Odio la postura del reviente. La de la diva pero mal, la de la estrella pero que frunce la jeta para mostrarnos que estaría mejor en otra parte. ¿Por qué ponerse en pose si no es para alegrarnos a todos y lucir su belleza física, moral e intelectual? ¿Por qué esconder todo lo bueno que podría decirse y escucharse si se estuviera simplemente sentado delante de un escritorio, armónicamente atento, relajadamente inteligente, pedagógicamente indispensable?
¿Da verguenza estar dando clase? ¿Es un trabajo menor en relación con qué? Me habían hablado de snobismo, de políticamente incorrecto, de necesidad de "epater le bourgois". Pero no creo que sea eso. Sentí más como un desasociego, es eso, una angustia, una incomodidad frente al aula llena y al micrófono indispensable, una inquietud que, espero, se vaya borrando semana tras semana y nos deje, limpiamente, con el tono franco y con tonada, con el dato inteligente y la cita bien elegida, con la reconstrucción de un enfoque tan personal, tan admirable, tan necesario para todos los que estamos ávidos de.
Claro que me encantó estar ahí.
¿Esto es experiencia de clase de quien hablamos hace unas semanas?
ResponderEliminarNo creo haberlo comentado todavía. No es nada, solamente me da pena la sensación.
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