Kafka en una carta en septiembre de 1922: “el escritor debe aferrarse a su mesa con los dientes”, cosa que si han visto los dibujitos que el propio Kafka hacía, verán que coincide con su imaginario pictórico. Por eso, “él (el escritor)puede concebirse como el chivo expiatorio de la humanidad, él permite a los hombres gozar con inocencia de un pecado”.
Sustraído el escritor del proceso de la reproducción y planteado como un célibe, piensa Kafka, el escritor funciona allí como chivo expiatorio del resto de la humanidad, que se entrega al goce insensato de la reproducción, sin preguntarse nunca: ¿cómo y para qué reproducirse? Pregunta más políticamente radical que esa no hay.
Por eso, para Kafka “escribir es ponerse fuera de la vida”, pero sobre todo, fuera de la vida de los otros. La escritura como un más allá de lo viviente, un más allá, también (dado que lo viviente supone condiciones materiales de existencia) del capitalismo y, por lo tanto, de la esquizofrenia.
De ahí la potencia revolucionaria que Deleuze y Guattari encuentran en la obra de Kafka y particularmente en las zonas más intimas de las obras de Kafka, de ahí que Deleuze y Guattarí digan “todo es político, empezando por las cartas a Felice”.
Daniel Link. Teórico introductorio a Kafka.
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