17 de noviembre de 2023

Selvas que escuchando estáis los pesares que en mí habitan

 Ya por el balcón de Oriente 

muestra la madeja riza el Alba, 

quitando al Sol de la noche la cortina. 

Ya vierte la copia hermosa, 

de olorosas flores rica, 

y con aljófar y perlas 

los floridos campos pisa. 

Ya el Sol fulminando rayos 

dora las peñas altivas, 

borda los soberbios montes, 

mira las playas vecinas. 

Ya brota el suelo claveles, 

acantos y maravillas, 

madreselvas, alhelíes, 

azucenas, clavellinas. 

 Los pajarillos se alegran, 

cantando amorosas liras 

saltan los mansos arroyos, 

murmuran las fuentecillas. 

Sólo llora Marfisa, 

cuando los campos vierten alegría. 

Adora un ingrato dueño, 

cuya condición esquiva 

los más libres pechos prende, 

mata las más libres vidas. 

«¡Qué es esto, campos hermosos! 

(con lágrimas les decía). 

Parece que de mi pena 

nace vuestra gloria misma!. 

Si porque lloro os reís, 

detened, campos, la risa, 

pues es más piadoso oficio 

llorar las pasiones mías. 

Selvas que escuchando estáis 

los pesares que en mí habitan, 

y a mis muertas esperanzas 

cubrís con cenizas frías: 

si estas lágrimas que veis 

a lástima no os obligan, 

cuando yo os [ll]amare ingratos 

la culpa es vuestra, no mía». 

Así llora Marfisa, 

cuando los campos vierten alegría.



María de Zayas. Noche quinta en Novelas amorosas y ejemplares.

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