24 de octubre de 2022

Las ciruelas y el perdón de Williams Carlos Williams

 La idea de la poesía como discurso no pragmático podría ilustrarse con este poema de William Carlos Williams, que parece un mensaje a su esposa:

Esto es sólo para decirte

que he acabado
las ciruelas
que estaban en
la nevera

y que
probablemente
reservabas
para el desayuno

Perdóname
estaban deliciosas
tan dulces
y tan frías

El poema podría haber sido un mensaje a su mujer. Hay una parodia de este poema realizada por Kenneth Koch:

Eché abajo con el hacha la casa que reservabas para pasar el verano.
Lo siento, pero era por la mañana, y no tenía nada que hacer
y sus troncos eran tan invitadores.

Nos reímos juntos de la malvarrosa
y después las rocié con lejía.
Perdóname, es que no sé lo que hago.

Di el dinero que habías estado ahorrando para vivirlos próximos
diez años.
El hombre que me lo pidió estaba andrajoso
y el firme viento de marzo en el porsche era tan delicioso y frío.

Anoche estuvimos bailando y te rompí una pierna.
Perdóname. Fui muy torpe, y
quería que estuvieras en el hospital, ¡donde soy doctor!

(Williams era médico además de poeta.) El signo de exclamación final es superfluo, pero la parodia de Koch, además de ser graciosa, realiza un interesante comentario implícito sobre el original de Williams. Parece ver (o pretende ver) el poema de Williams como la búsqueda del perdón de su comportamiento irresponsable y egoísta apelando a los privilegios que le han sido concedidos por su estatus de poeta. Los poetas, eso parece implicarse, creen que se hallan absueltos de las normales constricciones morales. Su egocéntrico culto del sentimiento eleva sus necesidades por encima de los derechos de los otros, y la ingenuidad con la que admiten eso es una muestra de su inmadurez moral. Su tan cacareada sensibilidad es solo una forma de crueldad.

Quizá los poetas pueden reconocer sus fallos tan prestamente como lo hacen porque saben que, como a niños consentidos, se les va a perdonar. La sensibilidad exquisita de la que se enorgullecen es en realidad una forma de regresión moral. En cualquier caso, la disculpa que da por haberse comido las ciruelas es curiosamente incoherente: pide que se le perdone por haberse tomado las ciruelas apelando al hecho de que resultaron estar deliciosas. Pero eso no lo podía haber sabido él cuando decidió comérselas. ¿Qué hubiese pasado si no llegan a estar deliciosas? Es como decir: «Perdóname por dispararle a tu perro; disfruté muchísimo haciéndolo».

Existe, sin embargo, otro modo de considerar este poema. Consiste en verlo no tanto como un poema sobre el egoísimo infantil de los poetas, sino como un poema sobre la propia naturaleza de la poesía. El poema se presenta en la forma de un mensaje, que es un ejemplo de lenguaje pragmático; y se ocupa de la igualmente pragmática o instrumental acción de guardar fruta en el frigorífico para tomarla de desayuno. Sin embargo, presentar el mensaje en esta forma troceada anula su función pragmática, de modo similar a como el hablante ha ignorado la función pragmática de reservar la fruta para luego. Lo que le atrajo fue la realidad sensorial de las ciruelas mismas, su deleitable frescor y dulzura. Y esto significa que su relación con las ciruelas es más «poética» que instrumental. Podría objetarse que comerse algo es una actividad tan pragmática como guardarlo en la nevera; pero la diferencia es que el poeta «utiliza» las ciruelas poniendo toda su atención en sus propiedades específicas, en vez de, simplemente, comerlas como si le diera lo mismo lo que se tome. Es este hecho el que sustenta la disculpa, y no la mucho más predecible excusa de que estaba hambriento. De hecho, puede que no lo estuviera; el poeta no lo presenta en absoluto como posible exculpación del comportamiento del poeta.

Por tanto, una de las cosas que este poema logra, aparte de fomentar en nosotros reflexiones bíblicas sobre la culpa por comer fruta prohibida, es mostrarnos que lo pragmático y lo poético no siempre se excluyen mutuamente. Esto también ocurre, por cierto, con el concepto de valor de uso de Karl Marx, que implica usar los objetos en formas adecuadas a sus propiedades inherentes. Para Marx, lo contrario de «valor de cambio», que consiste en el uso puramente instrumental de los objetos sin atender a sus características particulares, no es abstenerse de emplearlos, sino usarlos teniendo en cuenta sus cualidades sensuales. Por tanto, la idea de valor de uso resulta una alternativa tanto al esteta, para el que todo uso supone una profanación, como al ignorante, que no muestra interés por la vida interior de las cosas.

En Cómo leer un poema (2007) de Terry Eagleton (trad. de Mario Jurado).

No hay comentarios:

Publicar un comentario