Mostrando entradas con la etiqueta Escritos para seguirla. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Escritos para seguirla. Mostrar todas las entradas

12 de agosto de 2023

Estamos separados de los gritos y el dolor por la escritura colonial

 "El descubrimiento del Nuevo Mundo, la primera visión de tierra, el desembarco en la primera isla, la primera fundación, los primeros naranjos, y otros mo(nu)mentos “primeros” que reclama el colonialismo, pueden ponerse, por ejemplo, en cortocircuito con la primera violación; esto es, la primera reportada en América. Me refiero al conocido relato16 de “la ‘bellísima’ canibalesca rebelde que Colón le regaló a Michele Cuneo en el segundo viaje, y que éste tortura hasta que se porta, según él, como una meretriz ‘armaestrata a la scola de bagasse’” (Canibalia 117). Cuneo escribe o, deberíamos decir, confiesa: 

    Estando yo en la barca tomé una caníbal bellísima, la cual me regaló el señor Almirante; y teniéndola     en mi camarote, al estar desnuda según su usanza, me vino deseo de solazarme con ella; y al querer         poner en obra mi deseo ella, resistiéndose, me araño de tal modo con sus uñas que yo no hubiese             querido entonces haber comenzado; pero visto aquello, [...] agarré una correa y le di una buena tunda         de azotes, de modo que lanzaba gritos inauditos que no podrías creer. Por último, nos pusimos de             acuerdo de tal manera que os puedo decir que de hecho parecía amaestrada en la escuela de                     rameras (Consuelo Varela y Juan Gil 242). 

La escritura colonial encripta la violencia que la hace posible y los arañazos y gritos que se le oponen. Este pasaje, sin embargo, ofrece una imagen dialéctica del pasado que, extrañada en el presente, ilumina la violencia colonial, la resistencia contracolonial y los términos históricos del “acuerdo” y la sujeción “voluntaria” de esa niña secuestrada, torturada y violada a fines de 1494. Pensemos por un momento en esa violencia, evidentemente encriptada, que por un lado fue y, por el otro, sigue siendo de múltiples maneras. Estamos separados de los gritos y el dolor por la escritura colonial que, al mismo el tiempo, hace presente esa violencia. La letra nos separa del y nos acerca al horror. No nos llamemos a equívocos. El colonialismo escribe y siembra naranjos y rosas sobre campos de muerte."


Carlos Jáuregui

15 de abril de 2023

Los frutos endogámicos de mi tarde lectora

  Es de los autores que descubrí más recientemente en seminario de Ansolabehere, los dos cuentos que leí de él "La luz mala dentro de mí"y "Lobisón de mi alma" me enamoraron totalmente, me dieron ganas de escribir, de seguir escribiendo, por ese lado de los monstruos lugareños que manda la Enriquez. Tenía todas sus novelas anotadas en mi lista para la Feria del libro.

Resulta que recién, siguiendo una intensa ola lectora que me revolcó esta tarde, buscando lo que tenía en casa de Carlos Fuentes porque Terra Nostra está 24 mil mangos en mercado libre y usado hay de 10, de 5, de 3800, no va que me encuentro con un Quirós que me esperaba desde que yo no sabía qué bueno es, comprado ciegamente pero con fe en la época en que recibía suscripción de uno de esos clubes que te mandan una novedad independiente cada mes. Bien por mis logros de coleccionista de toda la vida.

Hola, mi primer Quirós






16 de marzo de 2023

Otro autor que me encantó descubrir en este seminario "de terror"

 

Mariano Quirós: “Me interesa la gente que por miedo a perder algo se comporta de maneras absurdas”

"La luz mala dentro de mí", el libro de Mariano Quirós, reúne nueve cuentos en los que busca que los personajes "se sumerjan como exploradores" en diferentes escenarios de su provincia natal: Chaco. / Por Emilia Racciatti

Mariano Quirós (Resistencia, 1979) reúne en "La luz mala dentro de mí" nueve cuentos en los que busca que los personajes "se sumerjan como exploradores" en diferentes escenarios de la provincia de Chaco, definida como "un paisaje áspero y de belleza incómoda", desde el que el autor construye narradores a los que el mundo se les presenta como una aventura y una revelación.

Un jurado integrado por Fernanda García Lao, Félix Bruzzone y Elvio Gandolfo decidió que este libro editado ahora por Factotum Ediciones fuera el ganador del primer premio del Fondo Nacional de las Artes.

El escritor vive en Chaco y dirige, junto a Pablo Black, el sello editorial Colección Mulita. Este es su segundo libro de cuentos pero el primero que escribió solo, ya que el anterior fue en coautoría con Black y Germán Parmetler.

Antes Quirós publicó cuatro novelas por las que obtuvo diversos premios: "Robles" (Primer Premio Bienal-CFI), "Torrente" (Premio Festival Iberoamericano de Nueva Narrativa), "Río Negro" (Premio Laura Palmer no ha muerto; publicada en Francia por la editorial La dernière goutte), "Tanto correr" (Premio Francisco Casavella) y "No llores, hombre duro" (Premio Festival Azabache; Memorial Silverio Cañada, Semana Negra de Gijón).

En diálogo con Télam, el escritor se refirió a la provincia desde la que escribe como "un territorio escandaloso" y también "muy literario", que le genera "tanto miedo como encanto".

 

-Télam: Venías trabajando el género novela... ¿Cómo llegaste a este libro. Cómo fue el proceso?
-Mariano Quirós: Siempre me pareció más adecuado y pertinente que el primer libro de un escritor sea de cuentos. Al que debería seguirle, tal vez, otro libro de cuentos. Pasados unos cuantos años, ahí recién tendría que publicar uno su primera novela. Pero las cosas se dieron de otra manera, me dejé llevar por otros impulsos y los cuentos, mientras tanto, se fueron acumulando sin llegar a formar algo como "un libro". Hasta que un día, motivado por una seguidilla de libros de cuentos que acababa de leer, corté por la mitad la escritura de una novela y me dije: "ya es hora de armar mi propio libro de cuentos". Así que cerré los ojos -como para leer en profundidad-, junté los que tenía escritos, vi en cuáles había, por así decirlo, una misma línea, y me zambullí un poco más en esa dirección, hacia un tono oscuro que les diera cohesión y a la vez los ensuciara un poco. Mucho después vi la luz, que al fin y al cabo no es tan mala.

-T: ¿Cómo surgió la idea de que haya tantos narradores que son niños en los cuentos?
-MQ: Más que "narradores niños" en particular, me interesaban narradores que guardaran un cierto candor, un aire de inocencia que contrastara con el mundo retorcido en que se sumergían. Un mundo que puede ser el de la literatura -pero la literatura en su costado más marginal y ramplón, que es también el más aventurero- o bien el corazón de una casa de gente que vive presa del pánico y supone que con un arma estará más segura.

-T: Ya habías ganado otro premio con tu novela "No llores, hombre duro", ahora obtuviste el del Fondo Nacional de las Artes, ¿cómo los recibís y qué lugar les das?
-MQ: Tengo mucha suerte con los premios literarios. Me llenan de alegría y me permiten publicar cada cosa que escribo.

-T: La provincia de Chaco está muy presente en los cuentos. ¿Fue algo intencional o aparece por ser el lugar desde el que escribís?
-MQ: Nací en el Chaco, viví casi toda mi vida en Resistencia. Es un territorio escandaloso y, para mi gusto, muy literario. Sobre todo el interior de la provincia -que es muy distinto a Resistencia, casi dos opuestos-, y que me genera tanto miedo como encanto. No es que conozca mucho el interior, hasta diría que no lo conozco. Pero por eso mismo me gusta escribir desde ahí, ubicarme ahí, para escribir como al tanteo. Que los personajes -y yo con ellos- se sumerjan como exploradores en ese paisaje un tanto áspero y de belleza incómoda, por decirlo de algún modo. Que sea una aventura y una revelación.

-T: A su vez hay un eje que es el de la familia y dentro de ese eje tiene mucho protagonismo el vínculo entre los hermanos. Es casi un vínculo "salvador" y de mucha complicidad. Pienso en "Un arma en la casa" o en "Una paliza literaria".
-MQ: Puede ser de complicidad, pero también hay momentos en que el vínculo entre hermanos es una mera complicación. También me interesan los otros vínculos familiares, padres, abuelos, todos en una situación de cariño un tanto desaforado. Gente que, por miedo a perder algo, o por no saber conservarlo, se comporta de maneras absurdas. O de manera literaria, para decirlo poéticamente. O como dice uno de los personajes: sin miedo a ser cursi. Esto lo digo a cuento de que, alguna vez, hace unos cuantos años, mi mayor temor era caer en alguna que otra cursilería. Ahora quiero creer que pasé una barrera y que, simplemente, esos pruritos me importan menos. En cualquier momento empiezo a escribir como Sandro.

-T: Por otro lado, ¿qué lees. Hay algo de literatura argentina contemporánea que te interesa especialmente?
-MQ: Leo todo lo que puedo, creo ser un buen lector. Además de que, entre otras cosas, conduzco junto a Pablo Black el sello Colección Mulita, así que es casi un imperativo que me interese la literatura argentina contemporánea. Hay autores de mi generación que me encantan, y de muchos tengo la suerte de ser amigo: el mismo Pablo Black, Germán Parmetler, Matías Aldaz, cuyo libro "La lluvia cae en todas partes" fue precisamente uno de los que me hizo pensar en tener de una vez mi propio libro de cuentos.
Hace poco leí "Poesía estupefaciente", de Germán Maggiori, y pasé una temporada de plena paranoia. Maggiori es simplemente -como dirían Truman Capote y su versión argentina mejorada, Miguel Molfino- un monstruo perfecto.

25 de mayo de 2021

Me estaba peleando con Enterrados, de Miguel Vitagliano, y de repente vi la luz

 Buenas tardes, Lara, cumpas: Les escribo en este feriado porque he avanzado con Enterrados y quiero desdecirme de todos mis disgustos del sábado pasado. ¡Mejora un montón!!! ¡Como si las piedras se acomodaran!! (Ah, no eso eran los melones) Cuando hablamos yo iba por el capítulo 18 y ahora por el 40, veremos, por ahí hacia el final cambio de nuevo, je.

Digo que fui encontrando sentidos a las conexiones y desconexiones iniciales. Aparece en capítulo 36 una justificación explícita del enterrado como pesadilla de Mitre y mi idea de intertextualidad con "El milagro secreto" aparece directamente: "La oscuridad de ese hombre prisionero librando una batalla, entregado a su milagro secreto." (P. 121)
Incluso las personajes femeninas empiezan a formar constelación de sentido (Ya les diré si se me ocurre alguna hipótesis antipatriarcal).

Creo que me interesaría preguntarle a Vitagliano algo como: ¿Por qué un escritor como él, del siglo XXI, recoma la línea de la tradición literaria argentina directamente del siglo XIX? ¿Qué pasó o no pasó en el s. XX que no está todavía "solucionado" o "procesado" y necesitamos volver a Mitre y a Sarmiento y a la Guerra Guasú? ¿Por qué Borges es tratado como contemporáneo, como par, y no como antecedente? (Digo esto no solo por esta novela sino tb por gestos como el de Cabezón Cámara con Las aventuras de la China Iron) Incluso me llaman poderosamente la atención todas las referencias a la educación (sentimental y literaria) ligadas direcatmente con Francia: ¿Qué linaje continúa la literatura argentina que fue planteado en los orígenes de la Nación y todo lo que transcurrió, literaria y políticamente, durante el siglo XX no pudo o no supo cortar o reencausar? ¿Sería un indicio que se tomen a Mitre y a Sarmiento como centrales y a Alberdi como citas, epígrafe disruptivo?

Quisiera creer que la centralidad de las personajes como Delfina y La Linch indican que ese proyecto inicial fue parcial, viril, civilizatorio en la líneal patriarcal del liberalismo y por eso todavía estamos tratando de completarlo. Je. Pero para esto último todavía no tengo evidencia (o poca aún).

Abrazo
Paula Irupé

6 de julio de 2018

Mi lectura de Corazón de perro de Mijail Bulgákov



TEÓRICOS        SEGUNDO PARCIAL DE LITERATURAS ESLAVAS

PAULA SALMOIRAGHI   20838420

6. Analice los usos de la animalidad en Corazón de perro relacionándolos con los conceptos de Deleuze sobre animalidad en “Devenir intenso, devenir animal”.


Afirman Deleuze y Guattari (2003) que:
Devenir es un rizoma, no es un árbol clasificatorio ni genealógico. Devenir no es ciertamente imitar, ni identificarse; tampoco es regresar-progresar; tampoco es corresponder, instaurar relaciones correspondientes; tampoco es producir, producir una filiación, producir por filiación. Devenir es un verbo que tiene toda su consistencia; no se puede reducir, y no nos conduce a "parecer", ni "ser", ni "equivaler", ni "producir".
                Pero los hombres científicos descriptos en Corazón de perro creen que ser humano o ser perro, ser burgués y decente o proletario y comunista, son categorías fijas entre las que ellos mismos pueden actuar mediante cortes de bisturí y manipulación de vísceras orgánicas o sociales donde se asentaría lo humano y lo perruno (hipófisis, cerebro, corazón, testículos, corbata, zapatos, teatro, circo). Los personajes doctores se consideran a sí mismos dioses dominadores de la vida, la muerte y la juventud y el devenir animal del protagonista y de la voz narradora los sumerge en una ola rizomática que los caricaturiza y nos los muestra en toda su monstruosa ruindad.
                La novela de Bulgárov propone, en términos de Deleuze y Guattari (2003), “zonas de indiscernibilidad” tanto en la voz narrativa como en los tres personajes centrales: los dos doctores y el operado. Se problematiza la posibilidad de manipular la identidad humana y animal en tanto el “experimento” resulta “fallido” (así lo consideran los personajes que lo realizaron) y debe retrotraerse en su procedimiento y, durante todas las escenas en que los tres aludidos se relacionan, sus cuerpos y conductas se contaminan en su aspecto y sus actitudes borrando los límites estrictos entre entidades que se ven a sí mismas como antagónicas.
            Por su lado, la voz narrativa se muestra inestable en su persona gramatical (de primera a tercera y viceversa sin marcas claramente limitantes) y en su punto de vista (focalización cero o en el perro). Además se incluyen páginas del diario del ayudante del doctor y secciones en las que los diálogos se acercan a las didascalias teatrales.
            El objetivo de estos procedimientos es desestabilizar la posición racional y jerárquica que asumen Filipp Filíppovic y Bormental como representantes del varón blanco, adulto, letrado y propietario ante el sujeto de sus experimentos que será nombrado como “el perro” o Shárik por los humanos que lo maltratan y utilizan, para luego elegir sus propios nombres y apellido en clara parodia a la cultura letrada: Poligraf Poligráfovich Shárikov reúne lo múltiple, lo gráfico de la letra escrita y el apellido “hereditario” que se hace cargo del apodo insultante volviéndolo  marca de orgullo como tantos grupos minoritarios han logrado a través de la historia de las discriminaciones (“gay”, “queer”, etc).
            Los doctores creen ubicarse en el escalón superior de la pirámide de la vida y tener derechos sobre los cuerpos animales pero también sobre los de otros humanos a los que consideran sirvientes o pobres o comunistas o ladrones incapaces de usar chanclos en una escalera con alfombra. Pero sus categorías jerárquicas se ven transformadas en devenires por la voz narradora que los nombra como “el mordido” y “el hierofante” (rango sacerdotal en antigua religión griega) y les asigna rasgos vampíricos, criminales y asesinos durante la primera operación.  La soberbia de los sujetos burgueses es claramente ridiculizada con las  referencias a Fausto como arquetipo del que aspira al conocimiento de lo sagrado a cualquier precio y a Calibán, el sometido que asume la voz del amo para insultarlo.
            Si “el devenir no produce nada por filiación” y “cualquier filiación sería imaginaria” (Deleuze y Guattari, 2003, p. 245), los humanos doctores intentan detener el devenir animal del protagonista para fijarlo en la imagen de “hombre decente” que ambos creen sostener y quieren reproducir. Shárik llama “papito” al doctor que “lo creó”, los vecinos creen que es su hijo bastardo. Él mismo alude a “mi perro” aunque la experiencia del sujeto contradiga toda noción de descendencia y de paternidad tanto como de posesión o esclavitud.    
No concuerdo con Alejandro Ariel González (2014) cuando afirma de “un experimento fallido termina convirtiendo a un perro de la calle en un humano privado de toda conciencia moral”. Creo que no se trata de cualquier perro de la calle sino de uno que estaba medio muerto a causa de un cocinero que lo escaldó con agua hirviendo y que es capaz de seguir a cualquiera que le ofrezca comida así como de quedarse por comodidad y por respeto a las marcas de clase (ver episodio en que sale a la calle con collar) que debe pagar con su libertad. Por otro lado, el humano en que se transforma no está privado de “toda” moral sino que no responde a la moral burguesa de sus creadores mientras en muchos momentos demuestra mucha más conciencia de clase y sentido de la justicia que todos los demás. Shárivoc actúa según principios mucho más básicos (hambre, amor, deseo, interés, odio) que los que esperan quienes creen que es “natural” conocer y respetar las normas de uso de un baño, unas ropas, unos edificios, unos empleos y unas convenciones sociales que no vienen incluidas ni en los testículos ni en la hipófisis de ningún hombre. Cuando el hombre-perro encuentra trabajo y esposa, entra en los parámetros del éxito y la aceptación social pero no dentro de lo esperado por sus creadores, estos lo acusan de ladrón y alcohólico y arruinan sus logros aunque ellos mismos mantengan el mismo tipo de relaciones mentirosas y de robo con sus pacientes.
            Los doctores acusan por los “malos” resultados de la transformación a la memoria que guardaría la hipófisis de la personalidad del criminal muerto de donde fue extraída. No se hacen cargo de que se trate de conductas humanas generales sino que apartan de sí el problema central sobre qué es o qué no es ser un hombre para condenar a Shárikov como eslabón inferior de su cadena evolutiva o como producto de una hipófisis humana que no es la de Spinoza.
            Resulta relevante que el nuevo hombre, el producto de la evolución científica, sea proletario y actúe de modos que Transfiguriev y Bormental consideran inferiores y subalternos en vez de adorar a ambos como dioses. También que no agradezca el paso a la humanidad ni sea más feliz con esa “evolución” ni se sienta en deuda con los “poderosos”.
            La animalidad de Shárivoc nos muestra que el hombre no es más que un perro afeitado y del que huye la criada. El proceso de transformación registrado por la narración parece seguir pasos muy claros (caída del pelo, lenguaje articulado, alargamiento de los huesos, risa, posición erguida, caída de la cola, traje y corbata, uso del baño, servilleta en la mesa) mientras el narrador mismo pierde la voz central para dar paso a la desesperada y borroneada escritura de Bormental que teme estar volviéndose loco ante lo que observa.
            El final, distópico y desesperanzado, muestra que “el crimen maduró y cayó  como una piedra, como suele suceder” (Bulgákov, 2014), que el amo volvió a tener al perro a sus pies y canta Aída, la ópera de Verdi (A las sagradas orillas del Nilo acudid, héroes egipcios! Que todos los coros pronuncien el grito: “¡Guerra y muerte al extranjero!”) como marca de su excelsa clase social y sus consumos culturales europeos pero también como versos que alaban el poder de someter a quienes se considera inferiores, salvajes o extranjeros. En contrapartida, Shárik ha recobrado su cuerpo inestable (entre lampiño y artista de circo), se ha liberado de las corbatas y las servilletas, ha vuelto a ser quien lleva el foco de la narración, quien asigna nuevamente los apodos de “mordido” y “mago” y asusta con su “origen impuro” y su “abuela ramera” a quienes vienen a reclamarle participación en los ridículos bandos políticos humanos mientras él se ha olvidado ya de todo y está caliente y con la panza llena en la alfombra.





Bibliografía

Bulgákov, Mijaíl (2014) Corazón de perro. Buenos Aires. Losada.
Deleuze, G. y Guattari, F. (2003) “Meseta 10: Devenir-intenso, devenir-animal, devenir-imperceptible”. En Mil mesetas.
González, Alejandro. (2014) “Introducción”. En Bulgákov, Mijaíl (2014) Corazón de perro. Buenos Aires. Losada.

Mi lectura feminija de Memorias del subsuelo y La chinche


PRÁCTICOS        SEGUNDO PARCIAL DE LITERATURAS ESLAVAS

PAULA SALMOIRAGHI   20838420

a) Memorias del subsuelo La chinche: similitud estructural y crítica al cientificismo radical.


            Los procedimientos estructurales y retóricos tanto de Dostoievski como de Maiacovski en las obras que nos ocupan funcionan como crítica del cientificismo, del racionalismo y de las ideas de progreso “del hombre” sostenidas por las construcciones políticas falogocentradas del patriarcado que ven en la humanidad solamente un camino lineal basado en combates, violencias y jerarquías verticales. En estos autores, críticos de sus contextos históricos, como en tantos otros que las feministas estamos releyendo a la luz de figuras e intereses contracanónicos, podemos ver que los proyectos políticos del “hombre” civilizado fracasan porque no se han dado cuenta de que el “hombre nuevo”, el sujeto de todas las utopías del siglo XX, es mujer. 
            Memorias del subsuelo y La chinche están compuestas ambas de dos partes que suceden en dos momentos temporales diferentes. El objetivo no es oponer las ideas de los “hombres” del 40, del 60  y sus hipotéticos continuadores sino mostrar que el camino que siguen es el mismo aunque batallen entre sí como enemigos. Para analizar las formas de este recorrido viril, nos es útil la figura del camino del héroe descripta por Joseph Campbell (1972) en El héroe de las mil caras.  Del mismo modo que los héroes arquetípicos, la cultura patriarcal imagina para sus sujetos una progresión que va desde el abandono del “hogar conocido” (formas sociales y políticas anteriores) hasta el “lugar de la aventura” (nuevas propuestas y revoluciones) pasando por obstáculos y batallas que ganará el héroe individual para conquistar bienes y fama que se entregarán al pueblo que lo reconocerá como vencedor.
            En contraposición con este modelo heroico, proponemos otro que he llamado “el no-camino de la heroína” (Salmoiraghi, 2012). La figura de la heroína puede ser ocupada por cualquier cuerpo individual o colectivo, humano, animal o social, que no necesite romper con lo anterior para “avanzar” hacia ningún premio o reconocimiento, sino que elija ampliar su lugar de influencia y covivencialidad en forma de círculos concéntricos o elipsis desfasadas dentro de las cuales las virtudes heroicas no son la fuerza, la valentía individual ni la inteligencia racional sino la comunicación comunitaria, la memoria, la capacidad de narrar y la reproducción de cuerpos y vidas para multiplicar la diversidad en vez de erigirse como únicos triunfadores.
            El hombre del subsuelo es, sin lugar a dudas, una heroína en vez de un antihéroe como él mismo se nombra. Está preso en los rituales de homosociabilidad viril y no se resigna a cumplir los roles que su contexto patriarcal le asigna. Tiene inhabilitado el permiso social para amar a su oficial y consume prostitución mientras siente que el contacto con el cuerpo de esa mujer, Lisa, es lo más abyecto que puede elegir para inmolarse. Se queja durante todo su discurso de lo que racionalmente se espera de él mientras la “cicatriz luminosa” de su deseo (Balderston, 2004) lucha por liberarse de las barreras que lo recortan y lo encorsetan sin dejarlo proliferar en el arte, la escritura, la soledad o la relación no jerárquica y mercantilista con hombres y mujeres.
            Las dos partes en que se divide cada texto están separadas una por la nieve y la otra por un incendio. Las fuerzas de la naturaleza, asociadas tradicionalmente con lo femenino e inmanejable para la mente racional viril, son las que quiebran las linealidades para mostrar que no hay evolución entre una etapa y otra sino que tanto el pasado como el futuro de los “hombres” de la revolución no son más que una seguidilla de fracasos.
            El único logro del hombre del subsuelo es la memoria, el dejar testimonio del fracaso de los hombres del 40 y del 60, de la ridiculez de sus pretensiones de honor y revolución basadas en presupuestos falsos. El exfuncionario, exvarón funcional al sistema, se recluye en el subsuelo luego de sus episodios sexoafectivos con el oficial y con Lisa, para feminizarse en la marginalidad, la pasividad y la escritura.
            La primera parte de La chinche también muestra relaciones de clase y de género hipócritas en las que los personajes masculinos se embetunan los cayos para aparentar lo que no son, están atados a la corbata, no piensan por temor a mover la cabeza y tratan de malconstruir una vida mejor contradiciéndose y traicionándose:

Prisipkin: ¡Maldito lo que le importa, apreciado camarada! ¿Para qué he luchado? Luché por una vida mejor. Y he aquí que de pronto la tengo entre las manos: una mujer, una casa y un verdadero refinamiento en los modales. En cuanto a mi deber, siempre sabré cumplir con él en caso de necesidad. Aquel que conquistó tiene derecho a descansar junto a un quieto arroyuelo. ¡Ea! Aún puede ser que yo eleve a toda mi clase con mi sentido del confort ¡Ea!(P.15)

                El dramaturgo parodia los discursos y las poses de los “hombres” de la revolución:

Baián (se pone en pie, vacilando, y vuelca su copa): Me siento feliz, feliz al contemplar, en un período dado de tiempo lleno de luchas, la elegante culminación del camino del camarada Scripkin. Verdad que perdió en ese camino una única tarjeta personal del partido, pero, en cambio, adquirió muchísimas cédulas del empréstito público. Nos fue dado armonizar y conjugar en él contradicciones de clase y de 20 otro tipo, en lo cual es imposible que una mirada marxista bien pertrechada no vea, por así decirlo, como en una gota de agua, la dicha futura de la humanidad, lo que la gente vulgar conoce con el nombre de socialismo. (P.17)

                Mientras otro orden de cosas trata de ganar espacio: la belleza, la música, el deseo como derroche, el amor no matrimonial y reproductivo:
Baián: ¡Respetados ciudadanos! La belleza... ¡es el motor del progreso! ¿Qué sería yo en calidad de modesto laborante? Una cuba... ¡y nada más! Y, ¿qué podría hacer en calidad de cuba? ¡Mugir! ¡Y nada más! En cambio, en mi calidad de Baián... ¡lo que se me antoje! Por ejemplo:
Oleg Baián
bebe cuanto le dan. (P.19)

            En la segunda parte, cincuenta años después del incendio que borró todas las marcas de la boda heteronormativa y económicamente clasista, cuando se debe decidir si resucitar o no al “héroe” que ha perdurado congelado por el agua de los bomberos, lo que se teme es revivir “las bacterias de la adulonería y la jactancia” (p. 29). Pero el resucitado, el que vuelve a nacer desde lo líquido, trae consigo una guitarra (que parece haber desaparecido en el futuro), una mirada del amor que abandonó por conveniencia y un insecto poco elegante: la chinche es un parásito que se alimenta del cuerpo del hombre, un cuerpo verde que ha sobrevivido gracias a la sangre del sujeto revolucionario y no a su mente ni a sus constructos políticos.  
            El futuro se contamina de lamebotas y adulones como perros y de muchachas víctimas del amor romántico mientras los inmunes son, nuevamente, los reporteros que tienen el poder de la palabra y la narración:
Dijeron los profesores que eran accesos de "enamoramiento" agudo... Así se llamaba una antigua enfermedad, que sobreviene cuando la energía sexual humana, sensatamente distribuida a lo largo de toda la vida, se condensa de pronto en una semana, como proceso inflamatorio galopante, que provoca las acciones más insensatas y disparatadas.(P. 36)


El héroe descongelado, devenido heroína, odia el futuro al que lo trae la ciencia, heredera de la evolución lineal del patriarcado, y pide, en cambio, rosas, sueños y una pared donde clavar la foto de su amor. Reclama:
Prisipkin: ¿Qué es esto? ¿Para qué luchamos y derramamos nuestra sangre si a mí, es decir, a un guía del proletariado, ni se me permite que me saque el gusto y baile una nueva danza en nuestra sociedad? (P. 40)

El final de la obra, igual que en la novela de Dostoievski, muestra el fracaso del “hombre” como “burguensis normalis”, enjaulado como un insecto, marginalizado por la sociedad hegemónica viril, víctima de sus propias construcciones utópicas que apostaron a la racionalidad falogocentrada dejando de lado los cuerpos sexuados y deseantes de cada ser vivo, único, irrepetible y digno en sus diferencias, su pluralidad y su integración comunitaria.



Bibliografía



Balderston, Daniel (2004) El deseo, enorme cicatriz luminosa. Ensayos sobre homosexualidades latinoamericanas  Rosario. Beatriz Viterbo editora.

Campbell, Joseph (1972) El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. México: Fondo de Cultura Económica.

Dostoievski, Fedor. (2008) Memorias del subsuelo. Prólogo y notas de Guillermo Saccomanno. Buenos Aires. Página 12.

Maiacovski, Vladimir. (1929) La chinche. Biblioteca Alfaomega. Disponible en file:///D:/facu%202018%20eslavas/la-chinche.pdf

Salmoiraghi, Paula (2012)  “Cruce de espacios, identidades y tradiciones en Río de las congojas de Libertad Demitrópulos”. Actas del Congreso Internacional de Letras. UBA. Buenos Aires. Disponible en  http://2012.cil.filo.uba.ar/sites/2012.cil.filo.uba.ar/files/0333%20SALMOIRAGHI,%20PAULA.pdf




Mi lectura de La gaviota de Chéjov


PRÁCTICOS    PRIMER PARCIAL  DE LITERATURAS ESLAVAS   MAYO 2018.
PAULA SALMOIRAGHI     20838420

CONSIGNA b) La cuestión del arte y del artista en La gaviota. Filiación (relación madre/padre-hijo/-a) y creación artística.

            Este texto de Chejov plantea, en la construcción de todos y cada uno de sus personajes, una relación diferente entre arte y vida.  Aunque algunos de ellos, Trigorin, Trepev y Nina, puedan verse como ejes centrales de tres formas de artistas, también lo son Arkadina, Dorn y hasta xxxx y xxx. Lejos de poder decir que Chejov se identifique o se retrate en Trigorin y sus contradicciones, me parece que el planteo es mucho más amplio y permite leer al artista y su producción como complejo entramado de posibilidades múltiples que quedan anudadas todas en el símbolo de la gaviota. Incluso el hecho de que Chejov rechace o critique el simbolismo queda desmentido al titular su obra de modo que la gaviota como nudo simbólico y sus variadas connotaciones ocupen el primer plano de lectura. Se trata de un planteo inclusivo en el que todas las formas del arte son plasmadas y ninguna es limitada a solamente un aspecto o descartada como poco valiosa. Prueba de esta multiplicidad de enfoques son las permanentes actualizaciones que el texto tiene en distintas épocas y contextos siempre desafiando a los lectores interpelados por una poética que incluye todas las formas de vivir, morir y ser artista.
            El símbolo de la gaviota puede interpretarse como: cuerpo vivo e inalcanzable en su vuelo y su libertad, cuerpo asesinable por su fragilidad y cercanía al humano ocioso, cuerpo muerto y manipulado por el falso artista, cuerpo mandado a matar y olvidado, fijación de una vida que ya no existe, capacidad de volar efímera y sometida al capricho de las reglas humanas, etapa inicial del desarrollo de una vida que luego se abandona por el sufrimiento y la experiencia, posibilidad de alegría y libertad que es reprimida por las voces parentales, ilusión siempre sostenida y canalizada en la obra aunque la propia vida se destruya.
            Para sistematizar este análisis, podemos pensar en cada personaje como una gaviota que nace a partir de cierta filiación parental y artística y decide emprender algún tipo de vuelo vital y creativo que lo llevará a una vida de plenitud y a una muerte elegida o que vive según criterios ajenos y falsos (la fama, el éxito, el matrimonio por conveniencia, la vida en el campo como un no haber encontrado el escenario adecuado) y termina sin haber logrado nada bello ni feliz.
            La obra inicia con una mujer que, aunque no se presente como artista, “lleva luto por su vida”, es decir, representa con su cuerpo un sentimiento y transmite con su vestuario u mensaje a los demás. Ella misma es amada pero no corresponde a ese sentimiento porque ama a otro que la ignora y que la expulsa del “escenario” de su vida y de la representación que se prepara (“no pueden estar aquí hasta que empiece”, dice Treplev). El enamorado enviada a la otra pareja (actriz y dramaturgo) que vivirán la obra de arte como unión de sus almas y plasmación de su amor. El mismo Treplev intenta unir vida y escenario cuando busca la luz de la luna como mejor efecto para la obra que se presenta “sin ningún decorado”.
            Nina, la actriz, la bella, la enamorada y amada, aparece, antes de aparecer en escena, como “gaviota” encarcelada por sus padres que no la de dejar ni salir ni actuar y como objeto de envidia de la madre de su amado que, por herencia femenina y de profesión, podría ser su “progenitora” o marca de vida plena, y en vez de eso es su competidora. Arkadina, en vez de la madre y la artista pródiga y orgullosa de su vida y su descendencia, es la avara que no ama a su hijo y envidia a su posible nuera. Como mujer madura y artista egoísta, se ha unido a Trigorin que tiene fama pero no sabemos si talento y cuya obra parece no haber hecho de él una persona plena ni amable. “Ser conocido” parece ser un parámetro de éxito aunque esto se oponga a “la vida”. La polémica entre arte y vida entra directamente en el texto cuando Treplev plantea que no se trata de lograr una mímesis perfecta sino ideal.
            Cuando Nina se define a sí misma como una gaviota no lo hace como símbolo de nada sino como comparación directa en su atracción compartida por el lago. “Todas las vidas cumpliendo su triste ciclo se han extinguido” “Yo revivo cada una de estas vidas dentro de mi ser” Desierto, desierto, vosotras pálidas luces tampoco me escucháis.
            La madre adule al “buen efecto” del olor a azufre y el dramaturgo se enfada y suspende la representación
Escribir una obra sobre la vida de los maestros “nuestra vida, una vida muy dura”, dice el maestro
“Quien ha experimentado el goce de crear ya no puede experimentar ningún otro goce”, le dice Nina a Trigorin.
El médico, hombre maduro que solía ser el galán del lago en su juventud, el que representó este papel  ante las damas y ahora ocupa un rol en la vida de ARkadina y de Masha, aconseja “volar alto, volar alto de la tierra” y buscar un gran tema o su arte se perderá.
Masha es la gran “actriz sin público”, dice que nadie sabe cuánto sufre, busca la ayuda del médico como confidente pero nada encuentra, intenta cumplir su rol de esposa y madre pero no logra cumplirlo porque no tiene sentido para ella.
En la escena en la escena en la que la madre y los otros personajes que construyen un cuadro de viejos envidiosos, se describe al escritor como rata en un granero, parásito que se alimenta de lo ajeno y al que hay que mantener contento con halagos. Arkadina afirma que estar estudiando un papel es mucho más interesante que cualquier otra cosa en la vida.
Nina parece, en un primer momento, creer que vida (llorar, pescar) se opone al arte y que el lenguaje complejo del artista se opone al sencillo de todos los días. Ha caído (junto con la gaviota que le trae muerta Treplev) en la trampa de creer que la fama es el arte, que “ese brillante sol” es Trigorin y a él se entregará como si allí pudiera encontrar la realización de su vida en vez de un hijo muerto, el fracaso del amor verdadero y la decisión de ir a buscar la verdad en otros caminos. La “celebridad” de Trigorin, el creer que su mundo es maravilloso al lado de su vida monótona e insignificante, la confunde y la hace transformarse en  una actriz vacía y mediocre. El mismo Trigorin confiesa que su fanatismo por la escritura lo esclaviza y le impide vivir la vida real sin estar todo el tiempo torturado por la intermediación de la creación de escenas o del miedo al público. En ese mismo diálogo Nina y Trigorin diferencias las alegrías de la creación de las tristezas de las respuestas del público y las comparaciones falsas entre otros escritores, la oposición entre gustar a los otros y comprenderse a sí mismo. “Tengo la obligación de hablar del pueblo” “Corro como un zorro acosado por los perros” “Soy falso, falso hasta la médula de los huesos”. Allí mismo ella decide apostar su vida al arte, pero ella se quiere protagonista y dueña de su destino, mientras Trigorin la ubica como personaje de uno de sus cuentos y la gaviota muerta que vuelve a aparecer en escena, une a Nina con la musa que pasa de un amor a otro, del escritor lleno de amor pero sin éxito, al escritor lleno de éxito pero sin amor y cuya unión será estéril (y no sabemos si filicida) para ambos.
La aparición del tema del suicidio surge unida al del duelo: se trata de matarse o matar “al padre”, al escritor que ocupa el lugar deseado en la fama y al lado de la madre y de la musa. Finalmente, la resolución de la obra presenta el doble plano del suicidio fuera de escena de Treplev, consecuencia filicida de las conductas de todos aquellos y aquellas que debían amarlo y no lohicieron, y la libertad de Nina que decide exponerse a todo aquello que le depare la vida fuera de la casa, de la familia de Treplev, del pueblo y del lago, pero dentro de los escenarios que ella misma elija.


Bibliografía