NOVELA II
LA BURLADA AMINTA,
Y VENGANZA DEL HONOR
FUE el capitán don Pedro (cuyo apellido por justos respetos se calla) natural de la ciudad de Vitoria, una de las principales de Vizcaya, por su amenidad, grandeza y nobleza que en sí cría. Desde sus tiernos años se inclinó a las armas, ejercicio usado entre nobles. Gastó la flor de su mocedad en la guerra, si se puede decir gastar sirviendo a su Rey con tanto valor, por cuyo bien empleado trabajo alcanzó del católico y prudente Felipe II honrosos cargos en ella, hasta que, pidiendo su noble ejercicio el merecido premio de sus servicios, el cristiano rey don Felipe Tercero honró su persona con un hábito de Santiago y seis mil ducados de renta, librados en la encomienda del mismo hábito.
Casó en Segovia (ilustre ciudad de Castilla, tan adornada de edificios como de grandeza de caballeros, y enriquecida de mercaderes que con sus tratos estienden su nombre hasta las más remotas provincias de Italia) con una dama igual en nobleza y bienes de Fortuna. Deste matrimonio tuvo un hijo, el cual llegando a los años de discreción, heredando los nobles y alentados respetos y pensamientos de su padre, a imitación suya y cudicioso de sus hazañas, quiso emplear su mocedad en mostrar su valor y granjear algunas de las que a su padre sobraban, y así, con gusto suyo y una bandera, cuyo suplimiento alcanzaron los méritos de su padre, pasó a Italia a servir a su Rey en la famosa guerra que tenía con el duque de Saboya.
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