6 de julio de 2018

Mi lectura feminija de Memorias del subsuelo y La chinche


PRÁCTICOS        SEGUNDO PARCIAL DE LITERATURAS ESLAVAS

PAULA SALMOIRAGHI   20838420

a) Memorias del subsuelo La chinche: similitud estructural y crítica al cientificismo radical.


            Los procedimientos estructurales y retóricos tanto de Dostoievski como de Maiacovski en las obras que nos ocupan funcionan como crítica del cientificismo, del racionalismo y de las ideas de progreso “del hombre” sostenidas por las construcciones políticas falogocentradas del patriarcado que ven en la humanidad solamente un camino lineal basado en combates, violencias y jerarquías verticales. En estos autores, críticos de sus contextos históricos, como en tantos otros que las feministas estamos releyendo a la luz de figuras e intereses contracanónicos, podemos ver que los proyectos políticos del “hombre” civilizado fracasan porque no se han dado cuenta de que el “hombre nuevo”, el sujeto de todas las utopías del siglo XX, es mujer. 
            Memorias del subsuelo y La chinche están compuestas ambas de dos partes que suceden en dos momentos temporales diferentes. El objetivo no es oponer las ideas de los “hombres” del 40, del 60  y sus hipotéticos continuadores sino mostrar que el camino que siguen es el mismo aunque batallen entre sí como enemigos. Para analizar las formas de este recorrido viril, nos es útil la figura del camino del héroe descripta por Joseph Campbell (1972) en El héroe de las mil caras.  Del mismo modo que los héroes arquetípicos, la cultura patriarcal imagina para sus sujetos una progresión que va desde el abandono del “hogar conocido” (formas sociales y políticas anteriores) hasta el “lugar de la aventura” (nuevas propuestas y revoluciones) pasando por obstáculos y batallas que ganará el héroe individual para conquistar bienes y fama que se entregarán al pueblo que lo reconocerá como vencedor.
            En contraposición con este modelo heroico, proponemos otro que he llamado “el no-camino de la heroína” (Salmoiraghi, 2012). La figura de la heroína puede ser ocupada por cualquier cuerpo individual o colectivo, humano, animal o social, que no necesite romper con lo anterior para “avanzar” hacia ningún premio o reconocimiento, sino que elija ampliar su lugar de influencia y covivencialidad en forma de círculos concéntricos o elipsis desfasadas dentro de las cuales las virtudes heroicas no son la fuerza, la valentía individual ni la inteligencia racional sino la comunicación comunitaria, la memoria, la capacidad de narrar y la reproducción de cuerpos y vidas para multiplicar la diversidad en vez de erigirse como únicos triunfadores.
            El hombre del subsuelo es, sin lugar a dudas, una heroína en vez de un antihéroe como él mismo se nombra. Está preso en los rituales de homosociabilidad viril y no se resigna a cumplir los roles que su contexto patriarcal le asigna. Tiene inhabilitado el permiso social para amar a su oficial y consume prostitución mientras siente que el contacto con el cuerpo de esa mujer, Lisa, es lo más abyecto que puede elegir para inmolarse. Se queja durante todo su discurso de lo que racionalmente se espera de él mientras la “cicatriz luminosa” de su deseo (Balderston, 2004) lucha por liberarse de las barreras que lo recortan y lo encorsetan sin dejarlo proliferar en el arte, la escritura, la soledad o la relación no jerárquica y mercantilista con hombres y mujeres.
            Las dos partes en que se divide cada texto están separadas una por la nieve y la otra por un incendio. Las fuerzas de la naturaleza, asociadas tradicionalmente con lo femenino e inmanejable para la mente racional viril, son las que quiebran las linealidades para mostrar que no hay evolución entre una etapa y otra sino que tanto el pasado como el futuro de los “hombres” de la revolución no son más que una seguidilla de fracasos.
            El único logro del hombre del subsuelo es la memoria, el dejar testimonio del fracaso de los hombres del 40 y del 60, de la ridiculez de sus pretensiones de honor y revolución basadas en presupuestos falsos. El exfuncionario, exvarón funcional al sistema, se recluye en el subsuelo luego de sus episodios sexoafectivos con el oficial y con Lisa, para feminizarse en la marginalidad, la pasividad y la escritura.
            La primera parte de La chinche también muestra relaciones de clase y de género hipócritas en las que los personajes masculinos se embetunan los cayos para aparentar lo que no son, están atados a la corbata, no piensan por temor a mover la cabeza y tratan de malconstruir una vida mejor contradiciéndose y traicionándose:

Prisipkin: ¡Maldito lo que le importa, apreciado camarada! ¿Para qué he luchado? Luché por una vida mejor. Y he aquí que de pronto la tengo entre las manos: una mujer, una casa y un verdadero refinamiento en los modales. En cuanto a mi deber, siempre sabré cumplir con él en caso de necesidad. Aquel que conquistó tiene derecho a descansar junto a un quieto arroyuelo. ¡Ea! Aún puede ser que yo eleve a toda mi clase con mi sentido del confort ¡Ea!(P.15)

                El dramaturgo parodia los discursos y las poses de los “hombres” de la revolución:

Baián (se pone en pie, vacilando, y vuelca su copa): Me siento feliz, feliz al contemplar, en un período dado de tiempo lleno de luchas, la elegante culminación del camino del camarada Scripkin. Verdad que perdió en ese camino una única tarjeta personal del partido, pero, en cambio, adquirió muchísimas cédulas del empréstito público. Nos fue dado armonizar y conjugar en él contradicciones de clase y de 20 otro tipo, en lo cual es imposible que una mirada marxista bien pertrechada no vea, por así decirlo, como en una gota de agua, la dicha futura de la humanidad, lo que la gente vulgar conoce con el nombre de socialismo. (P.17)

                Mientras otro orden de cosas trata de ganar espacio: la belleza, la música, el deseo como derroche, el amor no matrimonial y reproductivo:
Baián: ¡Respetados ciudadanos! La belleza... ¡es el motor del progreso! ¿Qué sería yo en calidad de modesto laborante? Una cuba... ¡y nada más! Y, ¿qué podría hacer en calidad de cuba? ¡Mugir! ¡Y nada más! En cambio, en mi calidad de Baián... ¡lo que se me antoje! Por ejemplo:
Oleg Baián
bebe cuanto le dan. (P.19)

            En la segunda parte, cincuenta años después del incendio que borró todas las marcas de la boda heteronormativa y económicamente clasista, cuando se debe decidir si resucitar o no al “héroe” que ha perdurado congelado por el agua de los bomberos, lo que se teme es revivir “las bacterias de la adulonería y la jactancia” (p. 29). Pero el resucitado, el que vuelve a nacer desde lo líquido, trae consigo una guitarra (que parece haber desaparecido en el futuro), una mirada del amor que abandonó por conveniencia y un insecto poco elegante: la chinche es un parásito que se alimenta del cuerpo del hombre, un cuerpo verde que ha sobrevivido gracias a la sangre del sujeto revolucionario y no a su mente ni a sus constructos políticos.  
            El futuro se contamina de lamebotas y adulones como perros y de muchachas víctimas del amor romántico mientras los inmunes son, nuevamente, los reporteros que tienen el poder de la palabra y la narración:
Dijeron los profesores que eran accesos de "enamoramiento" agudo... Así se llamaba una antigua enfermedad, que sobreviene cuando la energía sexual humana, sensatamente distribuida a lo largo de toda la vida, se condensa de pronto en una semana, como proceso inflamatorio galopante, que provoca las acciones más insensatas y disparatadas.(P. 36)


El héroe descongelado, devenido heroína, odia el futuro al que lo trae la ciencia, heredera de la evolución lineal del patriarcado, y pide, en cambio, rosas, sueños y una pared donde clavar la foto de su amor. Reclama:
Prisipkin: ¿Qué es esto? ¿Para qué luchamos y derramamos nuestra sangre si a mí, es decir, a un guía del proletariado, ni se me permite que me saque el gusto y baile una nueva danza en nuestra sociedad? (P. 40)

El final de la obra, igual que en la novela de Dostoievski, muestra el fracaso del “hombre” como “burguensis normalis”, enjaulado como un insecto, marginalizado por la sociedad hegemónica viril, víctima de sus propias construcciones utópicas que apostaron a la racionalidad falogocentrada dejando de lado los cuerpos sexuados y deseantes de cada ser vivo, único, irrepetible y digno en sus diferencias, su pluralidad y su integración comunitaria.



Bibliografía



Balderston, Daniel (2004) El deseo, enorme cicatriz luminosa. Ensayos sobre homosexualidades latinoamericanas  Rosario. Beatriz Viterbo editora.

Campbell, Joseph (1972) El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. México: Fondo de Cultura Económica.

Dostoievski, Fedor. (2008) Memorias del subsuelo. Prólogo y notas de Guillermo Saccomanno. Buenos Aires. Página 12.

Maiacovski, Vladimir. (1929) La chinche. Biblioteca Alfaomega. Disponible en file:///D:/facu%202018%20eslavas/la-chinche.pdf

Salmoiraghi, Paula (2012)  “Cruce de espacios, identidades y tradiciones en Río de las congojas de Libertad Demitrópulos”. Actas del Congreso Internacional de Letras. UBA. Buenos Aires. Disponible en  http://2012.cil.filo.uba.ar/sites/2012.cil.filo.uba.ar/files/0333%20SALMOIRAGHI,%20PAULA.pdf




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