La fija era el Seminario de Vila donde nos encontramos todos los azuleños con mate y mi promesa de llevar caramelos de cumpleaños. Después me tocaba conocer a Funes, archirecomendado profe de Española I que decidí hacer este año porque no tenía El Cid y porque toda esta sarta de pendejos que cursan Letras decían en el foro que elaño que viene se tomaba año sábatico para escribir un libro y que no había que perdérselo ahora y que vaya una a saber si después volvía y que el viejo era una eminencia y que te enamorabas de sus teóricos.
Leí en la semana su Lección inaugural y me pareció genial. Pero, hete aquí (¿cómo se escribe y qué origen tiene expresión tan ridícula?) que el tal Funes no es ni viejo ni deslumbrante, pobre. Debo confesar, bestialmente, que no me aguanté ni quince minutos en su teórico superpoblado porque es PD y me volví a lo de Vila donde ya me dolía estar perdiéndome el análisis del Prólogo de la Novelas Ejemlares.
Es que, debo confesarlo, Vila y cía son una de mis debilidades más valiosas: ¿Cómo se pueden decir cosas tan geniales y tan tiernas a la vez? ¿En qué medida hacen a mi felicidad la calidad de los docentes y de los compañeros, Cervantes y su obra, mi poco académico amor por DQ y ahora Las ejemplares, el amor de toda la cátedra por lo que enseña y lo que lee?
Y ahí quedé, y que Española I se firme sola (a mediodía volví un ratito y no es que sea aburrido lo que dice Funes sino que es mucho mejor leído en papel y no me hace sentir parte ni me sacude como Cervantes y cía).
Mis compañeritos ya me pusieron en grupo con ellos y ya sabemos cuál de las Ejemplares nos toca exponer a cada grupo (somos 2 de 4 y ya están en feis desafiándose para lograr la mejor exposición: son tan bonitos y los quiero y los envidio tan dulcemente).
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