Ollantay
La guerra de los dioses
Néstor Taboada Terán
Ollantay
La guerra de los dioses
CAPITULO PRIMERO
En la noche los dioses hicieron fiesta. La diversión bulliciosa intranquilizó a la tierra, no dejaba conciliar el sueño de los hombres comunes. El Viento y la Lluvia peleaban en las calles. Y en las montañas, los alborozados truenos, rayos y relámpagos. Tu padre está enloqueciendo de alegría con lo s otros dioses, hijo mío, le dijo Mama Illapa al niño de oro que miraba arder el fuego del fogón. Los esplendores destinados a su hijo la deslumbraban. Comenzó a barajar el nombre que le distinguiría. Nina-marka: Fuego de la Comarca. Khajkiri: Nuevo y Brillante. Qhallalli: Refulgente y vistoso. Qháruru: Hombre del Mañana. Qhantati Hombre de la Alborada. Khana: Hombre de la Luz. Se llamaría Ollanta, un nombre sonoro que quería decir guerrero Campeador, modelo de valentía. Hijo legítimo de Apo Illapa dispuesto a levantar ecos profundos en los anales del tiempo heroico.
El niño creció bajo los cuidados de amautas y kurakas. Gallardo mancebo de fuerza hercúlea y valor indomable, imitando al padre parecía estallar en furores de relámpago. Arrojaba fuego de sus ojos y amor de su corazón. Júbilo de su progenitor, recorría las sementeras de Tiwanaku y riberas del Wiñay Marka montado en un llamo blanco de soberbia apostura y deslumbrantes ojos azules. Le enseñaron los sabios el respeto al ser rupremo Qon Tijsi Wiraqocha - Origen, Principio, Fundamento, Cimiento y Causa - y los sacrificios dedicados a los dioses, Wakas, Achachilas y Mallkus.
Distinguir a los genios malignos que volaban por aires nocturnos y descubrir Japiñuñus que aparecían disfrazados de mujeres de incitantes senos.
El joven Ollanta de ojos dulces, rostro color canela y cuerpo esbelto, era amado por las labradoras de Tiwanaku y él las aceptaba sin jamás tolerar que se excedieran. los amautas le istruyeron en los fastos del Imperio, señalaron el respeto a los símbolos y adiestraron en las lengues de hombres y animales, el arte de adiestrar a los pumas y las serpientes, domesticar a los cóndores, reconocer a los camélidos por sus vahos y percatarse de los vientos propicios en sus disputas con la Lluvia. Te conviene aprehenderlas y guardarlas en tu mente y en tu corazón. Genios, dioses, héroes. Prudente y abnegado, aprendió a disponer de tierras de cultivo y técnicas agrícolas, mirar augures y ajercitar obras de interés común: canales de riego, andanes de cultivo, depósitos de víveres y construcción de caminos. El conocimiento herbolario para usar en las curas. Señalado por felices signos augurales y obstinado en sus deberes, le apasionaba la gesta del Príncipe Pachakuti. Ollanta miraba el tiempo. Cusco amenazado por el país de los Chankas y el Príncipe Yupanki ofreció al dios de los dioses excepcionales tributos de sacrificio, encareciendo su ayuda y el todopoderoso no desechó su petición y puso en sus manos una Waraqa Mágica. Codiciada Waraqa Mágica...
Ollanta de pie frente al infinito, vivía los acontecimientos con la mirada en el pretérito. Cuando aparecieron las legiones enemigas en las montañas de la Capital del Mundo, al mando del Emperador Usqo Willka, heredero del Imperio Wari, el Príncipe valiente esperaba armado con la Waraqa Mágica, igual al trueno y al relámpago, que le había hecho merced el padre eterno, flanqueado por los guerreros Wikakirao, Apumayta y Killiskacha. En poco tiempo se formó en el Ombligo del Mundo una espese nube de invadores carapintadas luciendo penachos de cóndores. Venían con el habitual señuelo del pillaje. En su apresuramiento, los entusiastas cayeron en trampas dispuestas por las calles de acceso, fosas cubiertas de ramas secas con espinas de hitapallu. Los gobernadores de occidente, del norte y oriente se congregaron en los cerros para observar el duelo y después acudir en favor del vencedor.
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