Autocronograma

AUTOCRONOGRAMA

2008: 23 años deseando esta carrera.

2010: Bitácora de quien estudia en Puán porque la vida es justa y (si te dejás) siempre te lleva para donde querés ir.

2011: Te amo te amo te amo, dame más: Seminarios y materias al por mayor.

2012: Crónicas de la deslumbrada:Letras es todo lo que imaginé y más.

2013: Estampas del mejor viaje porque "la carrera" ya tiene caras y cuerpos amorosos.

2014: Emprolijar los cabos sueltos de esta madeja.

2015: Pata en alto para leer y escribir todo lo acumulado.

2016: El año del Alemán obligatorio.

2017: Dicen que me tengo que recibir.

2018: El año del flamenco: parada en la pata de la última materia y bailando hacia Madrid.

2019: Licenciada licenciate y dejá de cursar mil seminarios. (No funcionó el automandato)

2020: Ya tú sabes qué ha sucedido... No voy a decir "sin palabras" sino "sin Puán".

2021: Semipresencialidad y virtualidad caliente: El regreso: Onceava temporada.

2022: O que será que será Que andam sussurrando em versos e trovas 2023: Verano de escritura de 3 monografías y una obra teatral para cerrar racimo de seminarios. Primer año de ya 15 de carrera en que no sé qué me depara el futuro marzo ni me prometo nada.

18 de julio de 2013

Quiero latinoamericana contemporánea

La serpiente sin ojos
William Ospina



Guillermo Roz


El colombiano William Ospina (Tolima, 1954) ha logrado una extraordinaria obra literaria con una trilogía sobre los primeros viajes de los europeos al Amazonas en el siglo XVI. Ursúa (2005), el primer tomo, versa sobre los años tempranos del conquistador Pedro de Ursúa; El país de la canela (2008, Premio Rómulo Gallegos 2009) cuenta la expedición de Francisco de Orellana, descubridor del Amazonas para los europeos, y finalmente La serpiente sin ojos relata la expedición de Ursúa, quien repite la empresa de Orellana veinte años después.

“Con los años –escribe Ospina– he aprendido que Ursúa es un libro de guerra y El país de la canela un libro de viajes. Pero a medida que avanzaba en La serpiente sin ojos fui comprendiendo que esta era, ante todo, una historia de amor”. Así pues, la aparición de Inés de Atienza, el amor, de quien se decía que había sido nieta de Atahualpa, suma un condimento que complica la expedición de nuestro conquistador, hasta tal punto que se plantea abandonar la empresa. La única salida para seguir –porque había que seguir, dados los compromisos económicos y políticos inamovibles– es llevar a la mujer consigo en la remontada del Amazonas. Pero la guerra y el amor son dos batallas demasiado pesadas para atenderse a la vez, y los éxitos, casi imposibles. El viaje es un tormento y la crueldad para propios –la tripulación y sus contemporáneos conquistadores– y ajenos –los aborígenes–, la moneda de cambio diaria.

La pluma de Ospina se convierte, en la selva, selva, y en el río, río –esa serpiente sin ojos de la que hablan los nativos–. El castellano, manejado por un auxiliar de los conquistadores que nos cuenta en primera persona la aventura, es un complejo entramado de barroquismos y certera poesía de profunda afiliación con el amor por la naturaleza, por la metáfora cargada de estrellas y pájaros. La destreza de la prosa, colorida, hecha de adjetivos y de imágenes constantes, es un arte que se disfruta no únicamente para que la narración avance, sino más bien para que siga girando sin control, copiando el viaje errático e intenso de los héroes.

Finalmente, la historiografía que sabe hacer esta literatura, como no puede ser de otro modo, no desconoce los grandes conflictos humanos que trajo aparejados aquel tiempo: la obsesión por la riqueza y el poder, la ignorancia, la violencia y la crueldad, el orgullo, la guerra y sus vanidades.



William Ospina, La serpiente sin ojos, Mondadori, 2013, 318 págs.



Tomado de Revista Otra parte

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