Capítulo VI: La virginidad
"Tan importante y admirable es la virginidad que ni podemos ni debemos decir pocas cosas de ella. Sin embargo nosotros mantendremos la brevedad que nos propusimos con el objeto de no olvidar que somos preceptores y no pregoneros. Denomino virginidad a la integridad de la mente que se extiende, también, al cuerpo, y me refiero a esa integridad que está exenta de toda clase de corrupción y contagio. No hay ningún tipo de vida más semejante a la celestial que la del estado virginal, porque allí en el cielo seremos semejantes a los ángeles de Dios, sin que en el futuro tengamos sensación alguna que dimane del sexo. Allí ninguna boda se celebrará entre varones y hembras. ¿Qué cosa hay, entre los seres creados, más pura, más libre de sexo, del acto carnal y de la servidumbre del cuerpo que las mentes angélicas? ¿Qué existe entre los hombres que exprese esto mejor que la virginidad? Además, la parte más importante de esta pureza y de esta integridad está ubicada, casi en su totalidad, en el alma, en la que también se sitúa la fuente de todas las virtudes. Porque nuestro cuerpo está hecho de barro, es pesado y tan sólo es un ejecutor de nuestra voluntad; Dios no le presta ninguna atención ni se ocupa de él, por serle totalmente ajeno, sino que mira sólo al alma, que es de naturaleza parecida a la suya y, en cierto aspecto, cercana. Por lo tanto, aquellas mujeres que conservan el cuerpo íntegro con un alma viciada, neciamente se atribuyen el nombre o la gloria de la virginidad."
Juan Luis Vives.(1492-1540. La formación de la mujer cristiana.
http://bivaldi.gva.es/i18n/corpus/unidad.cmd?idCorpus=1&idUnidad=10066&posicion=1
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