Dice en feis Lucía Tennina

Kilombo, tras kilombo, tras kilombo, ya sabemos. Pero en medio de X, me mandé como primera expositora en el práctico de mi nueva materia preferida: TELF con Laurita Arnés y María José Punte. Elegí hablar de Manifiesto cyborg porque era inevitable, porque se me cae la baba de solo decirlo. Ni siquiera era un texto en oferta para ser expuesto pero la profe me aceptó y ahí me mandé: video de 17 minutos con poema mío incluido y vanagloria expresa de lo que leí y lo que no leí de la autora y de las autoras que ella cita.
Lo mandé en sábado con alto escándalo de preguntas por campus y grupas de wasap y drive y mail. La profe me contestó en domingo y usó la palabra "entusiasmo" para festejarme y hasta dobló la apuesta tirándome la de hacer trabajo final en forma de largo poema que dé cuenta de mis aprendizajes en el cuatrimestre. Basta para mí, basta para todes.
Acabo de abrir un archivo/libro nuevo: su título es: La vieja feminista que se volvió poeta conceptual.
Suena más monterrosiano que harawadiano pero me gusta.
Empieza mañana, ya agendé: mejor dicho: ya compuse tetrix semanal.
Me anoté en 4, como siempre, veremos qué se sostiene y qué cae.
Volver a clases como profe es una mierda. Me consuelo anotándome a cuatro cursadas puaneras: dos materias y dos seminarios. Nueva y tan deseada Teoría y estudios literarios feministas, Historia del teatro latinoamericano y argentino, seminario sobre filologías latinoemaricanas (Link) y seminario sobre crítica contemporánea (Tennina). Ahora sí puedo festejar las aulas virtuales y las semipresencialidades inestables.
El amor para escribir, nuevamente, sobre Cervantes; el orgullo de haber llegado hasta estas altas instancias académicas; la complicidad del laburo compartido; la alegría de los logros conjuntos y los chismes sabrosos. Aunque falte el micro a Azul o la incomodida de la hora y media fingiendo escuchar los gomones o emocionándose con esa idea que una vio surgir y crecer de la cabeza propia y/o ajena tan cercana.
el título de la novela surge por la traducción de un verso de Emily Dickinson, «Our share of night». En sus palabras: «Mis títulos son siempre traducciones de algo que me gusta.»
Ayer recibí anuncio de la extensión del plazo de recepción de resúmenes para las Jornadas del Norte en la UNJU. Se me abrió de nuevo la posibilidad de mandar un segundo resumen (ya envié sobre poesía zapoteca) y pensé en escribir sobre Nuestra parte de noche que tiene tanto y tan bueno para decir.
Pensé en algún título de los que me a mí me gustan, encontré una frase linda con la palabra "curiosidad" marcando la unión entre lo épico y lo cotidiano y, ahí, al toque, al lado de mi deseo del gótico y lo ominoso para hablar de Gaspar y de Juan y de Talita y de San La Muerte, se me vino el titulito de gótico andino que le están poniendo a algunas narraciones contemporáneas. Y me dije: por qué no un gótico mesopotámico? Así que se me ocurrió que toda esta zona en la que vivo es "entrerriana", aunque Buenos Aires y Montevideo la jueguen de puertos y de "rioplatenses" en diferenciación con Río Paraná y Uruguay, a mí me gusta ver que todes estamos fluvialmente marcades y que hay un fantástico del agua y un terror de lo anfibio que me gustaría teorizar.
Cualquier pedorre académique con vocabulario rigidizado pro la exposición unilateral diría: Estoy pensando en Cohen y su Delta Panorámico, en Saer y sus fantasmas santafesinos (cómo se me imponen los nombres literales de nuestras provincias!!!!!) y, obvio, en la casa misionera selvática de Nuestra parte de noche.