27 de septiembre de 2023

Pedir que sus peces anden sin peligro por la tierra

 Pedir tinieblas al Sol 

cuando por Oriente enseña 

tras la hermosísima Flora 

de su rostro la belleza; 

pedir que la misma Flora, 

cuando su madeja peina, 

no borde, en vez de rocío, 

los verdes campos de perlas; 

pedir a los elementos 

dejen su trabada guerra, 

y en conformes voluntades 

truequen su fiera contienda;  

pedir al Cielo pena, 

gloria a las almas 

que el Infierno encierra, 

es pedir a tus ojos, 

que no tengan conmigo más enojos. 


Pedir al mar que refrene sus olas, 

y que se vuelva,

 humilde, mansa, apacible, 

siendo cruel y soberbia; 

pedir que sus peces anden 

sin peligro por la tierra, 

y que saquen a las gentes 

de aljófar las conchas llenas; 

que las sirenas no canten 

ni los oyentes se duerman, 

y que habiten por los campos 

los tritones y nereas; 

pedir al Cielo pena, 

gloria a las almas que el Infierno encierra, 

es pedir a tus ojos, 

que no tengan conmigo más enojos. 


Pedir a los ruiseñores 

no canten celosas quejas, 

y que la tórtola viuda 

segundo marido quiera; 

pedir que la sola fenis 

cuando en el fuego se quema, 

no renazca en sus cenizas 

y que una sola no sea; 

pedir que el águila real, 

cuya vista el Sol penetra, 

deje de mirar los rayos 

por mirar a las tinieblas; 

pedir al Cielo penas, 

gloria a las almas que el Infierno encierra, 

es pedir a tus ojos, 

que no tengan conmigo más enojos.



 María de Zayas y Sotomayor. Novela VII: Al fin se apaga todo.

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