29 de julio de 2017

Guaicurú que no se averguenza de sus italianos

Yo, que siempre se me antoja andar a contramano, yo, que renegué toda mi vida de mis abuelos y abuelas avergonzados de lo amerindio y destacando sus-mis ojos celestes de italianos del Véneto y la Toscana, yo, que siempre me deslumbré por todos los idiomas menos por ese catarutzano a la Sofía Loren que escuchaba en casa, yo, que siempre dije que mi única abuela interesante es la "hija natural", la hija de la sirvienta en Entre Ríos, la que no se sabe si era india o gitana, la huérfana que nunca quiso hablar de sus orígnes, yo, quizás sienta ganas de hacer italiano como lengua dentro de la carrera o en laboratorios de idioma. Porque suena lindo, porque la vida es bella, porque amo a Pavese y a Montale, porque me intriga mucho esa nacionalidad construida a la fuerza con la imposición de una lengua sobre otros "dialectos" que no son variedades sino idiomas totalmente diferentes, porque las profes me parecieron geniales, porque quiero leer a Dante y a Petrarca, porque todo.

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