Autocronograma

AUTOCRONOGRAMA

2008: 23 años deseando esta carrera.

2010: Bitácora de quien estudia en Puán porque la vida es justa y (si te dejás) siempre te lleva para donde querés ir.

2011: Te amo te amo te amo, dame más: Seminarios y materias al por mayor.

2012: Crónicas de la deslumbrada:Letras es todo lo que imaginé y más.

2013: Estampas del mejor viaje porque "la carrera" ya tiene caras y cuerpos amorosos.

2014: Emprolijar los cabos sueltos de esta madeja.

2015: Pata en alto para leer y escribir todo lo acumulado.

2016: El año del Alemán obligatorio.

2017: Dicen que me tengo que recibir.

2018: El año del flamenco: parada en la pata de la última materia y bailando hacia Madrid.

2019: Licenciada licenciate y dejá de cursar mil seminarios. (No funcionó el automandato)

2020: Ya tú sabes qué ha sucedido... No voy a decir "sin palabras" sino "sin Puán".

2021: Semipresencialidad y virtualidad caliente: El regreso: Onceava temporada.

2022: O que será que será Que andam sussurrando em versos e trovas 2023: Verano de escritura de 3 monografías y una obra teatral para cerrar racimo de seminarios. Primer año de ya 15 de carrera en que no sé qué me depara el futuro marzo ni me prometo nada.

6 de julio de 2018

Mi lectura de Corazón de perro de Mijail Bulgákov



TEÓRICOS        SEGUNDO PARCIAL DE LITERATURAS ESLAVAS

PAULA SALMOIRAGHI   20838420

6. Analice los usos de la animalidad en Corazón de perro relacionándolos con los conceptos de Deleuze sobre animalidad en “Devenir intenso, devenir animal”.


Afirman Deleuze y Guattari (2003) que:
Devenir es un rizoma, no es un árbol clasificatorio ni genealógico. Devenir no es ciertamente imitar, ni identificarse; tampoco es regresar-progresar; tampoco es corresponder, instaurar relaciones correspondientes; tampoco es producir, producir una filiación, producir por filiación. Devenir es un verbo que tiene toda su consistencia; no se puede reducir, y no nos conduce a "parecer", ni "ser", ni "equivaler", ni "producir".
                Pero los hombres científicos descriptos en Corazón de perro creen que ser humano o ser perro, ser burgués y decente o proletario y comunista, son categorías fijas entre las que ellos mismos pueden actuar mediante cortes de bisturí y manipulación de vísceras orgánicas o sociales donde se asentaría lo humano y lo perruno (hipófisis, cerebro, corazón, testículos, corbata, zapatos, teatro, circo). Los personajes doctores se consideran a sí mismos dioses dominadores de la vida, la muerte y la juventud y el devenir animal del protagonista y de la voz narradora los sumerge en una ola rizomática que los caricaturiza y nos los muestra en toda su monstruosa ruindad.
                La novela de Bulgárov propone, en términos de Deleuze y Guattari (2003), “zonas de indiscernibilidad” tanto en la voz narrativa como en los tres personajes centrales: los dos doctores y el operado. Se problematiza la posibilidad de manipular la identidad humana y animal en tanto el “experimento” resulta “fallido” (así lo consideran los personajes que lo realizaron) y debe retrotraerse en su procedimiento y, durante todas las escenas en que los tres aludidos se relacionan, sus cuerpos y conductas se contaminan en su aspecto y sus actitudes borrando los límites estrictos entre entidades que se ven a sí mismas como antagónicas.
            Por su lado, la voz narrativa se muestra inestable en su persona gramatical (de primera a tercera y viceversa sin marcas claramente limitantes) y en su punto de vista (focalización cero o en el perro). Además se incluyen páginas del diario del ayudante del doctor y secciones en las que los diálogos se acercan a las didascalias teatrales.
            El objetivo de estos procedimientos es desestabilizar la posición racional y jerárquica que asumen Filipp Filíppovic y Bormental como representantes del varón blanco, adulto, letrado y propietario ante el sujeto de sus experimentos que será nombrado como “el perro” o Shárik por los humanos que lo maltratan y utilizan, para luego elegir sus propios nombres y apellido en clara parodia a la cultura letrada: Poligraf Poligráfovich Shárikov reúne lo múltiple, lo gráfico de la letra escrita y el apellido “hereditario” que se hace cargo del apodo insultante volviéndolo  marca de orgullo como tantos grupos minoritarios han logrado a través de la historia de las discriminaciones (“gay”, “queer”, etc).
            Los doctores creen ubicarse en el escalón superior de la pirámide de la vida y tener derechos sobre los cuerpos animales pero también sobre los de otros humanos a los que consideran sirvientes o pobres o comunistas o ladrones incapaces de usar chanclos en una escalera con alfombra. Pero sus categorías jerárquicas se ven transformadas en devenires por la voz narradora que los nombra como “el mordido” y “el hierofante” (rango sacerdotal en antigua religión griega) y les asigna rasgos vampíricos, criminales y asesinos durante la primera operación.  La soberbia de los sujetos burgueses es claramente ridiculizada con las  referencias a Fausto como arquetipo del que aspira al conocimiento de lo sagrado a cualquier precio y a Calibán, el sometido que asume la voz del amo para insultarlo.
            Si “el devenir no produce nada por filiación” y “cualquier filiación sería imaginaria” (Deleuze y Guattari, 2003, p. 245), los humanos doctores intentan detener el devenir animal del protagonista para fijarlo en la imagen de “hombre decente” que ambos creen sostener y quieren reproducir. Shárik llama “papito” al doctor que “lo creó”, los vecinos creen que es su hijo bastardo. Él mismo alude a “mi perro” aunque la experiencia del sujeto contradiga toda noción de descendencia y de paternidad tanto como de posesión o esclavitud.    
No concuerdo con Alejandro Ariel González (2014) cuando afirma de “un experimento fallido termina convirtiendo a un perro de la calle en un humano privado de toda conciencia moral”. Creo que no se trata de cualquier perro de la calle sino de uno que estaba medio muerto a causa de un cocinero que lo escaldó con agua hirviendo y que es capaz de seguir a cualquiera que le ofrezca comida así como de quedarse por comodidad y por respeto a las marcas de clase (ver episodio en que sale a la calle con collar) que debe pagar con su libertad. Por otro lado, el humano en que se transforma no está privado de “toda” moral sino que no responde a la moral burguesa de sus creadores mientras en muchos momentos demuestra mucha más conciencia de clase y sentido de la justicia que todos los demás. Shárivoc actúa según principios mucho más básicos (hambre, amor, deseo, interés, odio) que los que esperan quienes creen que es “natural” conocer y respetar las normas de uso de un baño, unas ropas, unos edificios, unos empleos y unas convenciones sociales que no vienen incluidas ni en los testículos ni en la hipófisis de ningún hombre. Cuando el hombre-perro encuentra trabajo y esposa, entra en los parámetros del éxito y la aceptación social pero no dentro de lo esperado por sus creadores, estos lo acusan de ladrón y alcohólico y arruinan sus logros aunque ellos mismos mantengan el mismo tipo de relaciones mentirosas y de robo con sus pacientes.
            Los doctores acusan por los “malos” resultados de la transformación a la memoria que guardaría la hipófisis de la personalidad del criminal muerto de donde fue extraída. No se hacen cargo de que se trate de conductas humanas generales sino que apartan de sí el problema central sobre qué es o qué no es ser un hombre para condenar a Shárikov como eslabón inferior de su cadena evolutiva o como producto de una hipófisis humana que no es la de Spinoza.
            Resulta relevante que el nuevo hombre, el producto de la evolución científica, sea proletario y actúe de modos que Transfiguriev y Bormental consideran inferiores y subalternos en vez de adorar a ambos como dioses. También que no agradezca el paso a la humanidad ni sea más feliz con esa “evolución” ni se sienta en deuda con los “poderosos”.
            La animalidad de Shárivoc nos muestra que el hombre no es más que un perro afeitado y del que huye la criada. El proceso de transformación registrado por la narración parece seguir pasos muy claros (caída del pelo, lenguaje articulado, alargamiento de los huesos, risa, posición erguida, caída de la cola, traje y corbata, uso del baño, servilleta en la mesa) mientras el narrador mismo pierde la voz central para dar paso a la desesperada y borroneada escritura de Bormental que teme estar volviéndose loco ante lo que observa.
            El final, distópico y desesperanzado, muestra que “el crimen maduró y cayó  como una piedra, como suele suceder” (Bulgákov, 2014), que el amo volvió a tener al perro a sus pies y canta Aída, la ópera de Verdi (A las sagradas orillas del Nilo acudid, héroes egipcios! Que todos los coros pronuncien el grito: “¡Guerra y muerte al extranjero!”) como marca de su excelsa clase social y sus consumos culturales europeos pero también como versos que alaban el poder de someter a quienes se considera inferiores, salvajes o extranjeros. En contrapartida, Shárik ha recobrado su cuerpo inestable (entre lampiño y artista de circo), se ha liberado de las corbatas y las servilletas, ha vuelto a ser quien lleva el foco de la narración, quien asigna nuevamente los apodos de “mordido” y “mago” y asusta con su “origen impuro” y su “abuela ramera” a quienes vienen a reclamarle participación en los ridículos bandos políticos humanos mientras él se ha olvidado ya de todo y está caliente y con la panza llena en la alfombra.





Bibliografía

Bulgákov, Mijaíl (2014) Corazón de perro. Buenos Aires. Losada.
Deleuze, G. y Guattari, F. (2003) “Meseta 10: Devenir-intenso, devenir-animal, devenir-imperceptible”. En Mil mesetas.
González, Alejandro. (2014) “Introducción”. En Bulgákov, Mijaíl (2014) Corazón de perro. Buenos Aires. Losada.

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