Autocronograma

AUTOCRONOGRAMA

2008: 23 años deseando esta carrera.

2010: Bitácora de quien estudia en Puán porque la vida es justa y (si te dejás) siempre te lleva para donde querés ir.

2011: Te amo te amo te amo, dame más: Seminarios y materias al por mayor.

2012: Crónicas de la deslumbrada:Letras es todo lo que imaginé y más.

2013: Estampas del mejor viaje porque "la carrera" ya tiene caras y cuerpos amorosos.

2014: Emprolijar los cabos sueltos de esta madeja.

2015: Pata en alto para leer y escribir todo lo acumulado.

2016: El año del Alemán obligatorio.

2017: Dicen que me tengo que recibir.

2018: El año del flamenco: parada en la pata de la última materia y bailando hacia Madrid.

2019: Licenciada licenciate y dejá de cursar mil seminarios. (No funcionó el automandato)

2020: Ya tú sabes qué ha sucedido... No voy a decir "sin palabras" sino "sin Puán".

2021: Semipresencialidad y virtualidad caliente: El regreso: Onceava temporada.

2022: O que será que será Que andam sussurrando em versos e trovas 2023: Verano de escritura de 3 monografías y una obra teatral para cerrar racimo de seminarios. Primer año de ya 15 de carrera en que no sé qué me depara el futuro marzo ni me prometo nada.

18 de agosto de 2011

Rompenubes de Rusell Banks


CRÍTICA
Negro y rojo

RODRIGO FRESÁN 01/07/2006




Para Russell Banks la mecha que habría de encender la Guerra de Secesión, en Estados Unidos, fue el asalto que hizo John Brown al arsenal de Harpers Ferry en 1859. Eso es lo que intenta demostrar en Rompenubes, novela histórica que rastrea la vida del controvertido personaje. Y lo hace a través de la supuesta visión de su hijo, Owen Brown, lo que le permite al autor indagar, de nuevo, en los complejos mecanismos entre padres e hijos.

Alguien escribió que "nadie tiene peor suerte que el protagonista de una novela de Russell Banks". Y a lo que se refería, claro, era a que los hombres y mujeres y paisajes en los libros de Banks (Massachusetts, 1940) suelen ser animales deprimidos habitando tierras baldías y sufriendo frágiles estados mentales en los separados Estados Unidos de estos días. Antihéroes o seres despreciables que se mueven como sonámbulos hasta que un día estallan y arrasan con todo lo que les rodea. La exploración de semejante temática le ha valido a Banks al menos dos obras maestras: Aflicción (1989) y Como en otro mundo (1991).



De ahí que -siendo Banks un escritor rabiosamente contemporáneo- sorprendiera su anuncio de encerrarse a escribir esta Rompenubes (1998, finalista para el Premio Pulitzer de 1999). Una muy larga y muy documentada novela histórica alrededor de la controvertida figura de John Brown. Para muchos sanguinario terrorista y ladrón de caballos, para otros iluminado y mártir abolicionista, Brown comandó en 1859 el asalto al arsenal de Harpers Ferry con la intención de armarse, crear una milicia de emancipados y lanzarse a la liberación total de los esclavos. La historia nos dice que la revuelta fracasó y que Brown fue capturado y ejecutado; pero lo que le interesa contar y demostrar a Banks es que fueron este hombre y este episodio los que encendieron la mecha de una explosión más grande que no demoraría en ser conocida como Guerra de Secesión.

Cincuenta años después de los acontecimientos, Owen Brown, hijo de la leyenda y nota al pie en cualquier biografía académica de Brown (como el hermano menor de Aflicción, otro de esos narradores poco confiables por cercanía y sangre y emociones encontradas), es el vehículo elegido por Banks para ofrecer, en Rompenubes, lo que acaba siendo dos libros, ambos formidables, coexistiendo sin anularse sino, por lo contrario, potenciándose.

Por un lado, Rompenubes -definida por Banks como "una obra de la imaginación"- funciona muy bien como saga panorámica de proporciones literalmente bíblicas. Un ardiente fresco rebosante de hechos probados y de suposiciones probables con un vasto elenco de personajes históricos y personas inolvidables. Y, en su centro, un John Brown visto a través de los ojos y de la memoria de su hijo con partes iguales de amor y de odio. Owen siente que no está "revisitando la historia sino ordenando la confesión de un crimen, un crimen secreto que de otro modo hubiera permanecido por siempre oculto". Owen -ahora anciano y atormentado, inseguro sexualmente desde su juventud- retrata a su padre como un profeta megalómano "que hacía todo con una intensidad mucho mayor que la de cualquiera de nosotros". Y aun así, Owen no puede dejar de idolatrarlo con la ambigua pasión de un Judas o de un Yago. Y de evocarlo después -retirado del mundo en una cabaña de las montañas- a pedido de una joven historiadora. En este sentido -otra vez, como en Aflicción-, Rompenubes es otra gran novela sobre los complejos mecanismos que mueven a padres e hijos. Un drama doméstico en el núcleo de un acontecimiento público envuelto en una vertiginosa violencia en cámara lenta digna de un filme de Sam Peckinpah.
Por otro lado -como el Os-

wald en Libra de Don DeLillo, los Charles Mason y Jeremiah Dixon en la última novela de Thomas Pynchon, la Marilyn Monroe en Blonde de Joyce Carol Oates o el Alfred Kinsey en The Inner Circle de T. C. Boyle, novelas "sociales" todas ellas-, lo que le interesa a Banks en Rompenubes es calibrar el peso específico y la capacidad reactiva de John Brown en el contexto de sus tiempos. John Brown como, acaso, personificación de uno de los gestos fundacionales del terror político y racial norteamericano; terreno que Banks volvería a visitar, esta vez desde el presente, en la igualmente admirable The Darling (2004), su última novela hasta la fecha. Banks entiende -o procura comprender- a Brown como un fantasma tangible a través de la onda expansiva de su prédica justa pero violenta revolucionando la siempre revolucionaria idea de América. Desafío que no implica de ningún modo el que Banks se vea obligado a renunciar a la persecución de esa otra más pacífica pero igualmente turbulenta quimera: La Gran Novela Americana. En cuanto a esta última, puede decirse que con Rompenubes -obra inmensa en todo sentido- Banks la persigue y la alcanza y le clava su arpón con una escritura lírica y poderosa. Páginas que recuerdan por momentos a las de Herman Melville -ese otro creador de alucinados- quien alguna vez se refirió al protagonista de Rompenubes como a "ese raro John Brown".

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