Autocronograma

AUTOCRONOGRAMA

2008: 23 años deseando esta carrera.

2010: Bitácora de quien estudia en Puán porque la vida es justa y (si te dejás) siempre te lleva para donde querés ir.

2011: Te amo te amo te amo, dame más: Seminarios y materias al por mayor.

2012: Crónicas de la deslumbrada:Letras es todo lo que imaginé y más.

2013: Estampas del mejor viaje porque "la carrera" ya tiene caras y cuerpos amorosos.

2014: Emprolijar los cabos sueltos de esta madeja.

2015: Pata en alto para leer y escribir todo lo acumulado.

2016: El año del Alemán obligatorio.

2017: Dicen que me tengo que recibir.

2018: El año del flamenco: parada en la pata de la última materia y bailando hacia Madrid.

2019: Licenciada licenciate y dejá de cursar mil seminarios. (No funcionó el automandato)

2020: Ya tú sabes qué ha sucedido... No voy a decir "sin palabras" sino "sin Puán".

2021: Semipresencialidad y virtualidad caliente: El regreso: Onceava temporada.

2022: O que será que será Que andam sussurrando em versos e trovas 2023: Verano de escritura de 3 monografías y una obra teatral para cerrar racimo de seminarios. Primer año de ya 15 de carrera en que no sé qué me depara el futuro marzo ni me prometo nada.

15 de febrero de 2012

Dilemas

Ponerme a leer Yaguar fiesta o los cuentos ecuatorianos para el final de Latinoamericana II (primeros días de marzo) o Lugar de Saer para la exposición de mis compañeros mañana en el seminario.

11 de febrero de 2012

Arguedas y el Cuzco


CHARLA/CONFER.
ARGUEDAS Y EL CUZCO
EL 16/02/2012 A LAS 19:00 HS.
CCEBA SEDE FLORIDA 943

POR LUIS NIETO
Como todas las ciudades cargadas de historia y dueñas además de un encanto particular, el Cuzco ha motivado eso que podríamos llamar una "mitología literaria"; es decir, diversas representaciones que son reflejo del hondo impacto que la urbe causa entre poetas, narradores y ensayistas, sean o no nativos de la ciudad imperial.
Esta mitología literaria nos muestra a lo largo del siglo XX la imagen de una ciudad sagrada, cuna de la más alta civilización que floreció en suelo peruano hasta antes de la llegada de los europeos y, por lo mismo, centro del mundo andino o, como se suele decir, atribuyéndole ese significado al topónimo quechua Qosqo, "ombligo del mundo".
En este coro de voces que ha ido construyendo una imagen estereotipada del Cuzco, sobresale nítidamente, por la originalidad y profundidad de sus planteamientos, la voz de José María Arguedas. La charla aborda tres textos del autor de Todas las sangres para realizar un análisis de la imagen que construye del Cuzco, dos de corte ensayístico y uno de ficción.

Organiza: EMBAJADA DE PERÚ EN LA ARGENTINA

/feb2012/cuzco.jpgLUIS NIETO (Cuzco, 1955). Ha publicado los libros de cuentos Harta cerveza y harta bala (1987), La joven que subió al cielo (1988), Como cuando estábamos vivos (1989) y Señores destos reynos (1994). Con cuentos de corte histórico incluidos en este último volumen ganó dos de los más importantes premios literarios del Perú, el Copé concedido por Petroperú, y el César Vallejo, que otorgaba el suplemento Dominical del diario El Comercio. El 2003 publicó su primera novela, Cuzco después del amor; el 2007, Asesinato en la gran ciudad del Cuzco (Ed. Norma) y el 2008, El guachimán y otras historias (Alfaguara). La novela corta que da título a este último conjunto ha sido llevada al cine en 2010 por el director Gastón Vizcarra. Actualmente es el coordinador de la Unidad de Difusión del Centro Guaman Poma de Ayala, ONG cuzqueña que publica las revistas Parlante y Crónicas Urbanas.

7 de febrero de 2012

Papeles viejos y nuevas páginas

Desde que tengo interné que no revisaba mis montañas de diarios. Los voy juntando desde el 82 (decía yo, más o menos, pero encontré uno del 80 y la machoría son del 86-87 en adelante), suplementos culturales sobre todo, acumulados desde que sé cuál es mi vocacion, cuál sería algún día mi carrera.
Hoy ataqué solamente una de las tres zonas de montañas que ocupan distintas zonas de mi casa. La excusa era que elegí como tema de mi seminario sobre Variaciones del tiempo a Olga Orozco, poeta que he leído desordenadamente desde hace... "mucho". Lo primero que encontré ya fue mágico: una pequeña referencia a su visita a EEUU en el 91, en un suplemento de La Nación que revisé completo (solamente estuve mirando portadas) porque la nota central estaba firmada por Roa Bastos que acabo de terminar de leer.
En esa pequeña noticia decía que Orozco había hablado sobre "Tiempo y memoria", así, encomillado. No hay ninguno de sus libros ni de sus poemas que tenga justo ese título (ideal para el recorte de mi seminario). Google al toque: Resulta que es el título de una conferencia (que encontré completa en una revista digital) en la que ella misma teoriza sobre todo lo que yo tengo que teorizar en relación a su obra. ¿No es maravilloso?
Luego encontré una entrevista del 89 a la autora. La reseña de sus conversaciones con Antonio Requeni y Gloria Alcorta (libro que ya había separado de mis nobibliotecas) y alguna otra curiosidad fuera de tema: Reseña de la aparición de Las islas de Carlos Gamerro, artículos de Victoria Ocampo, Borges y José Bianco sobre Silvina Ocampo, artículos de distintos temas subrayados por mí cuando se me había ocurrido reunir los que hablaran de la utopía (Gigante y olvidado proyecto que me venga bien, quizás de paisaje de fondo).

6 de febrero de 2012

Quiero lectura de género de este cuento

"Sé que lo que mamá quiso decirme antes de morir era que odiaba la vida. Odiamos la vida porque no puede vivirse. Y queremos vivir porque sabemos que vamos a morir. Pero lo que tiene un núcleo sólido piedra, o hueso, algo compacto y tejido apretadamente, que pueda pulirse y modificarse con un ritmo diferente al ritmo de lo que pertenece a la muerte – no puede morir. La voz que escuchamos sonar desde dentro es incomprensible, pero es la única voz, y no hay más que eso, excepción hecha de las caras vagamente conocidas, y de los soles y de los planetas. Me parece muy justo que mamá odiara la vida. Pero pienso que si quiso decírmelo antes de morirse no estaba tratando de hacerme una advertencia sino de pedirme una refutación."


Juan José Saer. "Sombras sobre vidrio esmerilado"

Fragmentos comprendidos entre cruces

"El tiempo de cada uno es un hilo delgado, transparente, como los de coser, al que la mano de Dios le hace un nudo de cuando en cuando y en el que la fluencia parece detenerse nada más que porque la vertiente pierde linealidad. O como una línea recta marcada a lápiz con una cruz atravesándola de trecho en trecho, que se alarga ilusoriamente ante los ojos del que mira porque su visión divide la línea en los fragmentos comprendidos entre cruz y cruz. Lo de la cruz está bien, porque cruz significa muerte."


Juan José Saer. "Sombras sobre un vidrio esmerilado"

Yo leí esto en el profesorado pero no me acordaba de ná. Hasta andaba diciendo por ahí que Saer no me llamaba la atención

"Tomatis se sentó al lado mío. Se lo pasó todo el tiempo charlando y riendo, fumando y tomando vino. Y en un aparte se volvió hacia mí y me dijo: “¿Usted no cree en la importancia de la fornicación, Adelina? Yo sí creo. Eso les pasa a ustedes, los de la vieja generación: han fornicado demasiado poco, o en su defecto nada en absoluto. ¿Sabe? Se dice que usted tiene un seno de menos. No, no estoy borracho. 0 sí, capaz que un poco sí. ¿Es cierto? ¿No piensa que usted misma lo ha matado? Yo pienso que sí. ¿Sabe? Usted me cae muy simpática, Adelina. Tiene un par de sonetos por ahí que valen la pena. Perdóneme la franqueza, pero yo soy así. Usted debería fornicar más, Adelina, sabe, romper la camisa de fuerza del soneto porque las formas heredadas son una especie de virginidad y empezar con otra cosa. Me juego la cabeza de que usted es capaz de salir adelante. Usted que la tiene cerca, páseme esa botella de vino. Gracias” . "


JUan José Saer. "Sombras sobre vidrio esmerilado"

Finalicemos

Me acabo de anotar (qué grande la facu) on line a final de Latinoamericana II. Y tengo que ordenarme. Yo soy feliz leyendo a Roa Bastos y a Arguedas y voy del texto a la crítica y a artículos guardados especialmente para este momento y hasta encontré una Antología del cuento de Ecuador que yo leí deslumbrada como una rareza hace mil años y ahora tiene algunos de los cuentos que tengo que preparar... Pero ¿dar un final es esto? ¿Cómo voy a hacer para acomodar lineal, lógica, coherentemente todos mis placeres?

2 de febrero de 2012

Por tu hambriento escorial como los reyes locos

VARIACIONES SOBRE EL TIEMPO - Olga Orozco



Tiempo:
te has vestido con la piel carcomida del último profeta;
te has gastado la cara hasta la extrema palidez;
te has puesto una corona hecha de espejos rotos y lluviosos jirones,
y salmodias ahora el balbuceo del porvenir con las desenterradas melodías de antaño,
mientras vagas en sombras por tu hambriento escorial, como los reyes locos.

No me importan ya nada todos tus desvaríos de fantasma inconcluso,
miserable anfitrión.
Puedes roer los huesos de las grandes promesas en sus desvencijados catafalcos
o paladear el áspero brebaje que rezuman las decapitaciones.
Y aún no habrá bastante,
hasta que no devores con tu corte goyesca la molienda final.

Nunca se acompasaron nuestros pasos en estos entrecruzados laberintos.
Ni siquiera al comienzo,
cuando me conducías de la mano por el bosque embrujado
y me obligabas a correr sin aliento detrás de aquella torre inalcanzable
o a descubrir siempre la misma almendra con su oscuro sabor de miedo e inocencia.
¡Ah, tu plumaje azul brillando entre las ramas!
No pude embalsamarte ni conseguí extraer tu corazón como una manzana de oro.

Demasiado apremiante,
fuiste después el látigo que azuza,
el cochero imperial arrollándome entre las patas de sus bestias.
Demasiado moroso,
me condenaste a ser el rehén ignorado,
la víctima sepultada hasta los hombros entre siglos de arena.

Hemos luchado a veces cuerpo a cuerpo.
Nos hemos disputado como fieras cada porción de amor,
cada pacto firmado con la tinta que fraguas en alguna instantánea eternidad,
cada rostro esculpido en la inconstancia de las nubes viajeras,
cada casa erigida en la corriente que no vuelve.
Lograste arrebatarme uno por uno esos desmenuzados fragmentos de mis templos.

No vacíes la bolsa.
No exhibas tus trofeos.
No relates de nuevo tus hazañas de vergonzoso gladiador en las desmesuradas galerías del eco.

Tampoco yo te concedí una tregua.
Violé tus estatutos.
Forcé tus cerraduras y subí a los graneros que denominan porvenir.
Hice una sola hoguera con todas tus edades.
Te volví del revés igual que a un maleficio que se quiebra,
o mezclé tus recintos como en un anagrama cuyas letras truecan el orden y cambian el sentido.
Te condensé hasta el punto de una burbuja inmóvil,
opaca, prisionera en mis vidriosos cielos,
Estiré tu piel seca en leguas de memoria,
hasta que la horadaron poco a poco los pálidos agujeros del olvido.
Algún golpe de dados te hizo vacilar sobre el vacío inmenso entre dos horas.

Hemos llegado lejos en este juego atroz, acorralándonos el alma.
Sé que no habrá descanso,
y no me tientas, no, con dejarme invadir por la plácida sombra de los vegetales centenarios,
aunque de nada me valga estar en guardia,
aunque al final de todo esté de pie, recibiendo tu paga,
el mezquino soborno que acuñan en tu honor las roncas maquinarias de la muerte,
mercenario.

Y no escribas entonces en las fronteras blancas “nunca más”
con tu mano ignorante,
como si fueras algún dios de Dios,
un guardián anterior, el amo de ti mismo en otro tú
que colma las tinieblas.
Tal vez seas apenas la sombra más infiel de alguno de sus perros.




OLga Orozco

De sumisas distancias que irremediablemente

Cabalgata del tiempo (Olga Orozco)




Inútil. Habrá de ser inútil, nuevamente,
suspender de la noche, sobre densas corrientes de follaje,
la imagen demorada de un porvenir que alienta en la memoria;
penetrar en el ocio de los días que fueron dibujando con terror y paciencia
la misma alucinada realidad que hoy contemplo,
ya casi en la mirada;
repetir todavía con una voz que siento pesar entre mis manos:
-Alguna vez estuve, quizás regrese aún, a orillas de la paz,
como una flor que mira correr su bello tiempo junto al brazo de un río.

Todo ha de ser en vano.
Manadas de caballos ascenderán bravías las pendientes de su infierno natal
y escucharé su paso acompasado, su trote, su galope salvaje,
atravesando siglos y siglos de penumbra,
de sumisas distancias que irremediablemente los conducen aquí.

Tal vez sería dulce reconquistar ahora una música antigua,
profunda y persistente como el eco de un grito entre los sueños,
sumirse bajo el verde sopor de las llanuras
o morir con la lluvia, tristemente,
entre ramos llorosos que sombrearan viejísimas paredes.

Imposible. Sólo un fragor inmenso de ruinas sobre ruinas.
Es el desesperado retornar de los tiempos que no fueron cumplidos
ni en gloria de la vida ni en verdad de la muerte.
Es la amarga plegaria que levantan los ángeles rebeldes
llamando a cada sitio donde pueda morar su dios irrecobrable.
Es el tropel continuo de sus lucientes potros enlutados
que asoman a las puertas de la noche la llamarada enorme de sus greñas,
que apagan con mortajas de vapor y de polvo toda muda tiniebla,
agitando sus colas como lacios crespones entre la tempestad.
La sangre arrepentida, sus heroicas desdichas.

Y nada queda en ti, corazón asediado:
apenas si un color, si un brillo mortecino,
si el sagrado mensaje que dejara la tierra entre tus muros,
se pierden, a lo lejos,
bajo un mismo compás idéntico y glorioso como la eternidad.



Olga Orozco
Cabalgata del tiempo

Ocampo por Mancini: Escalas de pasión


Domingo 03 de agosto de 2003 | Publicado en edición impresa

Una historia del mundo con tortícolis


Por Guillermo Saavedra
De la Redacción de LA NACION



Adriana Mancini ha consagrado los últimos ocho años a estudiar la producción de Silvina Ocampo. Fue guionista de la película Las dependencias, de Lucrecia Martel, y colaboró en la puesta teatral de Cortamos ondulamos, ambas basadas en la vida y la obra de la autora argentina. En esta entrevista habla de su ensayo Silvina Ocampo. Escalas de pasión (Norma), en el que desarrolla los resultados de su investigación



Adriana Mancini explora en su estudio el mundo cruel, inocente y kitsch de Silvina Ocampo. Foto: Sergio Llamera

"Estamos en el paraíso, creemos alcanzar la felicidad, pero viene la serpiente y uno la espera". Esa única frase, con su cintilante ambigüedad, alcanzaría para ubicar a su autora en un lugar central dentro de cualquier literatura. Sin embargo, Silvina Ocampo (1903-1994) fue hasta no hace mucho un lujo secreto de las letras argentinas, una flor extraña oculta tras un frondoso follaje de celebridades cercanas: su hermana Victoria, su amigo Jorge Luis Borges, su esposo, Adolfo Bioy Casares.

Por fortuna, durante la década de 1990 su obra extraordinaria y largamente desatendida comenzó a ser objeto de una reubicación, sobre todo, gracias a una antología de Matilde Sánchez para el Fondo de Cultura Económica, Las reglas del secreto , y a la progresiva reedición de su obra narrativa y poética completa por Emecé.

En este nuevo marco de recepción, se inscribe el flamante ensayo de Adriana Mancini (Buenos Aires, 1948): Silvina Ocampo. Escalas de pasión , que acaba de publicar en la Argentina la editorial Norma. Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, integrante de la cátedra de Literatura Argentina II e investigadora de esa universidad, Mancini dice haber llegado tardíamente a la obra de una autora a la que terminó dedicándole más de ocho años de trabajo: "A comienzos de los años 90, como integrante de la cátedra de Literatura Argentina, preparé para un seminario interno un trabajo sobre su obra. Me llamaron la atención sobre todo dos cosas: por un lado, la dificultad pare decir algo unívoco sobre esos textos; el solo hecho de intentar contarlos provocaba un trabajo infinito, porque siempre quedaba algo por fuera de la trama o del argumento; por otro lado, la disidencia entre las diversas lecturas críticas sobre su obra. Entonces me dije que allí había un objeto interesante para pensar".

Mancini, desde luego, tomó como punto de partida esas disidencias críticas, en el convencimiento de que éstas "ya habían establecido las líneas fundamentales de la lectura de Silvina Ocampo: la iridiscencia, la crueldad, la perversión, la confrontación de los opuestos, la extraña moralidad, la atmósfera kitsch ... A partir de allí, me dediqué a desmontar los mecanismos de esos relatos, un poco a la manera de los chicos cuando desarman un juguete que los fascina".

Esa literatura de secretos renuentes -carozos de la siempre resbalosa fruta del lenguaje- fue sometida por Mancini a un minucioso y lúcido relevamiento: "Primero, preparé pequeños análisis de los cuentos que me resultaban más interesantes. Me pasaba meses trabajando con cada cuento. Tenía una idea que me parecía una intuición primaria pero no podía argumentarla, y me proponía demostrarla rigurosamente, casi como en una ecuación de varias incógnitas. Hasta que, en algún momento, me dije que ese proyecto era digno de una investigación más extensa. Entonces hice un plan para estudiar el trabajo de Silvina con el género fantástico y, por otro lado, para poner esa producción en relación con su contexto histórico, ya que esa obra se lleva a cabo a lo largo de cincuenta años: su primer libro es de 1937 y el último, de 1988. Y comencé por preguntarme qué elementos la diferencian de otros escritores fantásticos, por qué su obra da la sensación de no parecerse a nada, como dijo alguna vez Bioy Casares".

Según Mancini, el mundo fantástico de los relatos de Silvina Ocampo tiene características nítidas: espacios cerrados, erotismo mucha veces perverso, niños crueles con acceso al mundo de la magia. Y en relación a estos rasgos emblemáticos, Mancini analizó el comportamiento de las voces que narran los cuentos, "con la intuición de que ése era un elemento importante para conferir a esos relatos su iridiscencia, su inquietante ambigüedad".

Puntos de vista que cambian en medio de un párrafo o de una frase, o que revelan inesperadamente su equívoca procedencia, tiempos y modos verbales que se suceden también a velocidad lumínica, evitando las formas más habituales del genéro fantástico -el subjuntivo, el condicional-, constituyen lo más visible de un conjunto de procedimientos y técnicas que, en el momento de la aparición de su primer libro de cuentos, como recuerda Mancini, "le hicieron decir a su hermana Victoria que muchas de las imágenes de Silvina tenían tortícolis. Sin embargo, y como ya empezó a reconocerse a comienzos de la década de 1960, todos esos rasgos, más que defectos de una fallida voluntad clasicista, eran parte de un estilo, el modo muy personal en que Silvina Ocampo practicaba el género fantástico".

Desde el título mismo, el estudio de Mancini ubica la pasión en el centro del mundo narrativo de Ocampo. Mientras apura un café, la investigadora aclara que esa decisión se fue imponiendo en el transcurso del trabajo mismo: "En un comienzo, era un eje de búsqueda más, en el mismo plano que el kitsch o los niños crueles y adivinos. Pero cuando comencé a escribir ese capítulo, me di cuenta de que lo que iba trabajando desbordaba los límites de ese capítulo y que todo se reubicaba a su alrededor, al punto que se podía organizar toda mi lectura a partir del eje de la pasión. Los temas seguían siendo los mismos pero cambió el eje, la forma de organizarlos, desde el momento en que todos comenzaron a quedar teñidos por la pasión y sus mecanismos".

Como suele ocurrir, cuando alguien postula un eje que debe ser común a las más diversas manifestaciones de una realidad compleja, algunas piezas suelen resistirse a entrar en el esquema: "Así me ocurría, al principio, con los elementos evidentemente kitsch de la obra de Silvina. Pero, luego de leer la bibliografía sobre este punto, comencé a comprender que lo kitsch aparece en la obra de Silvina sin ninguna ironía; sus personajes manifiestan una fuerte tensión entre la fascinación y el horror ante el kitsch , no se instalan cómodamente en ese universo como los de Manuel Puig. Y eso es así porque lo kitsch aparece como un recurso para atenuar el impacto de algunas pasiones".

Organizar los materiales de su exposición en torno a las pasiones no fue el único problema que afirma haber enfrentado Mancini: "Otra de las complejidades de esa obra es que en cada frase, en cada párrafo y en cada cuento está contenido prácticamente todo su potencial, así como en la oruga está contenido todo el esplendor de la mariposa. Lo más difícil fue, en ese sentido, desplegar esas cuestiones en las coordenadas espaciales y temporales de un libro. Me resultaba muy complejo y a veces me llevaba a volver a usar la misma cita de un cuento que ya había elegido comentar para trabajar otra cosa".

Ese sistema de remisiones múltiples -"un cuento me llevaba a otro cuento, y así al infinito", dice Mancini- está tan plenamente logrado en su libro que uno siente, al recorrerlo, estar moviéndose en una espiral ascendente: se gira en torno a un centro, pero al mismo tiempo se gana altura y el centro aparece cada vez un poco más cerca.

Sorprende escuchar a la autora de este libro decir, luego de haber estado trabajando ocho años sobre los cuentos de Ocampo, "Vuelvo a leer cualquiera de ellos al azar y siento el mismo escozor que la primera vez. Es que, más allá de las técnicas y los procedimientos asombrosos que allí se despliegan, creo que lo que pasa en esta obra es que están expuestos los más sutiles afectos en forma descarnada. Yo padecí la envidia, el odio, la venganza, las crueldades... a medida que aparecían en esos cuentos, me atravesaban a mí también. Comencé a verlos como radiografías de las pasiones, pasiones que, si uno se detiene a leer y explorar en esos cuentos, también termina por padecer".

La autora, que trabajó también en el guión de la película Las dependencias , una cautelosa aproximación a la vida de Silvina Ocampo producida por Lita Stantic y dirigida por Lucrecia Martel, y asesoró a la directora y actriz Inés Saavedra en la realización de la obra teatral Cortamos, ondulamos , basada en textos de Silvina, parece realmente alcanzada por la inquietante gracia de una escritura que fue capaz de decir: "Estamos en el paraíso, creemos alcanzar la felicidad, pero viene la serpiente y uno la espera". En cualquier caso, hay que agradecer a Mancini que haya puesto su espiralada lucidez a comentar una obra que puede leerse, como dijo alguna vez la propia Silvina, "como una pequeña historia del mundo". .

Arnés reseña a Mancini y a Dominguez que compilan sobre Ocampo

RESEÑAS

Domínguez, Nora y Mancini, Adriana (compiladoras), La ronda y el antifaz. Lecturas críticas sobre Silvina Ocampo, Buenos Aires, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 2009, 344 págs



Si bien es cierto que, a lo largo de los últimos años, la obra de Silvina Ocampo, en particular sus cuentos, ha merecido la atención de la crítica literaria argentina, también resulta evidente que, como señala Sylvia Molloy en su artículo "Identidades textuales femeninas. Estrategias de auto-figuración del yo", Ocampo ha sufrido, al igual que tantas otras mujeres escritoras, los vicios de una crítica que muchas veces se sintió inclinada a dramatizar las anomalías que se le atribuían antes que a leer sus trabajos: Silvina Ocampo corporizando a la excéntrica perversa. Pero, además, tampoco salió ilesa de esa otra tendencia crítica que figuraba a las escritoras a partir de sus relaciones con aquellos escritores legitimados, portadores del poder intelectual: hablar de los vínculos que unieron a Silvina Ocampo con Borges o Bioy Casares es hoy casi un lugar común.
La ronda y el antifaz no ignora esto. Lo incorpora y lo reformula para devolverle al lector una imagen sorprendente, de múltiples caras y de múltiples miradas que delatan la posibilidad del relato unívoco, imposible.
La ronda y el antifaz es una compilación de textos críticos sobre Silvina Ocampo reunidos por Nora Domínguez y Adriana Mancini, producto de las jornadas sobre la autora realizadas en agosto de 2003 (MALBA/IIEGE, UBA). Si bien el subtítulo aclara: Lecturas críticas sobre Silvina Ocampo, nada resulta tan sencillo. Como las compiladoras explican en el prólogo, este libro no pretende marcar direcciones de lectura sino, más bien, abrir el juego y, en el mismo gesto, ser parte de él; mantener la singularidad de la autora y, simultáneamente, trazar genealogías, descubrir herencias.
Si bien este libro es parte del movimiento de proliferación que tuvo el formato compilación en el mundo académico, es posible afirmar que no solo viene a satisfacer una necesidad teórica pendiente sino que se convertirá en un aporte ineludible sobre el tema Ocampo. Por encima de los artículos, parciales en su naturaleza, La ronda y el antifaz cobra importancia en el modo en que se constituye como más que la suma de sus partes; en la forma en que genera un excedente a partir del diálogo entre abordajes plurales.
El volumen abre con un prólogo y una cronología pormenorizada -en un guiño al lector, lleva como epígrafe una cita de Silvina: "Odio las fechas (será porque la vejez llega a través de ellas)" (9)- que recorre la vida y obra de la autora (incorpora, además, datos de artículos y entrevistas) desde el año 1903 hasta 1993, y continúa hasta el año 2009 con el detalle de las publicaciones póstumas.
El cuerpo del libro, dividido en seis partes que esbozan un círculo o una ronda (entrada/salida, figuras, lugares, interiores, relaciones, salida/entrada), acompañado por ilustraciones de Hugo Padeletti y con notas introductorias -reflexiones teóricas, casi poéticas- para cada título, propone un pacto en el que vida, obra y lectura se acercan y se alejan pautando ritmos, abriendo puertas, tendiendo lazos: "En el espacio Ocampo que aquí se abre", escriben las compiladoras y coautoras: "no hay pórticos sino mirillas, no hay centros sino puntos mínimos, no hay gritos sino voces sinuosas, entonaciones y miradas femeninas, declives melancólicos o excesos de lo imaginario [...] Se debaten entre la dirección de la mirada y la punción de una escucha, entre el testimonio y el pliegue sutil de un saber Ocampo" (38).
El libro cobra la forma de lo potencial: nos ofrece un (des)orden posible (uno de los tantos) para adentrarnos en la compleja y extensa obra de Silvina Ocampo en su "[...] variedad de voces infinita" (67); en "[...] esa fuerza que nos sigue arrastrando [...] clave de su contemporaneidad" (91). Pero al hacerlo también nos enfrenta a ciertos problemas: ¿dónde empieza y dónde termina la obra de Silvina Ocampo? ¿En qué momentos es Silvina la que escribe y cuándo es la escritura la que le da cuerpo? ¿Es posible leer de modo conjunto a sus pinturas, sus cuentos y poemas e incluso sus traducciones, sus cartas o las fotos que de ella fueron tomadas (como aquella de Sara Facio, en la que la mano con la que escribe se convierte en su máscara; en velo para su rostro)?
Propuesta lúdica y ambiciosa desde su misma forma, este libro activa un acercamiento crítico que hace honor a la escritura de Ocampo: no le tiene miedo a los desvíos, al detalle ni a lo excéntrico. Tampoco a las aparentes contradicciones ni a la inclusión de experiencias personales. Porque, justamente, entiende a la vida como texto que permite reflexionar sobre la misma escritura. Pero, además, no resulta detalle menor que a este libro, a esta "casa autobiográfica" (5) lo integren muchas de las voces académicas argentinas más reconocidas:
Sylvia Molloy abre el círculo con un bello título: "Para estar en el mundo: los cuentos de Silvina Ocampo", en el que anécdota y teoría se fusionan de modo sugerente y productivo; Jorge Panesi inaugura las "Figuras" citando a la autora y ofrece un profundo análisis sobre las prisiones especulares, los espejos (y los reflejos) que proliferan en la obra ocampiana. En un movimiento que, de algún modo, apunta hacia la misma dirección, Jorge Monteleone parte del análisis de la foto de Sara Facio para rápidamente proponer una lectura de "Las caras de Silvina Ocampo", ya rostros ficcionales, momentos imaginarios. Daniel Balderston, por su parte, se aboca, en un texto conciso, a la impronta religiosa -lo católico- en los cuentos y poemas de la autora. Valentín Díaz lee el proyecto estético de Silvina como "verdadera experiencia-Silvina Ocampo" (91) y analiza los diálogos que este establece (e incluso esconde) con la filosofía, específicamente la bataillana. Y Adriana Mancini lee en los textos de Silvina, sobre todo en el libro Cornelia frente al espejo (1988), una indagación sobre la muerte y la vejez (y su relación con la infancia).
José Amícola -su reflexión sobre la malseance (la falta de decoro) en los relatos de Silvina y su relación con la recepción de su obra- comienza a dibujar los "Lugares". El artículo de Annick Mangin, que al igual que el de Graciela Tomassini (Menos que un puñado de polvo. Acerca de 'Fragmentos del Libro Invisible' de Silvina Ocampo) construye una mirada con perspectiva de género, aborda "el género en tanto forma literaria y construcción sociocultual de la diferencia sexual en la literatura y en la trayectoria de Silvina Ocampo" (141) y elabora su reflexión alrededor de lo que ella llama "recursos de la transgeneridad", mientras que Mónica Zapata analiza en los cuentos, con el psicoanálisis como herramienta, los modos del funcionamiento de los pares humor-horror, estereotípico-inquietante. Noemí Ulla se aboca a la obra poética de Silvina y Cristina Fangmann lee su correspondencia, especialmente aquella que mantiene con Pepe Bianco y su hermana Angélica. Gloria Pampillo se centra en esa mirada atenta que Silvina despliega sobre su entorno y que rescata detalles, objetos imaginarios que se repiten a lo largo de sus páginas. Andrea Ostrov, también desde una mirada de género, lee los cuentos de Ocampo contraponiendo la noción de escritura epitáfica y escritura-lugar de pasaje. Por otro lado, Judith Podlubne propone, de modo extremadamente productivo, a la fuerza ilocucionaria de la confesión y/o de la confidencia como punto de partida de análisis de ese Yo al que le da cuerpo la escritura de Ocampo.
Y entonces, se arman las "Relaciones" (las asociaciones, las series). El artículo de Nora Domínguez construye una interesante lectura en paralelo de Silvina Ocampo y Norah Lange a partir de la idea de "iniciaciones" (el ingreso al campo literario, las novelas de aprendizaje, los retornos a/de la infancia). Mientras que Anahí Mallol fija su mirada en los relatos de maternidad y de las relaciones madre-hija que construyen los poemas. Adriana Astutti dibuja y descubre una estirpe o genealogía literaria de mendigas que atraviesan a la literatura latinoamericana y Eduardo Paz Leston afirma a la traducción, en tanto experiencia de y con la lengua, y a "la pintora que fue" Silvina, como elementos fundamentales al momento de leer, de entender, su poética. Y, finalmente, el círculo se cierra (o se vuelve a abrir) con el recuerdo -y el agradecimiento- de Hugo Padeletti.


Laura A. Arnés

Primer día de clases

Me faltó la foto en la puerta hoy a la mañana. Porque la emoción es la misma de cuando llevaba el guardapolvo blanco, el pelo tirante en una cola de caballo y el portafolio (iba a poner mochila pero mentira)rojo en la vereda de la calle Giribone.
Seminario: Incidencias del tiempo en narrativa y poesía de la liteatura argentina y latinoamericana (no sé por qué estos pdf en que ponen los programas ya no me dejan copiarlos acá).
Mi profe, Adriana Mancini, planteó lineamientos generales pero lo mejor que dijo fue que su tesis fue sobre Silvina Ocampo. Ya llegué a casa y me puse a buscar. Ya encontré, ya estoy metida en la ola (en una de las olas) que me lleva de un lado a otro (de un texto a otro) uniendo costas conocidas y revolcones insospechados.
Yo ya elegí tema para exponer: OLga Orozco. Y ya se lo dije a la profe: orgullosa yo de levantar la mano cuando preguntó si había interesados en poesía o todos iban a elegir narrativa.