12 de agosto de 2023

Estamos separados de los gritos y el dolor por la escritura colonial

 "El descubrimiento del Nuevo Mundo, la primera visión de tierra, el desembarco en la primera isla, la primera fundación, los primeros naranjos, y otros mo(nu)mentos “primeros” que reclama el colonialismo, pueden ponerse, por ejemplo, en cortocircuito con la primera violación; esto es, la primera reportada en América. Me refiero al conocido relato16 de “la ‘bellísima’ canibalesca rebelde que Colón le regaló a Michele Cuneo en el segundo viaje, y que éste tortura hasta que se porta, según él, como una meretriz ‘armaestrata a la scola de bagasse’” (Canibalia 117). Cuneo escribe o, deberíamos decir, confiesa: 

    Estando yo en la barca tomé una caníbal bellísima, la cual me regaló el señor Almirante; y teniéndola     en mi camarote, al estar desnuda según su usanza, me vino deseo de solazarme con ella; y al querer         poner en obra mi deseo ella, resistiéndose, me araño de tal modo con sus uñas que yo no hubiese             querido entonces haber comenzado; pero visto aquello, [...] agarré una correa y le di una buena tunda         de azotes, de modo que lanzaba gritos inauditos que no podrías creer. Por último, nos pusimos de             acuerdo de tal manera que os puedo decir que de hecho parecía amaestrada en la escuela de                     rameras (Consuelo Varela y Juan Gil 242). 

La escritura colonial encripta la violencia que la hace posible y los arañazos y gritos que se le oponen. Este pasaje, sin embargo, ofrece una imagen dialéctica del pasado que, extrañada en el presente, ilumina la violencia colonial, la resistencia contracolonial y los términos históricos del “acuerdo” y la sujeción “voluntaria” de esa niña secuestrada, torturada y violada a fines de 1494. Pensemos por un momento en esa violencia, evidentemente encriptada, que por un lado fue y, por el otro, sigue siendo de múltiples maneras. Estamos separados de los gritos y el dolor por la escritura colonial que, al mismo el tiempo, hace presente esa violencia. La letra nos separa del y nos acerca al horror. No nos llamemos a equívocos. El colonialismo escribe y siembra naranjos y rosas sobre campos de muerte."


Carlos Jáuregui

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