Autocronograma

AUTOCRONOGRAMA

2008: 23 años deseando esta carrera.

2010: Bitácora de quien estudia en Puán porque la vida es justa y (si te dejás) siempre te lleva para donde querés ir.

2011: Te amo te amo te amo, dame más: Seminarios y materias al por mayor.

2012: Crónicas de la deslumbrada:Letras es todo lo que imaginé y más.

2013: Estampas del mejor viaje porque "la carrera" ya tiene caras y cuerpos amorosos.

2014: Emprolijar los cabos sueltos de esta madeja.

2015: Pata en alto para leer y escribir todo lo acumulado.

2016: El año del Alemán obligatorio.

2017: Dicen que me tengo que recibir.

2018: El año del flamenco: parada en la pata de la última materia y bailando hacia Madrid.

2019: Licenciada licenciate y dejá de cursar mil seminarios. (No funcionó el automandato)

2020: Ya tú sabes qué ha sucedido... No voy a decir "sin palabras" sino "sin Puán".

2021: Semipresencialidad y virtualidad caliente: El regreso: Onceava temporada.

2022: O que será que será Que andam sussurrando em versos e trovas 2023: Verano de escritura de 3 monografías y una obra teatral para cerrar racimo de seminarios. Primer año de ya 15 de carrera en que no sé qué me depara el futuro marzo ni me prometo nada.

11 de junio de 2013

Googleando reúno a la pulpera, Link y Gelman

martes, 29 de marzo de 2005
Cincuentenario


Por Daniel Link


Héctor Pedro Blomberg es otro de los hijos célebres del barrio: nació un 18 de marzo de 1890 en la calle Santiago del Estero 236. Su madre fue una dama de la sociedad paraguaya, Ercilia López (descendiente directa del mariscal paraguayo Francisco Solano López). Su padre, el ingeniero noruego Pedro Blomberg, trabajó a comienzos del siglo XX en las investigaciones de los túneles de Montserrat, que por entonces no estaban tan vedados a la curiosidad común como ahora. Gran parte de la infancia de Héctor Pedro Blomberg transcurrió entre su Montserrat nativo y frecuentes viajes al Paraguay. Comenzó a estudiar Derecho en Buenos Aires y estaba a punto de convertirse en un abogado cuando sintió el llamado a la aventura que había heredado de su padre. A los 20 años, abandonó la carrera para dedicarse a la literatura y al periodismo (diríamos hoy), a la "vida bohemia" (se decía entonces). Se hizo habitué del café Los Inmortales, donde se reunían escritores y artistas de la época. Murió el 3 de abril de 1955 (hace exactamente 50 años).
Una mañana paseaba por el puerto, vio un barco aprestándose a zarpar y preguntó "¿A qué hora salimos?". "Al mediodía", le contestaron. Fue corriendo a su casa, preparó una valija y, cuando su madre le preguntó a dónde iba tan precipitadamente contestó: "A Noruega".
Volvió dos años después con un cartapacio repleto de relatos y poemas que quedaron relegados a un segundo plano cuando decidió invertir su genio en la canción popular (Blomberg fue promotor y animador de la peña que funcionaba en el local de Los Dos Chinos).
Entre fines de la década de 1920 y comienzos de la de 1930, cuando creó y publicó sus más famosas composiciones, Blomberg era conocido como "precursor de la canción histórica de la República", ya que la mayoría de sus letras arqueológicas se refieren a personas y acontecimientos de la época en que Juan Manuel de Rosas gobernaba la provincia de Buenos Aires y era Canciller de la Confederación Argentina. Interpretadas y popularizadas en su momento por Ignacio Corsini, la mayoría de esas composiciones lamentablemente hoy no integran el repertorio más fatigado de la música ciudadana ("La Guitarrera de San Nicolás", "La Mazorquera de Monserrat", "La que murió en París", "Los Jazmines de San Ignacio", "Rosa morena", "Barrio viejo del 80"), con excepción del muy logrado valsecito "La pulpera de Santa Lucía" en el que, según los biógrafos, Blomberg habría volcado, además de sus investigaciones históricas, su propia pasión por el viaje y la aventura.
Como puede comprobarse en el mapa de la ciudad de Buenos Aires, numerosos barrios conservan el nombre de las parroquias formadas alrededor de los diferentes templos. Siguiendo estas antiguas denominaciones, Blomberg concibió una serie de historias relacionadas con mujeres que habrían vivido en esas parroquias, como una hermosa niña que en 1840 "cumplió quince años la primavera del año rojo de la ciudad", una artesana que atendía la quinta de San Benito de Palermo: "Fue la bordadora del viejo San Telmo la que vino al patio del Restaurador", una eximia contrapuntista de los alrededores de Plaza Mayo: "Guitarrera, guardé tu guitarra, porque nadie sus cuerdas jamás pulsará como tú las pulsabas, en las noches de San Nicolás" o la célebre rubia de ojos celestes que cantaba como una calandria, la tatarabuela de mi vecino, la pulpera de Santa Lucía.
Creada a partir de un oratorio del siglo XVIII, la parroquia de Santa Lucía se ubica actualmente en la esquina de Caseros y Martín García, en el barrio de Barracas (sede histórica, también, de la "Casa de los expósitos", que ocupa un lugar destacado en la historia de Álvaro Bustos). En las cercanías del templo había, hacia 1835 (el año en que que Deolinda Correa, intentando seguir las tropas de Quiroga, encontró la muerte por deshidratación y el año en que fueron prohibidas las corridas de toros en Buenos Aires) una pulpería atendida ¡por una mujer!
Marcos, mi vecino, insiste en que el nombre de esa pulpera fue Ramona Bustos, su antepasada. Edgardo Cozarinsky me escribe perentorias líneas en la que desmiente la hipótesis: la inspiradora de los versos de Héctor Pedro Blomberg fue Dionisia Miranda, dice su billete electrónico, en el que por otra parte me felicita por la lección "No volvieron los trompas de Rosas" (en lugar de la corrupta "No volvieron las tropas de Rosas"), que alude a los trompeteros que transcribían musicalmente las órdenes del campo de batalla.
Marquitos niega la refutación de Edgardo. "Tengo pruebas", me dice. Espero verlas. Mientras tanto, me recuerda que el poeta Miguel Ángel Bustos, recordado por Juan Gelman como uno de las víctimas de la última Dictadura, desciende de la misma rama familiar que él. Las referencias a la pulpera de Santa Lucía que hay en la obra de Gelman seguramente provienen de las historias que le contara su amigo, piensa Marcos.
Intrigado, le escribo a mi colega Miguel Dalmaroni, experto platense en la obra de Gelman, que me contesta: "Este modo de vérselas con la cultura a través de una exploración desregulada de la lengua tiene, naturalmente, un efecto creciente que podríamos calificar como político o, mejor, ideológico. Preguntas como las que se leen en versos de Gelman ("¿Y si Dios fuera una mujer? alguno dijo"; "¿era rubia la pulpera de santa lucía"?) son consecuencia de esa desregulación del idioma, es decir de una escritura que ignora el orden del mundo que se nos impone mediante el orden del discurso (es decir mediante el sentido común cultural)".

Publicado por Daniel Link a las 7:15 p.m.

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