18 de junio de 2011

Altisidora se compara con Dido






"Una segunda vez, Dido recurre a las lágrimas, una segunda vez intentará los ruegos; y vencido por el amor, su orgullo se volverá suplicante; no quiere abandonar la vida sin antes haberlo intentado todo.

-Ana, ¿los ves apresurarse en la orilla? ¿los ves precipitarse de todas partes? Ya la vela llama a los vientos, y los marineros gozosos ponen las coronas sobre las popas; y yo, hermana mía, si he podido exponerme a semejante dolor, ¡podría soportarlo! Sin embargo, sirve aún otra vez a mi infortunio, querida Ana, tú puedes hacerlo; porque el muy pérfido, sólo a ti te perdona; él te confiaba incluso los secretos de su pensamiento, sólo tú conocías el momento en que era más fácil tener acceso al corazón de ese hombre. Ve, hermana mía, suplicante, ve al encuentro de ese enemigo soberbio; dile que en la Álida no juré con los griegos destruir al pueblo troyano, ni envíe mi flota contra Pérgamo; que no he ultrajado las cenizas y los manes de su padre Anquises. ¿Por qué, entonces, cierra a mis palabras sus despiadados oídos? ¿Adónde corre presuroso? Que por lo menos conceda a su desdichada amante una gracia postrera: que espere una huida fácil y vientos favorables. No, yo ya no invoco el himeneo que él ha abandonado, ya no le pido que abandone aquel hermoso Lacio y renuncie a su imperio. No pido más que una vana dilación, un lapso de reposo a mi ardor, para que la fortuna enseñe a padecer a aquella a la cual ha vencido ¡Es la última gracia que yo imploro, Ana!, ten piedad de tu hermana; cuando él me la haya concedido, mi agradecimieno no tendrá otro término que mi muerte."

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