticas de la obra de Gabriel Ferrater. Hay mucha sabiduría e información en su libro sobre la Odisea, pero también hay sentido del humor. Cada capítulo desentraña las claves de las distintas maneras de leer el texto (sus referentes teóricos, sus maestros y logros, sus objetivos y desafíos). Y termina con un pastiche: la autora remeda a la corriente que acaba de analizar y nos cuenta desde sus esquemas su interpretación de la Odisea. Y es ahí donde los posmodernos consideran a Ulises el primer turista sexual.
A la crítica feminista no le gusta mucho el papel de Penélope, que es más ama de casa que reina. Pero celebran la variedad de papeles femeninos que hay en la obra: Atenea, la diosa de la inteligencia; Nausica, con su dulzura e inocencia; la apasionada Calipso; Circe y sus malas artes, y las sirenas. "Tanta variedad de caracteres femeninos desaparece de la literatura desde los griegos hasta por lo menos finales del XVIII", dice Perpinyà. "Las mujeres quedaron durante ese largo periodo reducidas a ser o santas o fulanas".
Entre los marxistas, T. W. Adorno y M. Horkheimer, de la Escuela de Francfort, se centran en el episodio de las sirenas para diagnosticar la lucha de clases. "Ulises puede permitirse no trabajar y escuchar el canto de las sirenas, aunque por estar atado no tenga capacidad de intervenir. A los marineros, la clase trabajadora, se les pone en cambio cera en los oídos para que sigan pringando". Perpinyà señala que hay que tener en cuenta que la Odisea es anterior a la polis, a la democracia, a la filosofía.
En el pastiche que la escritora catalana ha escrito para el capítulo sobre la crítica biográfica, la que pone el acento al interpretar las obras en la vida de sus autores, defiende apasionadamente que Homero existió, cuando se admite desde hace ya tiempo que hubo por lo menos dos autores detrás de la Ilíada y la Odisea y que trabajaron además sobre unos versos que procedían de la tradición oral. "Hay que leer la Odisea en verso", dice. "Así fue concebida y así se fue recitando en su tiempo, siguiendo la tradición oral. No tendría sentido acercarse hoy sólo a las letras de las canciones de los Beatles. Sin la música no son nada".
Igual que hay corrientes que se acercan al texto clásico con las anteojeras propias de una escuela de pensamiento determinada, y muchas veces sus lecturas chirrían, hay otras interpretaciones que ofrecen una información muy sofisticada ("te pueden dar pistas sobre toda la literatura viajera, por ejemplo") o invitan a relativizar tópicos que se dan por hechos. Es lo que ocurre con la crítica comparada o con la crítica historiográfica. "La Odisea dejó de interesar al llegar la Edad Media y sólo volvió a levantar pasiones en el siglo XX", explica. "Hasta entonces la consideraron un poco folclórica y vulgar. Las cosas no son tan estables como imaginamos, hay cambios bruscos y las opiniones y los valores pueden transformarse radicalmente".
No parece ser eso lo que ha ocurrido con esta joven profesora y novelista. Sus pasiones son duraderas. Hace unos quince años leyó la interpretación estructuralista de la Odisea, la que analiza la obra a través de la comida, y le fascinó. Desde entonces lleva trabajando en Las criptas de la crítica, un libro que a la postre es una ardiente defensa del perspectivismo. No hay una verdad única, no existe la lectura definitiva: hay variaciones. No hay por tanto una Odisea: hay muchas.
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Encomillados,
Momentos Ilustrativos
18 de junio de 2011
Altisidora se compara con Dido





"Una segunda vez, Dido recurre a las lágrimas, una segunda vez intentará los ruegos; y vencido por el amor, su orgullo se volverá suplicante; no quiere abandonar la vida sin antes haberlo intentado todo.
-Ana, ¿los ves apresurarse en la orilla? ¿los ves precipitarse de todas partes? Ya la vela llama a los vientos, y los marineros gozosos ponen las coronas sobre las popas; y yo, hermana mía, si he podido exponerme a semejante dolor, ¡podría soportarlo! Sin embargo, sirve aún otra vez a mi infortunio, querida Ana, tú puedes hacerlo; porque el muy pérfido, sólo a ti te perdona; él te confiaba incluso los secretos de su pensamiento, sólo tú conocías el momento en que era más fácil tener acceso al corazón de ese hombre. Ve, hermana mía, suplicante, ve al encuentro de ese enemigo soberbio; dile que en la Álida no juré con los griegos destruir al pueblo troyano, ni envíe mi flota contra Pérgamo; que no he ultrajado las cenizas y los manes de su padre Anquises. ¿Por qué, entonces, cierra a mis palabras sus despiadados oídos? ¿Adónde corre presuroso? Que por lo menos conceda a su desdichada amante una gracia postrera: que espere una huida fácil y vientos favorables. No, yo ya no invoco el himeneo que él ha abandonado, ya no le pido que abandone aquel hermoso Lacio y renuncie a su imperio. No pido más que una vana dilación, un lapso de reposo a mi ardor, para que la fortuna enseñe a padecer a aquella a la cual ha vencido ¡Es la última gracia que yo imploro, Ana!, ten piedad de tu hermana; cuando él me la haya concedido, mi agradecimieno no tendrá otro término que mi muerte."
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Maravillas de la naturaleza,
Momentos Ilustrativos
14 de mayo de 2011
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