14 de mayo de 2011

Gaiferos liberador



GAIFEROS LIBERA A MELISENDRA

Jugando estaba Gaiferos
en su tablero real,
con los dados en la mano,
que los quería tirar.
-¡Para eso sois, Gaiferos,
para los dados jugar
y no coger el caballo
e ir Melisendra a buscar!
-Siete años la he buscado,
no la he podido encontrar,
cuatro por la morería
y tres por la cristiandad.
-Dicen que estaba en Sansueña,
en Sansueña esa ciudad,
si pronto no la rescatas,
mora te la harán tornar.-
Él se fuera paso a paso
a casa de don Roldán:
-Un favor te pido, tío,
no me lo quieras negar:
tus armas y tu caballo
para mi esposa buscar.
-Tengo hecho juramento
sobre un libro misal
mis armas y mi caballo
a nadie los vaya a dar,
los tengo bien avezados
y los vas a avezar mal.-
Bajara la vista al suelo
y encomenzara a llorar:
-Quédese con Dios, mi tío,
siempre me ha querido mal.
-Vuelve, vuelve, mi sobrino,
que a ti te las voy a dar,
mi cuerpecito ligero
para irte a acompañar.
-Solo me tengo de ir, solo,
a Melisendra buscar.
-Los usos de mi caballo
te los tengo de enseñar:
dándole una sopa en vino
y una corteza de pan
y aflojándole la cincha
y apretándole el petral
siete batallas de moros
bien las sabría saltar.-
Maldiciendo iba el vino,
maldiciendo iba el pan,
el que los moros comían,
que no el de la cristiandad;
él reniega de aquel árbol
que solo en el campo nace,
todas las aves que pasan
en él suelen aposarse;
él reniega de la madre
que tan sólo un hijo pare,
si se lo cautivan moros,
no tiene quien lo rescate,
si se le cae una espuela,
no tiene quien se la calce.
Cuando a Sansueña llegó,
moros en mezquita están,
no siendo un moro viejo
para las damas guardar.
-Ábreme la puerta, moro,
que vengo de allende el mar,
tanto oro y plata traigo
cuenta de él no puedo dar.-
El moro, con la codicia,
las abrió de par en par;
cuando las tenía abiertas,
ya las quería cerrar:
-Fuera, fuera, cristianillo,
aquí no debes de entrar,
en las armas y caballo
pareces a don Roldán.-
Entre vueltas y revueltas,
el moro en el suelo cae.
Se fue paso contra paso
donde las damas están:
-¿Sois vos hijas de villanas
o de más bajo lugar,
que vos hablo con política
y no queréis contestar?
-Somos hijas de señores,
de buena sangre real.
-¿Con cuáles dormía el perro,
con cuáles solía holgar?
-Con todas, señor, con todas,
con todas, por nuestro mal;
no siendo con Melisendra,
que la van a encoronar
reina de los siete reinos
por la noche de San Juan,
que es una noche muy larga
por con ella solazar.-
Con el ruido de las armas,
ella se salió a asomar:
-Caballero de armas blancas
¿sois de Francia natural?,
¿conocéis a don Gaiferos,
sobrino de don Roldán?
Le daréis mis encomiendas,
bien pagadas os serán.
-Las encomiendas, señora,
vos se las heis de llevar.-
La cogiera entre los brazos,
la pusiera en el ruán.
Con los aullidos del moro
se alborotó la ciudad;
tantos moros van tras ellos
que el sol hacen anublar.
Por milagro que Dios hizo,
el caballo empieza a hablar:
-Si me dieras sopa en vino,
como me solían dar,
siete batallas de moros
habría de traspasar.-
Si el cristiano mata muchos,
el caballo mata más;
tanta es la sangre que corre,
que hacía un río caudal.
-Allí viene un perro moro
¡ay Dios mío!, ¿qué traerá?,
¡trae las herraduras de oro,
los clavos de pedernal!-
Se conocen los caballos
en el modo de rinchar;
se conocen las espadas
en el modo de cortar;
se conocen tío y sobrino
en el modo de pelear.

Este romance tradicional del siglo XX tiene su origen conocido en un romance “juglaresco” de 612 octosílabos (o 306 versos dieciseisílabos con cesura, contados como versos épicos). Repetidamente impreso en el s. XVI, fue, sin duda, compuesto por uno de esos cantores profesionales que, a fines de la Edad Media, se especializaron en los temas “carolingios” (sobre los personajes adscritos a la corte de Carlomagno).
“Sansueña”, que Sancho identificaba con la moderna Zaragoza, cuando advertía a don Quijote que su empresa de ir a Berbería, como un nuevo Gaiferos, con solas sus armas y caballo a sacar de cautiverio al joven don Gregorio “a pesar de toda la morisma” tenía el inconveniente de no poderse hacer por “tierra firme”, es derivación de “Sansoigne”,‘Sajonia’, pronunciado con el diptongo provenzal “Sansuenha”; en ella, al otro lado del Rin, se situaba obviamente la acción de la chanson de geste de Saisnes, des Saxons o de Guideclin, pero las derivaciones provenzales y españolas de ese poema épico la colocaron en un ignoto lugar de la morería española, pues ya no concebían otros “paganos” que no fueran musulmanes. “Melisendra” es “Belissend”, la hija del Emperador , que figura asimismo en un romance tradicional , el del “Despertar de Melisendra”, inspirado en una escena de la chanson de geste francesa de Amis et Amil , donde también lleva ese nombre. En cuanto a “Gaiferos”, es claro que se trata del héroe pan-germánico “Walther de España “ o ¨de Aquitania”, cantado por Ekkehard en su Waltharius, en el viejo Waldere anglosajón, en el Biterolf medio-alto-alemán y en la Thidrekssaga noruega, y que de su leyenda procede la trama del rescate desarrollada por nuestro romance juglaresco. No es convincente la hipótesis de que hubiera en España una tradición épica de orígenes remotos referente a “Waltharius”; los elementos que aproximan alternativamente este romance y el de “La escriveta” a las distintas obras europeas referentes al héroe lo que sí demuestran es la existencia de una tradición épico-baladística más compleja que la que manifiestan los textos por nosotros conocidos. Los romances son herederos de ella.
Los cantores tradicionales, al dar acogida al tema, lograron ir reduciendo el romance juglaresco al estilo característico del Romancero oral, conservando lo que de la narración les pareció esencial, sin desechar lo más brillante de su decir formulístico. Me salió por primera vez al paso el romance tradicional cuando, en 1977, el extraordinario depositario de saber romancístico David Ramón, a sus 69 años, nos llamó a Antonio Cid y a mí en Trascastro (La Fornela, León) para comunicarnos su repertorio en el ambiente exclusivamente masculino de la taberna. El texto tradicionalizado del romance se conserva, entre buenos trasmisores, en pueblos de León, Galicia, Portugal, Cataluña y entre los gitanos de Cádiz.
La tradición sefardí heredó, por su parte, dos romances relativos al tema.

b)

Por los palacios de Carlos
no hacen más que jugar.
Ganó Carlos a Gaiferos
sus villas y sus ciudades;
ganó Gaiferos a Carlos
a la su esposa real,
con dado de oro en la mano
y tablero de cristal.
Más le valiera perderla,
perderla, que no ganar,
que se la robaron moros
mañanica de San Juan,
cogiendo rosas y flores
en el jardín de su padre.
-Sobrino, el mi sobrino,
el mi sobrino carnal,
yo te crié chiquitico,
Dios te hizo un barragán;
él te dio barbica roja
y en tu cuerpo fuerza grande,
yo te di a Julïana
por mujer y por igual;
un día fuiste cobarde,
te la dejaste robar.
Maldición te echo, sobrino,
si no la vas a buscar:
-Desnudo vayas por soles
descalzo por muladares;
no topes árbol ni hoja
para el caballo alazán.
Por los caminos que vayas,
no topes vino ni pan,
no topes aguas de río
para tu alma confortar.
No tengas dinero en bolsa
para el camino gastar.
La gente a quien preguntes
de ti no tengan piedad:
no den cebada al caballo
ni carne a tu gavilán,
ni menos halles candela
con que te acalentar.-
Ya se parte el caballero,
ya se parte, ya se va.
Por las calles que había gente,
caminaba de vagar;
por las que no había nadie,
centellas hace saltar.

c)

Cautiva estaba, cautiva,
la esposica de Gaiferos;
pensando está que le envíe
uno de sus mensajeros.
Asomose a la ventana,
vio venir un caballero
todo vestido de malla,
en traje de hombre guerrero.
-Así logréis, caballero,
ventura en armas tengáis,
que si para Francia ibais
y a Gaiferos encontráis,
decidle que la su esposa
se la quieren desposar
con un mal morico, moro
que mora allende la mar,
que tiene mucha moneda
y la soberbia muy grande;
más querría ella ser muerta
que con moro consagrar.

Del primero, conozco versiones impresas en libritos de cordel en caracteres hebraicos de Salónica y Sofia y versiones oídas directamente a cantores de Istib, Salónica, Constantinopla y Jerusalén. Las maldiciones con que el Emperador conmina a Gaiferos para que emprenda la búsqueda de su hija, substitutas de los juramentos del propio Gaiferos en su camino, son una trasmigración de otro romance carolingio, de raíces épicas, el de “Floresventos” (descendiente de la chanson de geste francesa del siglo XII Floovent), que en el Romancero del siglo XX sólo pervive en Portugal.
El segundo también se cantaba en el Oriente mediterráneo: Salónica, Lárissa y Jerusalén. Esta escena, presente en el romance juglaresco, tuvo vida autónoma desde antiguo, siendo objeto de la atención preferente de los músicos y glosadores de romances. En los comienzos del siglo XVI, fue ya aprovechada musicalmente para ser cantada con un texto muy abreviado, introducido por los octosílabos: “Si d’amor pena sentís / por mesura y por bondat”. Pero fue a finales del siglo, cuando comenzaba a abrirse paso el que vendría a ser llamado “Romancero nuevo”, cuando la escena adquirió gran resonancia en manos tanto de músicos como de glosadores y romanceristas. Los cartapacios literarios, los cancioneros musicales y los autores de romanceros nos dan a conocer un conjunto de textos, relacionados entre sí, que comparten motivos adicionados, a la vez que recogen o introducen notables variantes, sin perder de vista la herencia del romance juglaresco viejo (al que, según parece, los diversos retocadores vuelven a veces la vista). El punto de partida de las innovaciones fue la presencia, en la queja de la cautiva, del motivo del olvido a causa de unos posibles amores nuevos de Gaiferos:

deve tener otros amores
de mí no lo dexan recordar,
los ausentes por los presentes
ligeros son de olvidar,

que contrastan con la fidelidad de Melisendra:

mas amores de Gayferos
yo no los puedo olvidar.

En las versiones de fines del siglo, se insiste, por un lado, en que Melisendra no está únicamente “presa” por hallarse en cautiverio, sino que se halla muriendo en soledad por haber voluntariamente dejado que Gaiferos se lleve consigo su libertad. De otra parte, se reformula el reproche del posible olvido por tener nuevos amores, diciendo, en formas varias, que los ausentes no se deben olvidar o mudar por los presentes (al menos, “·quando los que están presentes / son de menos calidad”). La génesis y encadenamiento de las novedades es, por el momento, imposible de determinar comparando la docena de textos distintos llegados hasta nosotros.
Cuando, en el Quixote, el galeote Ginesillo de Pasamonte, disfrazado de maese Pedro, va mostrando el famoso retablo, el muchacho que lo explica señala cómo Melisendra “habla con su esposo creyendo que es algún passagero, con quien passó todas aquellas razones y coloquios de aquel romance que dizen ‘cavallero, si a Francia ides, por Gayferos preguntad’, las quales no digo yo aora porque de la prolixidad se suele engendrar el fastidio”. Aunque no cite más texto del romance, sus palabras introductorias nos bastan para saber que el muchacho (y, por tanto, Cervantes) tenía presente el romance tal como aparece glosado en la más divulgada de estas glosas de que vengo hablando, la cual comienza:

Estando en prisión cautiva
la esposa de don Gayferos
buscando con quien le escriva,
vio que, entre los pasajeros,
uno hazia París yva,
y díxole en puridad:
-Cavallero, si a Francia ydes,
por Gayferos preguntad,

toda vez que de ella hubo de tomar necesariamente la referencia a los “passageros”, sobre los cuales nada decía el romance propiamente dicho. Cervantes, aparte de tener presente este texto glosado de “Cavallero, si a Francia ydes” (que, muy probablemente, leyó en el Romancero historiado de Lucas Rodríguez, Alcalá, 1582), citó en el retablo unas octavas de Melchor de Horta, que comienzan “Jugando está a las tablas don Gayferos / que ya de Melisendra está olvidado”, en que se resume el comienzo del viejo romance juglaresco, y también un famosísimo “romance nuevo” de Miguel Sánchez, que comienza “Oyd, señor don Gayferos / lo que como amigo os hablo”, del que cita el verso proverbial “harto os he dicho, miradlo”, que en él aparecía engastado en su comienzo:

Melisendra está en Sansueña,
vos en París descuidado,
vos ausente, ella muger,
harto os he dicho, miradlo.

Este romance nuevo desarrolla la contrapartida al tema ausencia-infidelidad-celos del episodio posterior, haciendo que ese oficioso “amigo” advierta al confiado Gaiferos el peligro que corre, por muy moros que sean aquellos con que convive su esposa. La popularidad de estos arreglos de la vieja historia romancística es lo que llevó a maese Pedro (o, mejor dicho a Cervantes) a rememorar la liberación de Melisendra, que excitaría la imaginación de don Quijote.
La vida autónoma de “Cavallero, si a Francia ydes” en el siglo XVI nos plantea el dilema de si los judíos expulsados de España y asentados en el Imperio Otomano realizaron por su cuenta la segregación de la escena o si la heredaron de la boga peninsular del “fragmento”, antes o después de su forzada emigración. Aunque el texto sefardí nada contiene de las novedades observables en la documentación escrita de la escena en el siglo XVI, el trecho introductorio asonantado en –é.o podría haber sido inspirado por la misma glosa que proporcionó la explicación de lo mostrado en el retablo cuando la cautiva se dirige a su esposo sin conocerle, visto que en ambos relatos se presenta a Melisendra planeando escribir a Gaiferos (y ello se expresa usando dos octosílabos rimando en –eros). Sabemos de algunos casos en que textos españoles de aquel tiempo llegaron a influir en la tradición oral sefardí de Oriente. Pero en éste, la sugerida vinculación no es un hecho indiscutible.

Diego Catalán

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